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Gentrificación

Un concepto que comunica la elitización de un espacio a partir de la llegada de personas con ingreso promedio superior al existente en esa zona. | Roberto Remes*

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Escrito en OPINIÓN el

En los últimos años hemos escuchado una palabra de manera constante, como un mantra del desarrollo: “gentrificación”. Un concepto que comunica la elitización de un espacio, de una colonia, a partir de la llegada de personas con ingreso promedio superior al existente en esa zona.

Los barrios antiguamente poseían una mezcla social que garantizaba las interacciones urbanas entre ricos, pobres, clase media, gente con profesión y gente sin profesión. Los niños ricos y los pobres coincidían en la escuela, lo que permitía cierta escalera social. Las familias se desdoblaban dentro del mismo entorno urbano.

Con la expansión urbana las colonias se fueron volviendo especializadas, ghettos, aunque siempre existan, y particularmente en las ciudades mexicanas, barrios en los que se mantiene la presencia de ricos y pobres, pero ya no la convivencia, porque los primeros se mueven en automóvil y los segundos a pie o en transporte público. El problema es cuando esto se altera de manera abrupta: ¿cuántos nuevos desarrollos, todos con el mismo formato de muro ciego, cochera y seguridad privada, se han construido en la Ciudad de México? ¿Cuántos particularmente en Xoco, Granada, Ampliación Granada y otras colonias con una configuración barrial?

Desde el Bando 2, emitido por Andrés Manuel López Obrador recién inició su administración como Jefe de Gobierno, se aceleró el proceso de gentrificación en la ciudad. Una medida en la dirección correcta, repoblar la zona central a partir de facilitar trámites en cuatro delegaciones, tuvo un impacto secundario no previsto entonces, la especulación del suelo.

Pese a todo, soy defensor del Bando 2. En esos años la ciudad vivía una expansión horizontal sin freno, que alcanzó el suelo de conservación en demarcaciones como Magdalena Contreras, Álvaro Obregón, Tlalpan, Xochimilco, Tláhuac, Iztapalapa o Milpa Alta. Necesitábamos un giro hacia la densificación de la ciudad central. El problema es que el Bando 2 no fue acompañado de otras acciones, amén que no fue metropolitano, por lo cual se mantuvo la presión de expansión horizontal en municipios conurbados cada vez más lejanos.

El Bando 2 tuvo el componente positivo de la recuperación de la ciudad central, en declive desde el terremoto de 1985, pero el inconveniente de la gentrificación y, sobre todo, sus efectos. Es allí donde hay que hacer énfasis, en las consecuencias.

El principal efecto de la gentrificación es la expulsión de pobladores. Un barrio que es renovado mediante el reciclaje del suelo expulsa personas que no tienen capacidad de mantener el nivel de vida. Aún en el caso de que le compren su casa a un adulto mayor, con cierta plusvalía, éste no puede mantener su calidad de vida ni su arraigo por mucho tiempo. A menudo, además, los procesos van acompañados de actos ilegales, o al menos indebidos, hacia los expulsados: acoso, presiones, amenazas. Con los antiguos habitantes de un barrio, se van también los comercios tradicionales, generalmente negocios familiares: misceláneas, tintorerías, papelerías, y son reemplazados por franquicias, cuyas ganancias se concentran en un corporativo. Si el autoempleado sobrevive, termina como empleado.

¿Podemos tener gentrificación sin los efectos negativos? Al menos deberíamos estar formulando políticas públicas para mitigar los efectos. Prácticamente nos tomaron por sorpresa. Anuncios de departamentos con precios estratosféricos y pocos metros cuadrados se han apoderado de los postes de la ciudad central. ¿Qué hacemos para que los nuevos pobladores compren en los viejos comercios del barrio en vez de centrar todos los hábitos de consumo en supermercados y franquicias? ¿Qué hacemos para que en vez de vender su propiedad, los habitantes de un barrio se vuelvan socios del desarrollo inmobiliario y se hagan de al menos con dos departamentos, uno para habitar y otro para rentar y mantenerse? ¿Qué hacemos para que los nuevos pobladores enriquezcan el barrio en vez de refugiarse en una muralla y una caseta de vigilancia?

Me parece que hay que dejar de tenerle miedo a la gentrificación y generar estrategias para combatir sus efectos. Una ciudad que se regenera, que invierte en sus espacios, siempre tendrá algún grado de gentrificación porque no es fácil regenerar toda la ciudad al mismo tiempo, pues hay lugares con más posibilidades que otros. Por ello, hay que ir un paso adelante y mirar por las consecuencias, con políticas que respeten el derecho a la vivienda, al arraigo, que mantengan la identidad de las colonias y su espacio público.