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Informe 2084 • James Lawrence Powell

Una historia oral del Gran Calentamiento.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Para 2012, el año de mi nacimiento, era indiscutible que el calentamiento global era real, causado por los humanos y un peligro para la humanidad. Sin embargo, gracias a una campaña financiada por las gigantes empresas petroleras, la mitad de la opinión pública y muchos políticos optaron por la negación, anteponiendo la ideología y la mentira al futuro de sus nietos.

Corre 2084, año triste como pocos. Al final de su vida, un historiador decide investigar a quienes padecieron los efectos del peor atentado de la humanidad contra sí misma y contra la tierra: el Gran Calentamiento. Científicos, líderes políticos y ciudadanos de todo el mundo testimonian cómo han experimentado en carne propia inundaciones, sequías, hambrunas y guerras. Nueva York ha sido abandonada; 50 millones de bangladesís son refugiados y desplazados; México sufre las consecuencias económicas de su compleja vecindad con Estados Unidos; y la mitad del territorio de Holanda se encuentra bajo el agua.

En esta aterradora novela, construida con las herramientas de la ficción, pero basada en hechos y predicciones científicas, el profesor de geoquímica James Lawrence Powell traza la crónica del futuro que nos espera si no hacemos nada para afrontar la crisis climática. Se trata de un retrato vívido del cambio climático y sus consecuencias en la vida de millones de personas; una profecía contundente y un apremiante llamado de atención.

Fragmento del libro “Informe 2084. Una historia oral del Gran Calentamiento” de James Lawrence Powell. Editorial Océano.

James Lawrence Powell es profesor de geoquímica con un doctorado por el Massachusetts Institute of Technology; ha escrito cinco libros de ensayo sobre ciencias de la tierra y cambio climático. El asteroide 1987 SH7 lleva su nombre.

Informe 2084 | James Lawrence Powell

#AdelantosEditoriales


Prefacio a la segunda edición

Dicen que la mayoría de los escritores escriben para sí y esperan que su libro se convierta en un éxito de ventas. Hoy en día, no hay forma de que ningún libro, sin importar cuán importante sea ni qué tan bien escrito esté, venda las suficientes copias para calificar como un best seller. Las grandes librerías en línea dependían por completo de internet, y éste, lo mismo que el resto de nuestra infraestructura, se ha vuelto cada vez menos confiable y seguro, por lo que resulta claro que no sobrevivirá hasta el final del siglo. Y casi todas las librerías físicas que alguna vez pudieron haber mantenido las ventas fueron sacadas hace mucho tiempo del negocio por los vendedores en línea.

Entonces, ¿por qué escribí este libro a sabiendas de que quienes lo leerán son sobre todo mis amigos y familiares? Porque soy un historiador oral. Mi trabajo es registrar los acontecimientos importantes en la historia de la humanidad usando las palabras de quienes los experimentaron. Así, proporcionamos la materia prima a partir de la cual otros historiadores pueden sintetizar y generalizar. Por supuesto, también escribo porque me gusta, y escribir es un placer que todavía es posible. En realidad, no necesitas una computadora, internet o la llamada Nube; lo único que necesitas es lápiz y papel.

El maestro de este enfoque y mi modelo es el gran historiador oral del siglo xx, Studs Terkel. Dos de sus libros, “La guerra buena”: una historia oral de la Segunda Guerra Mundial y Tiempos difíciles: una historia oral de la Gran Depresión, capturaron los efectos de esas calamidades en los estadunidenses de todas las tendencias como ningún otro libro pudo hacerlo. A lo largo de mi carrera, he vuelto a releerlo y nunca ha dejado de inspirarme.

Studs viajaba para entrevistar a personas de todos los ámbitos: desde la granja hasta la fábrica, desde la ciudad hasta el pueblo, desde los jubilados hasta los jóvenes, desde los nobles hasta el hombre y la mujer de la calle. Como él, la mayoría de mis sujetos son personas comunes, aunque incluyo algunos expertos y líderes. Terminé entrevistando a casi cien personas, demasiadas para un libro, por lo que elegí las entrevistas que ilustran mejor lo que las inundaciones, las sequías, las guerras, las hambrunas, las enfermedades y la migración masiva de refugiados climáticos le han hecho a la humanidad.

