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¿Instituciones más fuertes o la misma impunidad?

La rendición de cuentas se ha entendido como un discurso y se ha confundido con actos celebratorios.

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Escrito en OPINIÓN el

La historia de la captura-fuga-captura de El Chapo Guzmán ha adquirido niveles sorprendentes de absurdo, incluso para un país en el que ya nada sorprende. Al leer las crónicas en los diarios, más que la descripción de hechos informativos, por momentos pareciera que se trata de alguna novela inconclusa de Ibargüengoitia o una reinterpretación de La Conjura de los Necios.

 

La secuencia de eventos podría resultar cómica si no se tratara de un asunto tan grave, algo que pone en evidencia la debilidad de nuestras instituciones y las profundas consecuencias para nuestra vida pública de la cadena corrupción-impunidad: El preso cuya fuga sería imperdonable se escapa por un túnel de una prisión de seguridad máxima; las más altas autoridades del gabinete federal son retratadas contemplando azoradas el agujero por donde escapó El Chapo; las fuerzas de seguridad pueden rastrear al fugitivo gracias a que intercambia mensajes con la protagonista de “La Reina del Sur”; el presidente anuncia la captura como una “misión cumplida” a través de un tweet; unos días después Rolling Stone publica la crónica de las aventuras de un actor norteamericano para contactar al capo y una entrevista de 17 minutos (con derechos exclusivos para Sean Penn y Kate del Castillo); los abogados de El Chapo aseguran que Sean Penn miente en su artículo y que aquel nunca reconoció ser un narcotraficante; tiendas en Los Angeles venden como pan caliente la llamativa camisa utilizada por El Chapo en su encuentro con los actores; un diario de circulación nacional filtra el intercambio de mensajes entre Kate del Castillo y El Chapo, lo cual se traduce inmediatamente en furor internacional ante el tono de la conversación y la supuesta obsesión del capo por la actriz, etcétera, etcétera, etcétera.

 

Todo esto aderezado por una estrategia gubernamental enfocada a maximizar los beneficios del espectáculo y promover el aplauso, burlas en redes sociales hacia el diálogo entre El Chapo y Kate del Castillo, el imparable tren de memes, bombardeo de opiniones expertas a todas horas y en todos los medios, una especulación sin límites sobre la posible extradición de El Chapo a Estados Unidos y cuestionamientos a la calidad y seriedad del trabajo periodístico de Sean Penn.

 

La estrategia del Gobierno Federal se ha enfocado en posicionar la captura como un gran logro del presidente y su gabinete de seguridad, en usar el operativo como medio para rescatar la credibilidad perdida, nacional e internacionalmente, ante el sin fin de escándalos, dislates e ineptitudes que han arrastrado al gobierno los últimos dos años. Y no hay duda que la detención de El Chapo es muy importante desde cualquier punto que se vea y que refleja un cuidadoso trabajo de coordinación entre las fuerzas de seguridad. Sin embargo, festinar la detención es cuestionable cuando a final de cuentas el acto consistió en recapturar a quien en principio se escapó de las manos del gobierno federal y de una de las prisiones más seguras de país. Un caso de memoria muy selectiva.

 

En el aire quedan todavía muchas de las preguntas sobre la fuga. No sabemos el alcance de la red de complicidades que permitió la fuga y los círculos de colusión de los que se beneficia el crimen organizado para operar impunemente. Tampoco terminamos de conocer, como ha señalado Raymundo Rivapalacio, el impacto que para la seguridad nacional han tenido los cambios implementados en los primeros años del gobierno de Peña Nieto. La rendición de cuentas se ha entendido como un discurso y se ha confundido con actos celebratorios.

 

La captura abre también muchas dudas sobre la supuesta fortaleza de nuestras instituciones a la que hizo referencia el presidente en su discurso. Debate necesario pero opacado por la cortina de humo del espectáculo.

 

¿La captura de El Chapo, por más valor simbólico y político que tenga, implica la desarticulación del Cartel de Sinaloa, erosión de su capacidad operativa y control de sus flujos financieros?

 

¿Si nuestras instituciones son ahora más fuertes, por qué un gobierno que antes rechazaba la extradición (no en 300 años, decían) deja ahora abierta la puerta a este proceso?

 

¿Las instituciones encargadas de la inteligencia y seguridad pública están mejor blindadas contra la corrupción y la complicidad con el crimen organizado o siguen siendo vulnerables a las traiciones que en su momento señalaba el secretario de Gobernación?

 

¿Cómo es posible señalar que tenemos un Estado de Derecho más sólido y al mismo tiempo se filtran a un diario de circulación nacional las conversaciones privadas entre El Chapo y Kate del Castillo que son objeto de una investigación criminal?

 

¿Es verdad que a los hijos de El Chapo se les da paso en retenes militares, como afirma Sean Penn?

 

La captura es un gran éxito para la política de seguridad, pero la fuga sigue siendo imperdonable. En todo caso podemos hablar de un operativo muy efectivo y eficiente de las fuerzas de seguridad, pero en ningún caso es posible afirmar que tenemos instituciones más fuertes y un Estado de Derecho más sólido. Los factores que permitieron la fuga, la corrupción, la impunidad y la incompetencia, sigue tan presentes y se manifiestan todos los días. La debilidad de nuestras instituciones y la fragilidad del Estado de Derecho siguen siendo agenda pendiente, la cadena corrupción-impunidad sigue siendo una vergüenza nacional.