La gesta de independencia no se debería de festejar como el cumpleaños de cualquier mortal, el día de su inicio, sino el día de su consumación y victoria. Es decir, en el día en que la lucha por la independencia nacional cesó, dejó de existir y murió, para dar vida a la nueva nación.
En el caso de México, tal fecha podría ser el 27 de septiembre, por ser el día cuando el Ejército de las Tres Garantías, liderado por Agustín de Iturbide, marchó triunfal por la calle hoy llamada Francisco I. Madero.
Sin embargo, ese 27 de septiembre fue en realidad un hecho festivo, militar y patriótico, pero no marcó ni definió la independencia de México. En todo caso, habría de ser el día siguiente, el 28 de septiembre cuando se firmó el Acta de Independencia, redactada por Francisco Manuel Sánchez de Tagle. Sin embargo, existen otros acontecimientos históricos que bien podrían marcar la fecha de la independencia nacional.
Hacia 1820 ya no quedaba ninguno de los líderes insurgentes e insurrectos de la gesta inicial de independencia, sólo de manera destacada Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria (Nicolás Bravo e Ignacio López Rayón se encontraban presos).
El Virrey Juan Ruiz de Apodaca designó a Iturbide para terminar con el último reducto de la revolución de independencia, es decir, con Vicente Guerrero que se encontraba internado en las selvas veracruzanas. Sin embargo, lo que el Virrey no sabía era que Iturbide tenía planeada la independencia de la Nueva España (éste militar del Ejército Realista, había confabulado en la Conspiración de la Profesa, para liberar a la Nueva España de la tiranía de la Constitución de Cádiz, reestablecida en España en 1820 por Fernando VII).
Una vez que Iturbide se dio cuenta que no podía acabar con Vicente Guerrero, le ofreció un pacto: aliarse en pos de la independencia. Ese pacto de caballeros se refrendó en Acatempan, con el supuesto abrazo entre los dos. Sin embargo, hay quienes dicen que ese abrazo fraterno nunca ocurrió, porque Guerrero padecía de vitíligo (el mal del pinto), que en esa época se consideraba contagioso.
Así que abrazados los próceres o no, el 24 de febrero de 1821 Iturbide decidió darle forma jurídica al proyecto de independencia con el Plan de Iguala, y con ello, declarar el nacimiento de la nueva patria. Se decidió ahí que la bandera sería tricolor como símbolo y representación del ejército de las tres garantías: religión, unión e independencia.
Lo particular del Plan de Iguala es que, como propio de la época, se reconoció a la religión católica como la única y tolerable dentro del nuevo Imperio, dando con ello, pasos atrás en el liberalismo que instauró la Constitución de Cádiz. Se invitó a Fernando VII a reinar en su otrora colonia de ultramar y que, en caso de que no pudiera hacerlo, se dispuso de una lista de su progenie. Con lo anterior, se establecieron las bases jurídicas y políticas del Imperio Mexicano.
Unos meses después, el 24 de agosto de 1821 a la llegada del nuevo Virrey Juan O´Donojú, Iturbide se adelantó a su llegada a la Ciudad de México y lo interceptó en Córdoba, Veracruz. Ahí, presumiblemente lo obligó a firmar los Tratados de Córdoba, en donde se reconoció a México como un Imperio independiente.
Un mes después, el 27 de septiembre, Iturbide entró a la cabeza del Ejército Trigarante a la Ciudad de México y un día después fue el primero en firmar el Acta de Independencia.
Sea de una forma u otra, la independencia de México tiene cinco posibles fechas para su celebración y conmemoración: el 16 de septiembre de 1810 día del grito de Dolores; el 24 de febrero de 1821 en que se proclamó el Plan de Iguala; el 24 de agosto de 1821 en que se firmó el Tratado de Córdoba; el 27 de septiembre de 1821 cuando marchó el Ejército Trigarante en la Ciudad de México; o, el 28 de septiembre en que se firmó el Acta de Independencia.
Al parecer, cualquiera de los eventos mencionados, es una mejor fecha para celebrar la independencia, que el 16 de septiembre. Sin embargo, parecería ser un despropósito de la historia oficial reconocerle algún gesto histórico a Agustín de Iturbide.
Sería tanto como que la Iglesia diera algún mérito a Judas Iscariote por la salvación de las almas cristianas. Y sin embargo, lo tiene. Fue una pieza esencial e indispensable para cumplir la misión del padre. Sin el engaño de Judas, Jesucristo no hubiera sido crucificado.
Algo de ello ocurre en nuestro panteón nacional. Si bien Iturbide fue un criollo miembro del ejército realista, oportunista, que luego se convirtió en Emperador y fue fusilado en Soto la Marina, Tamaulipas; también es cierto que el desencadenamiento de la independencia nacional se dio gracias a él. De las cinco posibles fechas para conmemorar la independencia, cuatro de éstas, él fue el factor esencial.
Sería políticamente incorrecto otorgar el prestigio de la Independencia a Iturbide y sin embargo, él fue el hombre de la situación de la Independencia. No tiene el heroísmo de Morelos o de Hidalgo, es decir, tal vez no sea el padre de la patria; pero es una realidad que él logró la Independencia, ya sea a través del Plan de Iguala, los Tratados de Córdoba, la marcha triunfal del Ejército Trigarante o el Acta de Independencia.
En los eventos definitivos para lograr la independencia nacional, Iturbide estuvo involucrado y hoy, nadie lo recuerda. Sobre todo, nadie le otorga el mérito que le corresponde en la historia nacional. Pues cómo habría de ser, hijo de españoles, traicionero, militar del ejército realista, primer emperador de México y muerto en el paredón de fusilamiento por traidor a la patria.
Es claro que a ninguna nación le gustaría tener a alguien con esas características como libertador de la patria. Sin embargo, Iturbide fue quien logró nuestra independencia, nos guste o no. Por ello, en el mes de febrero debemos recordar nuestra historia y nuestra independencia.
@gstagle