Siento una afinidad especial por Studs Terkel porque nací en 2012, exactamente cien años después de su nacimiento. En 1912, el calentamiento global era sólo un concepto teórico. Algunos científicos pensaron que podría resultar real, pero tenían muy poca información como para considerarlo peligroso. De hecho, esos científicos pensaron que un mundo más cálido podría ser mejor para la humanidad, y es comprensible. Para el año de mi nacimiento, un siglo después, era indiscutible que el calentamiento global era real, causado por los humanos y un peligro para la humanidad. Sin embargo, gracias a una campaña financiada sobre todo por las gigantes empresas petroleras de aquellos días, la mitad de la opinión pública y muchos políticos optaron por la negación, anteponiendo la ideología y la mentira al futuro de sus nietos.

He mantenido mi papel al mínimo: muestro en cursivas el momento en que hacía una pregunta, pero permito que mis sujetos hablen por sí mismos, tal como lo hizo Studs. Para facilitar la lectura, he agrupado los capítulos por tema, pero esto es algo arbitrario, ya que la mayoría de las regiones sufren más de un efecto del calentamiento global. A menos que se indique lo contrario, utilicé un teléfono satelital.

Lexington, Kentucky,

31 de diciembre de 2084

PRIMERA PARTE

SEQUÍA E INCENDIOS

Marruecos en Suiza

Christiane Mercier es la corresponsal sobre calentamiento global más antigua del periódico francés Le Monde. En esta entrevista, habla conmigo desde diferentes locaciones en Europa. Nuestra primera conversación de la serie tuvo lugar en la antigua estación suiza de esquí, en Zermatt.

Estoy realizando este recorrido para hacer un balance de lo que el calentamiento global ha originado en diferentes locaciones de Europa. Me encuentro en el corazón de la que fuera una industria de turismo suiza, donde ya no es posible seguir esquiando. Zermatt alguna vez contó con pistas de esquí de primer nivel y una vista fabulosa del Matterhorn. Ahora, mientras observo alrededor, no distingo nieve por ninguna parte, ni siquiera en la cima del Matterhorn.

Para preparar esta entrevista, hice algunas investigaciones sobre la historia del calentamiento global en los Alpes. Ya incluso a fin de siècle, había señales ominosas. En esos días, la línea de nieve se extendía hacia abajo, hasta los 9,940 pies [3,030 metros], pero en el mortal verano ardiente de 2003, por ejemplo, se elevó hasta los 15,100 pies (4,600 metros), más alto que la cumbre del Matterhorn y casi tanto como la cumbre del Mont Blanc, el pico más alto al oeste del Cáucaso. El permafrost que sostenía la roca y el suelo en el Matterhorn se derritió y mandó los escombros cuesta abajo, en caída libre. Todavía se pueden ver los montones de escombros descansando contra los refugios de esquí (e incluso dentro) y los restaurantes cerrados.

Podría dar el mismo informe desde Davos, Gstaad, Saint Moritz, o cualquiera de las estaciones de esquí que alguna vez fueron famosas en Suiza, Francia e Italia. Los Alpes no han tenido nieve y hielo permanente desde la década de 2040. Según entiendo, las pistas de esquí de las Montañas Rocallosas han corrido la misma suerte.

Los meteorólogos nos dicen que el clima de Europa del Sur se encuentra en las mismas condiciones en las que estuvieron Algeria y Marruecos cuando arrancó el siglo. De acuerdo con la temperatura y la cantidad de lluvias, Europa del Sur es ahora un desierto y los Alpes se asemejan cada vez más a las Montañas Atlas de aquellos días.

Algunas semanas más tarde, la señora Mercier se encontraba en Nerja, en la Costa del Sol, en España, lugar que alguna vez acogió a expatriados y visitantes de temporada, en su escape de los fríos inviernos de Alemania y el Reino Unido.

