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Independencia energética vs transición energética

A pesar de que Trump es un ferviente partidario de los hidrocarburos, la transición energética ya está causando eco en EU. | Alicia Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

Desde las crisis del petróleo de los años 70 y 80, Estados Unidos ha buscado la forma de reducir su dependencia del petróleo extranjero. No ajeno a esa ambición estadounidense, Donald Trump busca la independencia energética, pero ¿existe la “independencia energética” que Trump quiere y pregona en un contexto marcado por una transición energética?

Existe una gran desconexión entre los datos duros, el discurso de Donald Trump y lo que sucede en la industria petrolera. Durante los 10 años anteriores a la administración de Trump, los niveles de importación de petróleo eran muy altos y por primera vez, en 2018 se registró un valor de importación neta de cero, un hecho realmente significativo. Al observar los números del comercio energético estadounidense, lo que se deduce es que Estados Unidos comenzó a reducir las importaciones de petróleo debido a la revolución del esquisto y a elevar las exportaciones gracias a la eliminación de las restricciones a la exportación del crudo a finales de 2015, un legado de la administración de Obama.

Es cierto que la política de dominio de la energía de Trump ha contribuido a que Estados Unidos se convierta en uno de los principales productores y exportadores de petróleo. De hecho, desde que Trump llegó a la Casa Blanca las exportaciones brutas estadounidenses de energía primaria aumentaron 37%, mientras que las importaciones brutas se redujeron 10%. El incremento de las exportaciones de energía de Estados Unidos ha sido impulsado por los productos petrolíferos, gas natural, petróleo crudo y carbón.

No obstante, ser uno de los mayores productores y exportadores de petróleo no significa ser independiente, lo que realmente significa es que la administración de Donald Trump está cambiando la forma en la que Estados Unidos interactúa con el mercado global del petróleo y sus derivados. Estados Unidos tiene una estrategia distinta a la que tienen Arabia Saudita, Rusia y otros países. Los estadounidenses exportan petróleo ligero, pero importan petróleo pesado para procesarlo, pues su país cuenta con alrededor del 20% de los complejos de refinación del mundo para la transformación del crudo pesado. Por su parte, los saudís y rusos exportan petróleo pesado en grandes cantidades, pero su capacidad de refinación es baja comparada con la de Estados Unidos.

Es difícil pensar en una independencia energética especialmente porque el comercio global de energía es más complejo que extraer y exportar petróleo, y sus implicaciones geopolíticas no son para minimizarse.

No hay duda de que el petróleo estadounidense ha contribuido a que los precios lleguen a sus niveles más bajos durante más de un año, pero éstos no han descendido más debido a que Arabia Saudita y sus aliados de la OPEP redujeron la producción como respuesta a la llegada del petróleo estadounidense al mercado mundial. A finales de 2018 mientras Arabia Saudita y la OPEP debatían cuánto petróleo producirían en 2019, Trump les pedía aumentar la producción con una narrativa combinada entre adulación y amenazas que no reflejaba ni el dominio de la energía estadounidense ni la independencia energética.

Asimismo, los privilegios que la administración Trump concedió a China, India, Italia, Grecia, Japón, Corea del Sur, Taiwán y Turquía después del restablecimiento de las sanciones económicas a Irán representan una muestra de los temores estadounidenses y una medida preventiva para contener el aumento de los precios del petróleo.

En realidad, el comercio exterior de combustibles fósiles de Estados Unidos se encuentra en términos estándares, pues a pesar de que la administración de Donald Trump ha logrado exportar miles de millones de dólares en petróleo y petrolíferos (183 mmd en 2017), Estados Unidos continúa siendo un gran importador de crudo y también de productos derivados, especialmente de gasolina cuyo 25% proviene del extranjero.

En este sentido, mientras los estadounidenses dependan de los combustibles derivados del petróleo para el transporte permanecerán expuestos a los choques de precios que se determinan en el mercado petrolero mundial y que muestra la vulnerabilidad de Estados Unidos respecto del exterior y la ausencia de una independencia energética.

Cabe resaltar que Estados Unidos es el principal importador de electricidad del mundo, la cual es abastecida desde Canadá. Además, si se cuentan a Canadá y México en la ecuación del mercado energético estadounidense, Donald Trump quizá podría hablar más en términos de seguridad energética, ya que ambos países contribuyen significativamente con el suministro de petróleo a Estados Unidos. El fuerte vínculo comercial entre Estados Unidos, Canadá y México ha creado un mercado energético más integrado en América del Norte, muy distinto a una supuesta independencia energética estadounidense.

Transición energética, lo de hoy

Por otra parte, el agotamiento de los hidrocarburos y los efectos nocivos del calentamiento global están obligando a los países a replantearse el concepto de seguridad energética, a fin de reorientarlo hacia garantizar el suministro a través de fuentes de energía limpia. Hoy la mayoría de los líderes del mundo están impulsando una transición energética en la que las fuentes renovables se están abriendo paso. Paradójicamente con la tendencia actual, desde los años 70 y 80, Estados Unidos ha utilizado la noción de autosuficiencia energética para impulsar el uso de energía nuclear, eólica, fotovoltaica, entre otras fuentes limpias. El que Trump se vanaglorie por el aumento de la producción y exportación de petróleo sólo demuestra una visión limitada y arcaica de la situación global.

A pesar de que Trump es un ferviente partidario de los hidrocarburos la transición energética ya está causando eco en Estados Unidos. En diciembre pasado nueve estados de la Unión Americana lanzaron una propuesta en la cual establecen su propio límite y precio a las emisiones de carbono de los combustibles del transporte, y con la que abiertamente desafían el plan de Trump de retirarse del Acuerdo de París y se alinean con los resultados alcanzados en la COP24 celebrada en Polonia. En el ámbito electoral, el problema del calentamiento global se está posicionando como un tema de campaña hacia el 2020, incluso los demócratas están promoviendo el Green New Deal que enfatiza la protección ambiental y reclama el impulso de la transición energética y el fin de la utilización de los combustibles fósiles.

Sin duda, Estados Unidos tiene un gran papel en el mercado petrolero global que no tenía hace 10 años. Sin embargo, la búsqueda de la independencia energética de Donald Trump se limita al suministro de petróleo para cumplir sus objetivos de seguridad energética, sin considerar el rumbo que se quiere seguir al interior de Estados Unidos y por la comunidad internacional hacia una transición energética que contribuya a la adaptación de los efectos negativos ambientales que hemos ocasionado y que amenazan nuestra existencia.

 

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