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Informe de Gobierno

El informe de gobierno cumple con uno de sus propósitos, rendir cuentas a la sociedad sobre el estado, pero adolece del segundo de sus objetivos.

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Escrito en OPINIÓN el

Las realidades políticas son precedidas por circunstancias históricas y por la evolución de los pueblos en su calidad democrática. De esa forma, la política es un reflejo y una consecuencia, muchas veces directa, de la cultura de la sociedad de la que forma parte.

El acto de rendición de cuentas en cualquier sociedad y bajo cualquier manifestación, es una piedra angular de la democracia. Es la forma por la cual los ciudadanos ejercemos control sobre nuestros gobernantes e instituciones y sobre todo, permite nuestra participación en el rumbo colectivo. El derecho de acceso a la información: Conocimiento real, preciso y oportuno (que es poder), es el basamento por el cual la sociedad política toma decisiones, señala obligaciones y exige responsabilidades.

En ese sentido, la rendición de cuentas es un elemento crucial para cualquier sociedad, pues se inspira en el respeto institucional que, como parte del estado constitucional y democrático de derecho, dota seguridad y certeza jurídica sobre las acciones de cualquier servidor público.

El informe de gobierno que el presidente rinde ante el Poder Legislativo, si bien cumple con una obligación constitucional, debería ser, sobre todo un acto republicano y político ante los representantes de la nación y del pacto federal, de cara a la sociedad. Tal y como está previsto en la actualidad en México, el informe de gobierno si bien cumple con uno de sus propósitos, rendir cuentas a la sociedad sobre el estado que guarda la administración pública federal, adolece del segundo de sus objetivos, el republicanismo reflejado a través del acto por el que el jefe del ejecutivo federal se presenta ante el Congreso de la Unión, en una elemental y esencial articulación de pesos y contrapesos entre los poderes del Estado.

El texto original de la Constitución Política de 1917 estableció, según su artículo 69, que el Presidente de la República acudiría a la apertura de cado periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión a presentar un informe por escrito sobre el Estado que guardare la nación. Fue en el año 2008 que esa disposición constitucional fue modificada, para establecer que el Presidente únicamente presentará un informe por escrito. Ya no asistirá.

No sobra recordar, que Vicente Fox no pudo entrar en el Palacio Legislativo en su último informe de gobierno y que Felipe Calderón, por poco, no pudo rendir la protesta como presidente, por estar tomada la tribuna de la Cámara de Diputados. Respecto a esto último, también fue modificado el artículo 87 de la Constitución, para establecer que si por cualquier causa el presidente no pudiera rendir la protesta ante el Congreso de la Unión o la Comisión Permanente, lo haría ante las mesas directivas de cada cámara y, en su defecto, ante el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En lugar de fortalecer la institucionalidad y colaboración respetuosa entre poderes, que alimenta la calidad de la democracia mexicana, se decidió terminar de un carpetazo la posibilidad de la convivencia institucional.

Pues bien, el presidente ya no acude más ante el Poder Legislativo. Si bien cada año presenta su informe de gobierno y cumple, en su caso, con rendir cuentas a la sociedad sobre el rumbo del país y su gobierno; la articulación y relación civilizada entre poderes, el ejercicio republicano de presentarse ante el poder legislativo, de articular una respuesta presencial sobre el informe de gobierno ha dejado de existir. Más aún, se ensancha la brecha entre los poderes de la unión, que si bien deben de controlarse, deben también coordinarse en estrecha colaboración y cooperación en beneficio del país.

Sería sano para nuestra democracia, que el presidente pueda ser llamado al Congreso a defender una iniciativa de ley, un posicionamiento en específico o responder a interpelaciones parlamentarias en presencia, no solo por escrito.

Si bien, la participación constante del poder ejecutivo en el legislativo, es propio de regímenes parlamentarios (basta ver la despedida de Tony Blair en el Parlamento inglés y la respuesta, en su momento, del actual Primer Ministro Británico David Cameron en 2007) es saludable y democrático que los poderes convivan y se cuestionen institucionalmente, en público y de cara a los gobernados. Ello sin duda elevaría la calidad de nuestra democracia y de nuestras instituciones. Y sobre todo, redundaría en una mayor rendición de cuentas.

No se trata de regresar a las largas jornadas y días inhábiles en los que el presidente hablaba durante horas enteras ante un público de legisladores embelesados por la presencia del líder. Se trata de un acto esencial de rendición de cuentas, en donde, con respeto a la investidura, se enfrenten, discutan y cohabiten los poderes.  Por eso, sería muy positivo, cuando menos, que el presidente regrese a los pasillos legislativos a presentar su informe de gobierno, sobre todo, porque es la sede del poder que representa a la nación.

@gstagle