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Gobernar el reino del Face

Podremos estar frente a un gobernador virtual.

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Escrito en OPINIÓN el

“Vamos a gobernar los dos”, dijo Jaime Rodríguez al ser cuestionado sobre quién gobernará Nuevo León, si él o Fernando Elizondo. No dijo que él con auxilio de Elizondo, sino los dos. Cierto que luego atemperó diciendo que él sería gobernador “y no quedará duda” de ello; pero sabemos que una cosa es ser gobernador, cobrar como tal, cortar listones, presidir eventos de ocasión y dar entrevistas, y otra muy distinta gobernar. Para no ir más lejos, existen varias entidades desgobernadas con gobernadores muy activos mediática y empresarialmente.

 

En el caso de El Bronco podremos estar frente a un gobernador virtual, gobernando su reino en Facebook y tuiteándose con la raza pero sin efectividad de gobierno real, además de un Ejecutivo doblemente dividido: Por un lado una gubernatura bicéfala; por otro, un gobernador bifronte confrontado con los Congresos federal y local, con los municipios y con los partidos.

 

Las redes generan comunidades de ocasión que surfean sobre una infinidad de mensajes en los que nada cuentan los contenidos, de haber alguno. Su comunicación es tan rápida y ubicua como superficial. Carecen de capacidad de socializad, solidaridad y responsabilidad. Hacen ruido, no gobierno.

 

Elizondo, al que El Bronco salvó del descrédito de un 2% de votos tras haber sido gobernador de Nuevo León (por cierto, mucho mejor que Canales al que substituyó), no tiene otro mérito político que la imposición del Grupo de los Diez, especie de hermandad secreta del gran capital neolonés. Su prestigio de gran financiero no le alcanza para salvar su nada democrático arribo al poder. Jaime Rodríguez sostiene que él no es Fox ni va a gobernar con su vieja (Bronco dixit), sin percatarse que en su gobierno sí habrá pareja gobernante; no por amor o toloache, es cierto, pero sí por imposición del gran y reacio empresariado regiomontano.

 

Las preguntas son cuánto habrá de durar la bronca “pareja” y qué tan bronco resultara El Bronco cuando pierda el respaldo-control de los señores del dinero. Qué hará cuando El Norte exija a la pareja un ménage à trois.

 

No sé por qué la asociación en participación de Bronco-Elizondo me recuerda Guanajuato en 1991, donde sin juicio de por medio se anuló la elección de gobernador y sin extraordinaria alguna se designó a un gobernador por seis años sin que nadie hubiese depositado un voto por él. Los panistas lo presumen como el gran quiebre de la democracia mexicana, cuando bien vista la imposición fue la negación misma de la democracia. Y tal es el caso: Sin un voto a su favor, Elizondo gobernará con Rodríguez por el tiempo que el ego desbordado del segundo lo permita.

 

Como era de esperarse, Rodríguez ya le bajó a la persecución de Medina y al rechazo de la obra hidráulica, a cambio de apoyo federal para sanear la deuda del Estado y financiar el proyecto Monterrey VI. Hasta allí llegaron sus únicas ofertas de campaña.

 

Pero lo que más preocupa es su visión de gobierno. Para él la relación entre poderes se pervirtió desde que “se les dio a los Congresos la aprobación del presupuesto, obviamente chantajean al Ejecutivo, los partidos se apoderaron de los Congresos y a partir de eso chantajean al gobierno en lugar de potenciarlo y ayudarlo”. ¡Vive Dios! Ni Fox se hubiese atrevido a sostener semejante despropósito. Tal vez ni siquiera Martita.

 

La división de poderes, los pesos y contrapesos, los controles mutuos son entendidos por El Bronco como chantajes.

 

Sinceramente creí que el personaje saldría con algo un poco más elaborado, pero caigo en cuenta que su cultura política es propia del “Face”.

 

De paso, para las huestes broncas del “Face”: Los Congresos aprueban los presupuestos y auditan su ejercicio como parte del control que debe existir entre poderes para evitar la concentración y el abuso del poder. En otras palabras, no es chantaje, es control. No es un complot peñista contra el prócer independiente; existió en Roma entre el Senado y los cónsules, y fue la solución del varón de Montesquieu al absolutismo monárquico.

 

Sobre la división de poderes se construyó el Estado de Derecho, pero, claro, un “independiente” con 33 años de militancia y varias diputaciones federales y locales en su haber no tiene por qué saberlo.

 

Ahora bien, su visión absolutista la transforma en una alarmante amenaza: “Si el diputado fulano dice ‘yo no voy a aprobar eso’, voy a decirle al ciudadano ‘tu votaste por él… convéncelo’; ya es tiempo de poner en orden a los diputados, no son dueños del país”.

 

Imposible defender a los diputados, pero no así al régimen que nos hemos dado. Lo que nos advierte Rodríguez es que va azuzar a la gente contra los diputados que no se plieguen a sus mandatos. Nada de trabajo político, nada de concertación, nada de acuerdos. Al que no me apoye le voy a echar encima a la raza del Face y del Twitter. La estrategia no es nueva ni propia, es del PAN y la utilizó contra diputados que apoyaron el aborto. Las agresiones fueron incluso físicas y el hostigamiento se extendió a familiares y amigos de diputados. La actitud es fascista. Recuerda a las camisas pardas de Hitler.

 

El Bronco se olvida que los diputados fueron electos por el pueblo, igual que él y en la misma elección, y que gozan de legitimidad de origen propia. Los partidos a los que tanto odia a partir de romper su añeja militancia priísta son entidades de interés público protegidas por la Constitución. Y son, además, más necesarios para el Estado y la gobernanza que un fugaz y parlanchín independiente.

 

Por último, así como él acusa a los diputados de ser dueños del país, ellos con toda razón podrán alegar lo mismo de él con Nuevo León. Ninguno tendrá la razón y sólo deslavarán aún más la política y la democracia.

 

En fin, no es lo mismo ser un candidato echador que un gobernante electo democrático, institucional y efectivo. Pero eso sí, para el 2018 ve un independiente en la carrera que, no lo niega, podría ser él. ¡Pobre Nuevo León!