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Ganar perdiendo

Después de la frívola revocatoria es tiempo de gobernar México con la seriedad que el país demanda. Lo demás, es lo de menos. | José Luis Castillejos

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Escrito en OPINIÓN el

La victoria de Andrés Manuel López Obrador, en el proceso revocatorio, paradójicamente, casi equivale a una derrota al no conseguir Morena, con todo el aparato gubernamental, los 30 millones de votos del 2018 que lo llevaron a la presidencia de México.

Con 17 gobernadores y la jefa del gobierno de la Ciudad de México, alcaldes y los partidos Verde Ecologista y Morena, y todo el aparato gubernamental y los programas sociales operando a favor de AMLO, este no logró conseguir los votos de hace cuatro años.

El argumento fácil es de que ganó, pero el análisis indica que gana perdiendo pues no logró consolidar su proyecto político de cara al 2024 y eso coloca a López Obrador en una posición difícil, ya que si no cierra con fuerza su sexenio estaría a un paso de la cárcel por una serie de irregularidades administrativas.

El argumento del jefe de Estado es que debido a las trampas y boicot del INE sólo obtuvo 15 millones de votos, lo que debiera llevarlo a la reflexión que ni con todo el esquema gubernamental y el apoyo de los gobernadores logró hacerse de un resultado contundente, que despejara cualquier duda de su fuerza y arrastre político.

¿Y cómo es que alguien que tiene toda la maquinaria y el dinero a su servicio y un operador nato, especialista en fraudes, como Manuel Bartlett Díaz, hoy director de la CFE, no logró callar a sus detractores políticos?

Es seguro que más de algún operador será echado del cargo por ineficiente, aunque les queda el sabor a triunfo de que ganaron, pese a perder el 50 por ciento del caudal de votos del 2018.

En esta ocasión debieron sacar, por lo menos, unos 45 millones de votos con todo el apoyo en programas sociales a las personas de la tercera edad a las que, mañosamente, antes del proceso revocatorio se les adelantó cuatro meses de pensión.

Y muchas personas fueron llevadas el último domingo a votar bajo el argumento de que si no lo hacían perderían todos los apoyos que ahora da el gobierno, y no les quedó más que aceptar ser acarreados e ir a las casillas para votar a favor de la permanencia de AMLO.

“Hay que tomar en cuenta que no se instalaron todas las casillas, se instaló un tercio, ahora fueron 57 mil casillas. Lo digo porque nuestro adversarios, aunque se enojen, dicen que es la mitad de los votos que tuvo el presidente (en 2018), sí, pero con una tercera parte, y con las trampas y con el boicot del INE”, se justificó AMLO en su conferencia mañanera del lunes. 

¿Trampas, boicot? Es muy raro si quienes tienen la sartén por el mango son todos sus operadores. Hasta para la trampa eran más “inteligentes” los del prianismo que lograban, cínicamente, que todas las instituciones se alinearan a su favor. 

¿Y no es delito, señor presidente, exhibir como lo hicieron muchos de sus funcionarios cómo votaron? Esa inducción al voto, a su favor, debe ser sancionada. Nadie puede estar por encima de la ley. Pero es más que obvio que no les interesa la multa si saben que eso es barato frente al beneficio de continuar en el poder.

Pero después de ser ratificado en el cargo, ¿será que ahora sí, con la fuerza del voto, se dedicará López Obrador a gobernar? ¿O seguirá en la eterna cantaleta de echarle la culpa a la oposición de que su gobierno no funcione y cojee?

Ya póngase serio presidente y gobierne para todos. Nada ha cambiado desde las épocas del PRI, el PAN y ahora Morena. Gobernadores, alcaldes, diputados locales y federales y toda la maquinaria del estado operando para que AMLO se quede. ¿Pero quién lo estaba corriendo?

Lo triste es el uso y abuso de los programas sexenales para manipular a su favor el voto, ese voto innecesario y que cuesta miles de millones de pesos que podrían usarse en escuelas, hospitales, enfermos de cáncer y otros temas de mayor trascendencia que la frivolidad presidencial.

Después de la frívola revocatoria es tiempo de gobernar México con la seriedad que el país demanda. Lo demás, es lo de menos.