Hacia el sur, desde el paseo marítimo de Nerja, se extiende ante mí el vasto y azul Mediterráneo. Hacia el norte, hay un mar de condominios abandonados de color beige y ocre que pareciera extenderse por toda la eternidad, miles, decenas de miles… un número incomprensible, la mayoría de ellos deteriorados y en ruinas. No es difícil entender la razón de todo esto: el campo está reseco y muerto. A las dos de la tarde, frente a las ruinas del Hotel Balcón, en el paseo marítimo de Nerja, la temperatura en la sombra es de 124 °F [51 °C] y no se siente la brisa del mar. Parece que soy la única persona por aquí, y no planeo quedarme mucho tiempo.

De camino a Nerja desde Córdoba y Granada, vi los restos carbonizados de decenas de miles de olivos, el monocultivo que solía dominar el sur de España. A medida que la región se calentó, los olivos se secaron, dejándolos susceptibles a incendios y enfermedades. Hoy en día, el cultivo del olivo se ha desplazado de España e Italia al norte, hacia Francia, Alemania e incluso Inglaterra.

Desde Nerja, la señora Mercier viajó a Gibraltar.

Tuve muchos problemas para encontrar transporte para bajar hasta aquí y regresar. Lo que solía tomarme medio día en auto, me tomó cuatro. Gibraltar, que solía ser una de las joyas de la corona del Imperio británico, protegía la entrada y salida del Mediterráneo. Pero a sólo unas millas de distancia por mar se encuentra Marruecos, una proximidad que convirtió a Gibraltar en una meca natural para los migrantes climáticos.

En mi investigación de preparación para el viaje, encontré un informe de la década de 2010 que señalaba que la migración a la Unión Europea ya había aumentado debido al incremento del calor, la sequía y el desorden social resultante. Un estudio proyectaba que el número anual de migrantes aumentaría de trescientos cincuenta mil al doble para 2100. Pero este estudio, como muchos de ese periodo, independientemente del tema, proyectó el futuro basado en el pasado, y éste no era una buena guía cuando había una “nueva normalidad” cada año o dos. Estas proyecciones casi nunca tuvieron en cuenta el calentamiento global y sus efectos secundarios. Ahora, nadie sabe cuántos migrantes han logrado llegar a Europa desde África, el Medio Oriente y lo que solíamos llamar Europa del Este, pero ciertamente el número es de cientos de millones, tal vez quinientos millones. Y vienen más.

Para 2050 tantos inmigrantes habían inundado Gibraltar que Inglaterra anunció que cedería el territorio al país que lo había reclamado durante mucho tiempo. España hizo entonces un esfuerzo a medias para gobernar Gibraltar. Pero cuando fallaron las desalinizadoras de las que dependía para el agua, España no pudo reemplazarlas. En 2065 se rindió y declaró a Gibraltar ciudad abierta. Desde entonces se le conoce por su nombre original: Jabal ?ariq, Montaña de Tariq.

Era claro para mí que Gibraltar es un hervidero de contrabando y otras actividades delictivas, e ir allí significa jugarte la vida. Tuve que entrar disfrazada de hombre y acompañada de mercenarios armados. No me quedé mucho tiempo, pero lo suficiente para comprobar que cuando algunos dijeron que el calentamiento global desataría el infierno, no estaban lejos de la verdad.

Para la siguiente ocasión que hablo con la señora Mercier, ella se ha movido por la costa mediterránea hasta la provincia española de Murcia.

Desde Jabal ?ariq alquilé un barco que me llevara al noreste, hasta Murcia, y nos detuvimos en algunos lugares del camino que el capitán dijo que probablemente serían seguros. Si hubieras visitado Murcia en los primeros años del siglo, habrías pasado por campos llenos de lechugas e invernaderos de tomates maduros. Habrías visto surgir por todas partes las nuevas casas vacacionales y los condominios de departamentos. En tu camino hacia la playa, te habría resultado difícil evitar pasar junto a algún verde campo de golf. En una tierra tan seca, ¿de dónde sacaba España el agua para todo esto?

