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Jonás

Parecía que a Washington DC llegaría el fin del mundo.

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Escrito en OPINIÓN el

Las filas en los supermercados y las tiendas de abarrotes llegaban hasta la calle. Le daban incluso varias vueltas a los mostradores y se metían en los pasillos. En la famosa tienda “Trader Joe’s” o “Whole Foods” la espera para surtir víveres superaba las dos horas. El pánico no se hizo esperar y la gente arrasó con toda la comida y el agua que pudo.

 

Parecía que a Washington DC llegaría el fin del mundo. Y no era para menos, porque la mayor tormenta de nieve desde 1922 estaba programada para llegar a la capital de los Estados Unidos y acabar con todo a su paso.

 

Pero ¿realmente fue así? Vamos a ver. Hago la aclaración que al momento de escribir este artículo la tormenta apenas comienza y aunque está nevando con fuerza, no tengo idea de los alcances de la misma. Es viernes y todavía no sabemos con precisión el momento en que va a dejar de nevar.

 

Jonás (sin acento en inglés) fue el nombre que decidieron darle a este “blizzard” (como le llaman al fenómeno) y se esperan más de 3 pies de nieve (algo así como un metro). No es que la nieve paralice a todo mundo, pero ciertamente Washington no es Boston y no hay la infraestructura que tienen en otros lugares para hacerle frente a estos fenómenos.

 

Me refiero a las barredoras de nieve, o los techos con calefacción que van derritiendo la nieve conforme está cayendo, evitando que se acumule (por más que parezca una fantasía). En la capital de Estados Unidos no suele nevar de esta manera estrepitosa y por ende, no pareciera haber necesidad de tanta sofisticación contra ello.

 

Lo que sí me queda claro es que cuando la gente no está preparada, todo se vuelve un infierno. Para muestra un botón: El miércoles pasado por la noche cayó durante la tarde una pulgada de nieve, lo que desató “la furia del infierno” en las avenidas y las calles. Los conductores hicieron más de 9 horas para recorrer una distancia de unos pocos kilómetros y la histeria colectiva se esparció ágilmente. ¿Qué pasó? Pues que nadie estaba preparado: El gobierno no activó a los grandes camiones que echan sal a las avenidas para evitar que la nieve se convierta en hielo y por ende, los caminos se vuelven muy peligrosos y los coches se pueden patinar.

 

Los edificios no acomodaron sus cosas y la gente no pudo salir de trabajar a tiempo. Luego, la alcaldesa de DC tuvo que salir a los medios a pedir perdón. No estoy exagerando: Pidió perdón y activó las alertas máximas para este fin de semana diciendo que Jonás sería “de vida o muerte” y amenazó con cortes de electricidad y fallas eléctricas, con caminos intransitables y otras cosas.

 

Lo cierto es que hasta el momento hay más de 5,000 vuelos cancelados y nadie trabajó este viernes pasado. El Gobierno Federal ordenó que nadie estuviera en las oficinas después de las 12 horas del día y la gente se fue a su casa. Si la tormenta es lo que dicen que será, entonces claramente será algo histórico. Cosa de ver el resultado.

 

Pero lo que me llama poderosamente la atención es la manera en que la gente exige cuentas a sus gobernantes y cómo éstos tienen que responder y dar la cara por aquello que hacen o dejan de hacer. ¿Cuándo hemos visto en México a un alcalde pidiendo perdón por no tomar precauciones ante un desastre natural? Casi nunca (o nunca).

 

La función pública debería ser la primera actividad que esté constantemente bajo escrutinio público, pues la esencia de ésta debe ponerse en la ciudadanía, y no al revés.

 

El camino es largo porque la rendición de cuentas implica responsabilidad. Pero sobre todo implica asumir los errores que se cometen, dar la cara y corregir aquello que se deba corregir. No hay de otra. No funciona si no se hace. Y quienes tienen una responsabilidad pública tienen que ser conscientes de ello.

 

La otra cara de la moneda debe entonces ser la corresponsabilidad ciudadana de participar, de exigir y de votar. No dejemos las cosas importantes en manos de quienes no quieren rendir cuentas y hagamos algo al respecto.

 

En este caso estamos hablando de una tormenta de nieve, pero la realidad es que ante la falta de tormentas de nieve en México, bien podríamos empezar a exigir cuentas a los gobernantes en otras cosas. Por ejemplo, allí está el caso del manglar destruido en Cancún, donde ninguna autoridad ha dado la cara para explicar lo sucedido.

 

Jonás, como su bíblico nombre lo dice, fue un profeta enviado por Dios en el Antiguo Testamento para condenar el abuso y el mal. Si esta alegoría religiosa fuera de índole político, creo que necesitamos muchos “Jonás” que denuncien el abuso y obliguen a nuestros políticos a dar la cara.

 

@fedeling