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Incertidumbre

El Estado mexicano no ha logrado imponer las condiciones suficientes para poder planear nuestro futuro con certeza.

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Escrito en OPINIÓN el

La gran mayoría de las emociones humanas, como el miedo, la risa, el enojo, la indignación y algunos otros, provienen de la aparición súbita de hechos y su presencia inesperada en el curso regular de los acontecimientos. Es la sorpresa en muchas ocasiones la que nos hace reaccionar; surge ante lo inesperado. Ahí el temperamento y la personalidad juegan un papel crucial.

 

La monotonía en cambio, aunque aburrida, es el estado natural de las cosas. La normalidad o el curso cotidiano de los actos, generan cierto estado de bienestar y confianza. Es la expectativa cumplida y la experiencia que produce, la que inspira seguridad. Como el hecho de conducir un vehículo por una carretera y saber que después de la curva prominente, no hay un acantilado mortuorio, sino que la carretera lisa, sigue su curso y el vehículo en ella.

 

La expectativa de lo cierto, permite que podamos vivir con regularidad. Lo mismo que el conocimiento de nuestro entorno natural y social. Lo común es que al estar en la calle, no seas atacado por una jauría de perros o no te claven un puñal por la espalda para quitarte el mandado. Cuando sucede lo contrario, lo inesperado, la duda impregna a las personas y la seguridad y confianza en que las cosas ocurrirán como debieran, se desvanece. Se produce el miedo.

 

El hombre en sociedad sigue cánones de conducta establecidos, de tal manera que nuestro comportamiento sea predecible. Ello genera un respeto básico en las experiencias del prójimo. De alguna forma, todos vivimos en la cotidianeidad y la certeza inmaterial que provoca.

 

Las premisas y obligaciones esenciales del Estado son la seguridad y el bienestar social. En ambos casos, el Estado debe garantizar un mínimo básico de seguridad pública, social y jurídica. En ello, debe de brindar certidumbre a sus ciudadanos. Pero qué sucede cuando la incertidumbre es la regla. Cuando el estado normal de las cosas es lo desconocido y la desconfianza es la regla general. La sociedad es arropada por el miedo, el enojo y la indignación.

 

En México sucede que lo inesperado y la excepción a la regla, se han vuelto la norma. El Estado mexicano no brinda ni seguridad, ni certeza, ni capacidad de predicción. Así que todos estamos a la vera y sometidos a la ley del más fuerte. Cuando es el propio Estado el que debe de dotar de confianza mínima y convivencia civilizada entre sus ciudadanos.  Y ante la ausencia de certezas, impera la desconfianza, el miedo, la indignación, la resignación, en perjuicio de nuestra dignidad individual y colectiva.

 

Los niveles de inseguridad, la pobreza extrema, el deceso en la capacidad adquisitiva, la corrupción y su hermana impunidad, hacen que la confianza en la monotonía y en la predictibilidad, se desvanezca. Es por el contrario, la certeza de no saber si la integridad (física, jurídica e incluso patrimonial) está garantizada. Si el policía que ronda la cuadra, no es quien irrumpe en una casa para robar, violando la intimidad básica o el que secuestra. Tampoco se tiene la certeza sobre si un delincuente en la cárcel (los pocos que hay), está bien guardado o si es él, el que extorsiona. No hay posibilidad de predecir.

 

Ejemplos hay por millares, pero todos concluyen en una realidad. Los mexicanos no sabemos qué será de nosotros en el corto y mediano plazo.El Estado mexicano no ha logrado imponer las condiciones suficientes para poder planear nuestro futuro con certeza.Nuestra constante cotidiana, es la incertidumbre. Y como sentimiento, lo desconocido produce estrés, insatisfacción y enojo.

 

En México reina la incertidumbre en la gran mayoría de los espacios públicos y privados. Dotar de certezas a los mexicanos, debería ser una prioridad. En cambio, hoy en México la gran mayoría vive con miedo, indignación y sin seguridad sobre sí mismo y su futuro. Eso es porque lo único cierto, es la incertidumbre; porque la expectativa, pocas veces se cumple.

 

@gstagle