Como ya sabes por mis informes, antes de visitar un área, Je fais mon travail, hago mi tarea. Estudio la historia de una ciudad o país para entender lo que estoy viendo. Murcia es un caso de estudio sobre la impotencia de las personas y los gobiernos para evitar que esta tragedia de los recursos comunes arruine sus vidas y sus tierras.

Murcia siempre estuvo seca, pero la falta de lluvia no impedía que la gente se comportara como si siempre fuera a haber agua en abundancia. Si el agua no caía del cielo, la gente la encontraba bajo tierra o la transportaba desde lejanos campos de nieve. En el cambio de siglo, se negaron a creer que llegaría el día en que ninguna de estas estrategias seguiría funcionando.

Hasta finales del siglo pasado, los agricultores murcianos cultivaban higos y palmeras datileras y, donde tenían suficiente agua, limones y otros cítricos. Luego, el gobierno dispuso transportar el agua desde las provincias menos secas, lo que permitió a los agricultores cambiar a cultivos que consumían grandes cantidades de este líquido, como la lechuga, los tomates y las fresas. Los desarrolladores construyeron tan rápido como pudieron, y cada edificio nuevo debía tener su propia piscina. Los vacacionistas necesitaban villas, condominios y los suficientes campos de golf para no tener que esperar para jugar el siguiente hoyo. Mantener verde cada uno de los campos de golf de Murcia requería cientos de miles de galones de agua por día. Alguien descubrió que para permitir que un golfista jugara una ronda se necesitaban 3,000 galones [11,356 litros] de agua. Hoy en día, el golf ha seguido el camino del hockey y del esquí, y de los deportes en general.

Si los funcionarios españoles se hubieran tomado en serio el calentamiento global y hubieran estudiado los registros de temperatura de Murcia, podrían haber sido más cautelosos. Durante el siglo xx, España se calentó el doble que la Tierra en general, y la cantidad de lluvia disminuyó. Los científicos proyectaron que las lluvias se reducirían en 20 por ciento más para 2020 y en 40 por ciento para 2070. Los pronósticos resultaron ser precisos, aunque en el momento en que se hicieron nadie les prestó atención. Cuando las provincias del norte tuvieron que recortar sus transferencias de agua, los agricultores y los pueblos de Murcia tuvieron que recurrir a las aguas subterráneas, lo que provocó una brusca caída del manto freático. Surgió entonces un mercado negro de agua de pozos ilegales, pero muy pronto el manto freático se encontraba a niveles tan profundos que las bombas no conseguían subir el agua hasta la superficie. Se destaparon muchos escándalos y se descubrió que funcionarios corruptos recibían pagos a cambio de permisos de construcción en áreas donde no había agua. Aunque sea difícil de creer, gente ingenua en Gran Bretaña y Alemania siguió comprando condominios y villas en España. Llegaban a su nuevo hogar o condominio, abrían el grifo, encontraban que no salía agua y entonces buscaban a quién demandar. Luego descubrían que la letra pequeña de su contrato les había dado a los constructores y al gobierno una cláusula de escape si un acto de Dios causaba escasez de agua. ¿El calentamiento global es un acto de Dios? Ne me fais pas rire, o como tú dices, no me hagas reír.

Cuando el agua se secó, los agricultores cambiaron de nuevo a los higos y a las palmeras datileras. Pero a medida que avanzaba el siglo y las previsiones de los científicos resultaban acertadas o, más a menudo, demasiado cautelosas, ni siquiera se pudo obtener un beneficio económico de esos cultivos en España. Para la década de 2050, la agricultura en Murcia prácticamente se había terminado y las casas de vacaciones y los condominios estaban vacíos. Hoy, salvo por sus edificios abandonados, Murcia es indistinguible del desierto norteafricano de hace un siglo.

La siguiente vez que hablo con la señora Mercier ya se encuentra en su casa, en París.

