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Historias de unicornios

Entre el Museo de Cluny y The Cloisters.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Cualquier persona que haya vivido la fortuna de ver pasar a un unicornio, sabe a qué punto son hermosos. Altivos y libres. Muy blancos y con colas muy largas. Los “unicornis” del latín, los “Monokeros del griego antiguo. Los unicornios tienen poderes particulares: les es dado purificar el agua de los manantiales, separar a los justos de quienes no lo son tanto. Según los griegos, sobre sus lomos se paseaban los dioses. No tienen, en cambio, particular propensión a convivir con los humanos. Pero si esta convivencia se da, si un humano sabe ser merecedor de su compañía, son amorosos y muy dulces. Aman la música y la poesía y tienen poderes mágicos que les permiten realizar los deseos de las personas a las que aman. Y por las cuales se saben amados. 

“La dama del Unicornio”. Museo de Cluny, París.


La sala de las tapicerías de unicornios en el Museo de Cluny (finales del siglo XV), en París, es una prueba magnífica de la convivencia amorosa entre los unicornios y una mujer. La sala de las tapicerías de unicornios en The Cloisters (1495- 1505), en Nueva York, es la prueba irrefutable de las buenas razones del unicornio para desconfiar de los humanos. Y sí, cantidad de humanos han sido con ellos, particularmente canallas. Los acechan, los persiguen, los cazan. Quieren poseer sus poderes. No soportan ni su libertad, ni su belleza. A esos humanos depredadores les da por suponer que si atrapan al unicornio, pueden poseer su fuerza y sus virtudes. Los unicornios tan dulces, son feroces cuando se sienten acorralados. Y sin embargo, sabemos que algunos de ellos han sido derrotados. Les comparto – no sin dolor y sin enojo- las pruebas:

“Unicornio cautivo”. The Cloisters, Nueva York.


En el centro de la sala del museo de Cluny está ese bellísimo tapiz (la primera imagen arriba) en el que podemos leer las siguientes palabras: “À mon seul désir”, “A mi sólo deseo”. Una mujer entrega sus joyas que serán guardadas en un cofre. Los unicornios son testigos. La interpretación (medio pudibunda) en el cartelito del museo es que: “se desprende de sus bienes materiales”, pero una no tiene por qué atender a semejante interpretación, por diversas razones. La primera: la frase que se abre a los territorios del deseo. Luego, porque los cinco otros tapices en la misma sala, están dedicados al homenaje de los cinco sentidos. De los tapices deducimos la suave y muy erotizada complicidad entre el unicornio y la dama. Ella espera a alguien. Está a punto de entrar a la tienda que apreciamos detrás. Los unicornios se emocionan. Ellos lo saben. ¿Acaso no tienen el poder de cumplir los deseos?


“La vista”, Museo de Cluny.

 Parece que las primeras descripciones de unicornios que conocemos en occidente se remontan al año 398 antes de Jesucristo. Ctesias, un historiador griego, habla de ellos a partir de las narraciones hechas por los viajeros. Entonces los unicornios vistos por humanos habitaban la India. Podemos imaginar que cantidad de ellos habitaban por todos lados, pero su astucia les permitía no ser vistos. Considerados figuras mágicas y emblemáticas, fueron utilizados para decorar los blasones de familias de la nobleza. Lo que los tiene muy sin cuidado. La opulencia nunca ha sido lo suyo. Viven en los cielos y en los bosques. Visibles e invisibles. Es probable que una vasta colonia de unicornios habite la Atlántida. Su cuerno tiene fama de ser mágico y curativo. Detiene los efectos del veneno, por ejemplo. Para su mala suerte, los humanos suponen que su cuerno hecho polvo, podría otorgarles poderes. Así de banales y envidiosos somos. Entonces, los humanos los hemos sometido a estas cacerías humillantes y brutales:

“El unicornio es atacado”, The Cloisters.

El polvo de su cuerno podía llegar – decían- hasta a revivir a los muertos. Nadie jamás ha ofrecido la menor prueba de lo anterior. También se murmuraba que una piedra preciosa se escondía en su cuerno. La ambición, entonces, ha llevado a los hombres a acecharlos. En el siguiente tapiz podemos observar a los cazadores caminando por los bosques, con la oscura intención de atrapar y doblegar al animal más hermoso y bello del mundo. Es un hecho: a los humanos nos reta, nos afrenta, la libertad. Nos cuesta aceptar aquello que se nos escapa. Lo que sólo puede aprehenderse en la contemplación y el silencio. Miren nada más: 

“Los cazadores se internan en el bosque”, The Cloisters.


Capturar a un unicornio jamás ha sido tarea fácil, de allí – también- su fama de poderosos e indomables. Una de las versiones es que para atraparlos es necesario que los seduzca una doncella. Nunca falta una malvada que se preste a esos engaños. La joven en cuestión debe sentarse desnuda a mitad del bosque, con aires lánguidos y como distraídos. El unicornio la mira, le da sus vueltitas, se acerca confiado. Ella sonríe ingenua y encantadora. Le canta una cancioncita. Le hace cariñitos. Para después traicionarlo. El unicornio se duerme y ella lo entrega a sus nuevos amos. Cuando el recurso es la caza, muchísimos expertos se internan en los bosques con sus perros (los perros sufren en estas circunstancias, un denso sufrimiento moral, es un hecho que participan contra su voluntad). Los unicornios se defienden con su conocida ferocidad ante los ataques de la maldad, como podemos observar acá: 

“El unicornio se defiende”, The Cloisters. 


Las siete tapicerías de The Cloisters nos narran la crueldad de los humanos y la tragedia del unicornio perseguido y al final, asesinado. La derrota de algo que quizá podríamos llamar: El bien. Lo que es bueno. Son tapices hermosos y muy tristes. Hermosísimos. Podríamos en ellos aprender cantidad de lecciones de todo lo que no se debe hacer en la vida, para poder aprender a amar y a respetar la luminosidad y la belleza. Para entender el derecho de todo ser vivo a la libertad. La sala de los tapices del Museo de Cluny, en cambio, es una fiesta, un homenaje al encuentro entre los unicornios y los más bellos deseos y placeres humanos. Los cinco sentidos. Los deseos. El llamado a la vida inscrito en el erotismo y la convivencia armoniosa entre los seres vivos.

Les comparto un video de las tapicerías de Cluny, que me gusta muchísimo. A partir de mirarlo con detenimiento y escuchar la música, es posible que logremos que el unicornio acuda a la cita. Si somos nobles con él, y sabemos cuidarlo, regresará a visitarnos cuando quiera. Basta con dejar una puerta, una ventanita abierta. Si se nos olvida, él toca con golpecitos prudentes con su patita marrón. Vendrá y se acomodará al lado nuestro a narrarnos historias. Me faltó decirlo: el unicornio es un gran narrador de historias. Si somos pacientes, en cualquier momento llega. Entra. Conversa. Nos lo deseo de todo corazón, porque la casa se ilumina y si hace frío, aparece una chimenea de repente y sus leños se encienden solos. Si hace calor, se suelta una brisa deliciosa como una caricia. Después me cuentan.