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Implicaciones de la muerte de Pancho Cayagua

El problema de la violencia provocada por las disputas entre organizaciones criminales en la Ciudad de México, lejos de amainar, va al alza de manera alarmante

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Escrito en OPINIÓN el

Francisco Javier Hernández Gómez, alias “Pancho Cayagua”, asesinado el pasado miércoles en la delegación Gustavo A. Madero, era uno de los actores clave en la venta de droga al detal en la Ciudad de México, ya que durante muchos años dirigió una de las principales bandas criminales de la zona llamada la Unión Tepito. Por ende, no se puede descartar que su muerte se materialice en las próximas semanas y meses, en un aumento en la violencia en las delegaciones y municipios de la zona metropolitana en donde dicha organización tiene influencia.

En este momento muchos aspectos relacionados con el asesinato de Cayagua no quedan del todo claros y por ende es difícil responsabilizar fehacientemente a una persona u organización en concreto del hecho, lo que sí es claro, es que se trató de un acto que se planificó con cuidado y buscaba dar muerte al líder criminal. Por ende, se puede deducir que detrás del crimen está una persona o grupo de personas que obtienen un beneficio directo, ya sea al interior de la propia organización o fuera de la misma, como sería el líder de una organización rival.

Si bien ninguna teoría se puede descartar aún, una de las hipótesis que ha cobrado más fuerza en las últimas horas es que los responsables del crimen son una facción de la Unión Tepito al mando de “El Betito”, que había ido ganando espacios y desplazando la posición de Cayagua, sobre todo en los meses que fue encarcelado en el Reclusorio Norte, por lo que cuando este último fue puesto en libertad, comenzó una disputa por el control de la zona de influencia entre ambos líderes.

La cuestión es que independientemente que se trate de una disputa interna por el control de la Unión Tepito o un intento de una banda rival por disputarle su área de influencia, lo cierto es que se trata de un asunto que debe preocupar a las autoridades de la Ciudad de México, porque no se puede descartar que dicho asesinato provoque más homicidios en la zona.

Resulta difícil pensar que el asesinato de Cayagua ponga fin a las hostilidades, de hecho, resulta más lógico que con este crimen se disparen los homicidios dolosos en el centro y norte de la Ciudad de México y algunos municipios conurbados del Estado de México. Por lo que se requiere que las autoridades diseñen en lo inmediato, un plan de contención de la violencia que se podría presentar en la zona y busquen neutralizar las acciones de las facciones en disputa, para reducir al mínimo el impacto en la calidad de vida de las personas que viven en la zona.

Incluso tomando como cierta la suposición de que la posición de Pancho Cayagua se había venido debilitado desde hace un par de años, lo cual permitió el ascenso de otras figuras al interior de laUnión Tepito, como es el caso de “El Betito”, sería poco sensato creer que Cayagua no conservaba al momento de su muerte un grupo amplio de afines, que estarían dispuestos no solo a vengar su muerte, sino también a disputar el control de la organización criminal.

A final de cuentas, Pancho Cayagua estuvo tantos años frente que pudo forjar una importante red de aliados y un grupo con intereses diversos al de la facción de “El Betito”. Dicho lo anterior de otra forma, la ejecución de Cayagua, lejos de resolver los problemas de liderazgo de la organización, los puede agravar y propiciar escisiones, que sin duda se materializarán en violencia, debido a que ambas facciones tendrán que convivir en una misma zona de influencia y pelearán por las mismas fuentes de ingresos.  

El escenario de que el asesinato de Cayagua se deba a una disputa con una organización criminal rival, es aún peor, porque habría una organización con una importante capacidad operativa, que está dispuesta a un enfrentamiento prolongado para hacerse del control de la venta de drogas y otras actividades criminales en el centro y norte de la Ciudad de México.

De igual manera, se debe entender este asesinato como un síntoma de una enfermedad, que no ha sido debidamente atendida por las autoridades. La cual es el crecimiento y el empoderamiento de las organizaciones criminales en la Ciudad de México en los últimos años. Ya que, de manera sostenida, pequeñas bandas fueron consolidando su posición y el arribo de células de organizaciones criminales nacionales, han provocado que hoy la Ciudad de México sea un campo de batalla entre varias organizaciones criminales.

Lo grave es que el problema de la violencia provocada por las disputas entre organizaciones criminales en la Ciudad de México, lejos de amainar, va al alza de manera alarmante y no resulta claro que las autoridades estén implementando acciones suficientes para frenarla. Por lo que resulta urgente un viraje de 180 grados, que implique el desarrollo de cuerpos de inteligencia que les den seguimiento a dichas organizaciones, además de acciones que busquen cortar sus redes de suministro y labores de contención de la violencia en las zonas más problemáticas.

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