De camino a casa, pasé por el valle del Loira, una región que solía producir algunos de los vinos más destacados del mundo: Chinon, Muscadet, Pouilly-Fumé, Sancerre, Vouvray y otros. Todos desaparecieron. El problema era que a medida que subían las temperaturas, las uvas maduraban antes, lo que ocasionaba que aumentara su contenido de azúcar y bajara su grado de acidez. Estas uvas producen un vino más grueso, con un mayor contenido de alcohol. Si las temperaturas sólo hubieran subido uno o dos grados, si nos hubiéramos quedado por debajo del punto de ruptura de los niveles de dióxido de carbono, entonces, un vino de Vouvray todavía habría sido bebible, aunque no hubiera conservado el mismo sabor. Quizás un experto incluso podría haberlo reconocido como una variación de un vino de Vouvray. Pero la temperatura ha subido 9 °F [5 °C]. Las uvas de vinificación no crecerán ahora en el valle del Loira y la industria aquí, como en el resto de Francia, está extinta. Si quieres vino, debes acudir al antiguo Reino Unido o a Escandinavia.

Ahora mismo estoy parada a la sombra del Arco de Triunfo, a media tarde del primero de julio de 2084. Es una suerte que esté a la sombra, porque la temperatura es de 115 °F [46 °C]. Permanecer expuesto a la luz solar directa en este calor durante más de unos minutos es garantizar la insolación. Alrededor, sólo observo un puñado de vehículos en movimiento. Hay poca gente en la calle. Incluso de noche, hace demasiado calor para sentarse al aire libre, ya que se libera el calor absorbido durante el día por el acero y el hormigón de París. La Ciudad de la Luz se ha convertido, como tantas otras, en la Ciudad del Calor, y sus cafés al aire libre son sólo un recuerdo.

Desde París, nuestra reportera viaja a Calais por el canal de la Mancha.

De camino aquí, viajar fue tan difícil que estuve a punto de rendirme y regresar a París. En poco tiempo, nadie podrá hacer un viaje como éste de forma segura. Así como Gibraltar era el punto de entrada natural a Europa para los africanos que intentaban moverse hacia el norte para escapar del calor mortal, Calais, a sólo 20 millas [32 kilómetros] a través del canal desde Dover, ha sido el punto de salida natural para quienes intentan llegar a los climas más fríos del antiguo Reino Unido. En la década de 2020, los británicos querían reducir la inmigración legal e ilegal. Durante un tiempo cumplieron su deseo, pero a fines de la década de 2030, el número de inmigrantes ilegales que llegaban al antiguo Reino Unido comenzó a incrementarse y se ha mantenido en aumento. La función principal de Calais ahora es atender esa migración ilegal. Así como vi pocos españoles en el sur de España, la mayoría de las personas con las que veo y hablo en Calais no son franceses ni británicos, sino árabes, africanos, sirios y eslavos. Parece ser que lo único que tienen en común es que vienen de alguna otra parte y que están decididos a llegar a los acantilados de Dover. Algunos migrantes intentan atravesar a nado el canal, pero pocos sobreviven. El tumulto aquí me recuerda a una escena de los viejos noticieros en la que se mostraba el caos en la Caída de París, cuando los alemanes se acercaban y los parisinos corrían dispersándose por todos lados.

En el puerto de Calais, veo una recreación de otra escena de la Segunda Guerra Mundial: la fuga de la Fuerza Expedicionaria Británica de Dunkerque, en cientos de embarcaciones de todo tipo. Ahora el agua está llena con otra mezcla de barcos, abarrotados hasta sus barandillas con personas que se dirigen a la tierra prometida de Inglaterra, donde los operadores de contrabando los recibirán… o al menos, ésa es su esperanza.

Había pensado que conseguiría un pasaje en uno de esos barcos e informaría desde Inglaterra, pero me encuentro completamente derrotada y deprimida por lo que hasta ahora he visto. Je me rends.*

* En francés en el original, “Me rindo”. (N. del T.)