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El galimatías de la CDMX

Roberto Rock L.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Un nuevo ciclo de reacomodos este fin de semana confirma que en la Ciudad de México se librará la batalla central entre Morena, con la fórmula Andrés Manuel López Obrador - Claudia Sheinbaum y el PRD, en el gobierno local desde hace dos décadas y actualmente bajo el control de Miguel Ángel Mancera, Jefe del Gobierno capitalino.

En el proceso de velar armas, ambos partidos exhibieron tácticas diversas este domingo. En ambos frentes se produjeron noticias que bajo una primera mirada lucen contradictorias, pero obedecen a la obsesión de cerrar todos los espacios posibles a la parte contraria. 

Alejandra Barrales, dirigente nacional del partido del sol azteca y operadora de Mancera en ese instituto político, apresuró una reunión dominical de su consejo político luego de que Morena había convocado a un acto para formalizar una nueva ronda de adhesiones que exhibirían la debilidad creciente del perredismo. 

La señora Barrales sacó de su reunión el ya gastado anuncio de que hay apertura para la integración de un Frente Amplio Democrático en las elecciones del próximo año, con el añadido de formalizar la invitación a los partidos de Acción Nacional, Verde y Nueva Alianza. El acuerdo fue festejado en su cuenta de twitter por el presidente panista, Ricardo Anaya.

Es cada vez más claro que el referido frente será inviable a nivel nacional, pues sus principales integrantes, PRD y PAN, ya tienen escriturada su candidatura presidencial. El perredismo tendrá en Mancera a su abanderado, mientras que los blanquiazules han entrado en una crisis en la que no se sabe siquiera si Anaya podrá sostenerse como dirigente, acorralado como está por señalamientos de corrupción e impugnado por un amplio sector de su organización.

Ninguna de los bloques panistas que se han formado en torno a sus principales precandidatos – Ricardo Anaya, Rafael Moreno Valle y Margarita Zavala – imagina una alianza con el PRD, como no sea postulando a una de esas figuras de Acción Nacional.

¿Por qué entonces la señora Barrales luce obstinada en el tema?

Hay al menos tres razones: 


1.- Mancera y Barrales quieren una alianza, sí, pero en la capital del país, para enfrentar a López Obrador y Sheinbaum. Barrales desea ser postulada por esa alianza, pese a que en este momento está lejos de lograr un consenso entre los partidos citados. 

2.- La señora Barrales impulsa hacia el interior del PRD – como lo hace Anaya en el PAN – el argumento de que la construcción del frente opositor exige su permanencia al frente del PRD, posición que tendría que dejar según los estatutos de su partido, a más tardar el mes próximo. Sin embargo, la presión contra ella desde varias corrientes perredistas puede acabar frustrando su pretensión. 

3.- Mancera, acomedido, ha estado siguiendo el tono y la letra del plan trazado desde Los Pinos para descarrillar a López Obrador. La administración Peña Nieto ve con buenos ojos la posibilidad de esta alianza en la Ciudad de México, al grado de ceder la participación de dos de sus partidos satélite, el PVEM y Nueva Alianza, que en el plano nacional seguramente respaldarán la candidatura priísta el próximo año.

La apuesta tricolor no incurre en la ingenuidad de calcular que podrá evitar el arribo de Sheinbaum al gobierno capitalino. Su interés es minar en la mayor medida posible el flujo de votos desde la capital a favor de López Obrador, para quien resultará vital recoger ahí millones de votos encima de quien sea su adversario principal, que desde luego será un priísta.

La otra novedad dominical surgió en torno a Morena, cuyo evento se concretó en anunciar nuevas adhesiones del militantes de diversos partidos, entre los que destacó el caso de Dolores Padierna y René Bejarano, cabezas de la corriente IDN, del PRD, que históricamente ha tenido su principal asiento en la capital del país. 

A su llegada a la jefatura de Gobierno en 2012, Mancera intentó sepultar a IDN, bajo el argumento cierto del desprestigio que rodea las figuras de Bejarano y Padierna, a los que no distingue una ideología sino un apetito desaforado de prebendas y puestos públicos. El operador de la encomienda fue el entonces secretario de Gobierno, Héctor Serrano, un personaje codicioso, de estilos rústicos, cuya fuerza creció a la luz de la apatía que mostraba su jefe por la política y del ritmo galopante de la corrupción dentro del gobierno.

Mancera y Serrano creyeron haber aplastado a Bejarano y su círculo, hasta que reaparecieron en la elección intermedia del 2015 apoyando a Morena en diversas demarcaciones, notablemente en Cuauhtémoc, donde triunfó Ricardo Monreal, ahora en ruta de colisión con López Obrador por no haber sido beneficiado con la candidatura morenista para la ciudad. 

Las derrotas de ese año obligaron a Mancera a rectificar su estrategia y a remover al vilipendiado Serrano, que fue a dar a la Secretaría de Movilidad, desde donde sigue operando las alcantarillas de la política perredista en la capital. 

La adhesión de Bejarano, Padierna y sus seguidores, debe producirle hoy a Morena y a López Obrador la sensación de tragar un sapo gordo y maloliente, pues hará resurgir la leyenda negra de aquel  “señor de las ligas” de la que el tabasqueño ha querido desligarse por años.

Pero la política es así. Dejar suelto a Bejarano y su círculo ante la rebeldía de Monreal y la conformación de un bloque anti-Morena en la ciudad podría ser más costoso que incorporarlos en una plaza en donde López Obrador luce la más gruesa capa del teflón que hasta ahora le ha permitido que se le resbalen las críticas más consistentes sobre su figura y su proyecto. 

robertorock@hotmail.com / @lasillarota / #OpiniónLSR

El Informe Confidencial de La Silla Rota también en video: https://goo.gl/qvg7E9