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Guerrero, en el olvido

Fox y Calderón reorientaron el gasto federal, sacrificando partidas que tenían por destino paliar las extremas desigualdades de estados como Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas, entre otros.

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Escrito en OPINIÓN el

Las crisis dan la medida de los hombres, y la de nuestros diputados resultó bajo cero.

 

Ayotzinapa, en su insondable horror, no les movió a más que tomar la tribuna e intercambiar acusaciones, cuchifletas y fotografías.

 

Imposible esperar más de ellos, cuando los dirigentes de partido se regodean en el expediente de sacar raja política del duelo nacional.

 

Lo importante para diputados y dirigentes no son los desaparecidos ni sus familiares, la inseguridad plasmada en un rosario de fosas sin fondo y menos la debilidad institucional ante un fenómeno que se antoja fuera de control. Para ellos lo único substancial y relevante es quién se fotografió con quién. Escupen al viento; porque no hay partido que se salve de relaciones cuestionables, ni personajes impresentables.

 

Pero en la tesitura de a quién responde el ascenso de personajes como Abarca y su señora, de quienes por cierto, habrá que probarse lo que se les imputa, tal y como lo marca el principio constitucional de presunción de inocencia; en esa tesitura, repito, habrá que asociarlos, antes que con nadie, con Fox, Calderón, y tras ellos, con el modelo económico imperante.

 

Fox y Calderón reorientaron el gasto federal, sacrificando partidas que tenían por destino paliar las extremas desigualdades de estados como Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Chiapas, entre otros.

 

El gasto programable se fue a otras entidades y a otros menesteres. Las consecuencias no se hicieron esperar, la pobreza creció en magnitud y en calidad. No nada más hay más pobres, sino que su nivel de desamparo, una vez destrozadas las economías regionales, no tiene parangón en la historia de México, Nueva España y el mundo prehispánico.

 

Guerrero es un estado eminentemente agrícola y su agricultura es temporalera. Los apoyos y programas al campo desaparecieron de la preocupación gubernamental con Fox y Calderón. Para ellos la solución no era hacer productivos a los campesinos, sino desplazarlos por empresarios exitosos. Los hombres del campo que pudieron migraron, bien para dedicarse a ser nómadas en su propia patria, recorriendo como jornaleros campos agrícolas privados y ciclos productivos, o para, jugándose la vida, probar fortuna en tierras ajenas.

 

Y los que se quedaron, ¿de qué podían vivir?

 

No faltará quien me diga que Fox y Calderón impulsaron programas para paliar la pobreza y sí, con independencia a su efectividad, el asistencialismo se implantó en sustitución del imperativo de justicia social. Pero el asistencialismo, asiste, no resuelve ni transforma la realidad de la miseria extrema.

 

Abandonados a su suerte, en un país donde el Estado abdicó de su función política para quedar sometido a las fuerzas del mercado, ¿qué le quedaba a la desamparada población de Guerrero, que no fuese ser arrollada por los poderes fácticos que, como es obvio, no se concretan a los 300 empresarios consentidos del gobierno y dueños de todo proyecto, toda concesión y todo beneficio, y que en aquellas zonas se expresan en actividades de difícil, si no nula licitud.

 

La ecuación se cierra con los partidos políticos. Convertidos en máquinas electoreras, sin ideología, cuerpo doctrinario ni compromiso político y social, también presas del juego del mercado, pusieron al mejor postor sus candidaturas. Para ellos, citando a un clásico, hay que ganar “haiga sido como haiga sido”. Si hoy ganó, como con Aguirre y el PRD, con quien ayer era objeto de mi desprecio y ataque, que así sea. Si ganó con Chucho porque tiene o consigue dinero, sabrá Dios de dónde y cómo, que así sea. Si ganó con Juan, porque es un desconocido al que puedo convertir en un fenómeno de popularidad, que así sea.

 

La mezcla era perfecta: Abandono del Estado, pobreza y desamparo extremos, poderes fácticos dueños de la situación y maquinarias electoreras entregadas al mercado.

 

Hoy esa realidad nos ha alcanzado y arrollado.

 

Ayotzinapa es la fotografía más nítida del fracaso del modelo de desarrollo como del modelo de democracia.

 

La sociedad hecha Estado no puede abdicar de la política. Aquél y ésta no pueden condenar al olvido a poblaciones y regiones más desamparadas. Los poderes fácticos y sus juegos de mercado no son la solución y exigen ser regulados. Los partidos políticos no pueden ser negocios ni simples maquinas de ganar elecciones “haiga sido como haiga sido”.

 

Finalmente, los diputados no pueden ser tomadores de tribunas ni comportarse como porra en estadio de futbol.

 

@LUISFARIASM