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José Saramago, un intelectual ateo

Un escritor que albergó la necedad en su imaginación, y en su pluma la capacidad intelectual. | Jorge Iván Garduño

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Escrito en OPINIÓN el

Condenado, vituperado, exaltado, amado, premiado, odiado, José Saramago (1922-2010) causó demasiadas reacciones por más de medio siglo con su trabajo literario alrededor del mundo, creador de obras tan decisivas para él y comprometedoras para otros.

Desde sus primeros artículos publicados en Portugal, Saramago mostró su intensidad con la pluma para reflexionar sobre el ser humano, el espacio y el tiempo desde un punto de vista ético y comprometido con su partidismo comunista.

Debido a los escasos recursos que su familia tuvo para brindarle estudios universitarios, debió estudiar una carrera técnica de mecánico, fue así como obtuvo su primer empleo formal, con lo que consiguió los ingresos necesarios para comer y aprovechar sus tiempos muertos para perfeccionar el ejercicio periodístico y aprender otras lenguas además del portugués.

En la década de 1970, José Saramago sufrió persecución política por parte del gobierno dictatorial de Antonio de Oliveira Salazar, ya que el novel periodista persistía en publicar las acciones represivas del Estado Nuovo que proclamaba en esos años el partido único en el poder: la Unión Nacional.

Luego de formar parte de la Revolución de los Claveles, la cual instauró la democracia en Portugal, en su faceta como periodista José Saramago trabajó en el Diario de Noticias de Lisboa, un periódico de izquierda moderada, donde colaboró como redactor y posteriormente fue director adjunto.

En menos de seis años logró equilibrar sus ideas políticas con las intelectuales, y en ese tiempo se dio a conocer con su novela Alzado del suelo (1980), un libro que le valió revelarse al mundo literario como un gran novelista maduro y renovador, características difíciles de encontrar en escritores de su generación, y que lo han llevado a los más altos círculos intelectuales.

A pesar de no contar con estudios de alto rango, Saramago nunca ha mostrado falta de conocimientos en sus poemas, obras de teatro, artículos periodísticos históricos o novelas, muy por el contrario, siempre ha demostrado estar dotado de una capacidad propia para imprimir a sus escritos un sello característico.

Capacidad intelectual

Su sello o estilo propio comienza desde el lenguaje que utiliza en sus libros, este tipo de lenguaje, en varias ocasiones prosaico, es de llamar la atención, ya que suele transmitir una inflexión impersonal, sin dejar de ser una obra con elevados índices de intelectualidad; algo que Saramago maneja magistralmente.

Las estructuras utilizadas por él en sus novelas y ensayos son sólidas, con un estilo humorístico, sarcástico y muy bien documentadas históricamente, sin pasar por alto el escepticismo tan característico en este escritor ateo por nacimiento y solidario con la gente del pueblo por vocación.

Y es precisamente su ateísmo conjugado con su solidaridad lo que lo motivó a escribir novelas como El evangelio según Jesucristo, donde por un lado echa por el suelo el dogmatismo evangélico y por otro intenta exaltar el amor humano que, dicho por él mismo, debería estar por encima de toda condición personal.

Esta novela lo llevó a enfrentarse de lleno con la Iglesia Católica y con una parte de la sociedad portuguesa más conservadora, al grado que debió abandonar la ciudad de Lisboa y establecer su lugar de residencia en la isla española de Lanzarote, en las islas Canarias, donde murió el 18 de junio de 2010.

El evangelio según Jesucristo nos recuerda a la obra cumbre del griego Niko Kazantzakis, tal vez por la utilización de los pasajes bíblicos de tiempos de Cristo, pero independientemente de la trama novelesca, lo que José Saramago intentaba en un inicio con su novela, fue cuestionar las creencias religiosas para así procurar liberar a la gente más desprotegida de las manos de la hipocresía católica, que no sólo lucra con la ignorancia que la gente tiene sobre un libro (La Biblia), sino que además los despoja de dinero y objetos de valor, acentuando así su pobreza.

No ha sido la manera más ortodoxa de enfrentar una fe, mucho menos la de defender un ateísmo rampante, pero a su manera José Saramago fue fiel a su escepticismo racional, y así lo dejó en claro con su último libro publicado en vida: Caín. Aunque a final de cuentas, tanto atacar o hablar de algo que uno piensa y dice que no existe, es equivalente a gritarle al mundo que de verdad crees que con mencionarlo tantas y tantas veces es posible demostrar que existe o hay algo superior que no comprendes.

José Saramago, un hombre que utilizó la escritura para desdoblarse tantas y tantas veces, para mirarse a sí mismo en una habitación llena de espejos, para susurrarse al oído estoicas frases nacidas de su imaginación o recitarse poemas dirigidos a Pessoa, pero inspirados por Ricardo Reis bajo la pluma de Saramago.

En definitiva, un escritor que albergó la necedad en su imaginación, y en su pluma la capacidad intelectual.

Oriana Fallaci

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