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Fouché

La historia de la Revolución Francesa, de la Convención y del terror no escapan a Fouché. El desarrollo de los acontecimientos, sería otro sin ese personaje obscuro y brillante.

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Escrito en OPINIÓN el

El 14 de julio se conmemoró un año más de la Revolución Francesa. Ese acontecimiento histórico que dio al ciudadano una declaración de derechos que a la fecha es vigente y que instituyó de manera definitiva la concepción de un arreglo de gobierno en beneficio de la sociedad.

El acto inicial de la Revolución fue la toma de la Bastilla y de ahí, se suscitaron una serie de eventos que terminaron con la vida de Luis XVI en 1793. La Revolución más allá de ser un evento republicano definido en la historia, con la libertad, igualdad y fraternidad como estandarte, es un proceso que transcurrió a lo largo de más de 10 años.

Inició con la toma de la Bastilla, la convocatoria a los Estados Generales y la autoproclamación del Tercer Estado en la Asamblea Nacional. De ahí sucedió la Convención, en donde los girondinos, montañeses y jacobinos lucharon férreamente por el poder, en el periodo conocido como “El Terror” con Robespierre y su guillotina a la cabeza. A la muerte de éste, el poder se ejerció por medio del Directorio y en 1799 se estatuyó el Consulado, con Napoleón Bonaparte y su 18 Brumario como líder, hasta que en 1804 es coronado Emperador de los franceses.

En 1814 tras la derrota de Leipzig,  Napoleón es desterrado a la Isla Elba y el 20 de marzo de 1815 regresó a Paris, para reinar durante los “100 Días”, hasta que vencido definitivamente en la Batalla de Waterloo, es enviado a la Isla de Santa Helena y en Francia se restaura la monarquía de los Borbones con Luis XVIII, terminando con un proceso histórico que cambió la faz de Europa y de la historia universal. 

En todo este proceso histórico existió un hombre que fue permanente gracias a su habilidad de saber estar con el bando triunfador. José Fouché es un personaje de la historia francesa que fue una constante y un agente esencial en los acontecimientos políticos de la época a partir de 1789 con la Revolución, hasta el regreso definitivo de Luis XVIII en julio de 1815.

Fue un político con tan poca moral, con una única lealtad hacia sí mismo y con una inteligencia y sentido de la oportunidad desmesurados, que pudo navegar en bandos enemigos e ideologías contrapuestas durante más de 20 años. No fue un político de reflector ni de discursos, en cambio su política era de pasillo y de escondrijo; de maquinaciones en secreto y de intrigas. Un hombre con una habilidad extraordinaria para conocer el momento exacto para dar un golpe, esperar o retirarse.

En la Convención era del bando o partido de los Girondinos, los conservadores. Al momento en que se impuso a la Asamblea la necesidad de votar por la muerte de Luis XVI, Fouché observó que los montañeses ganarían la votación y el otrora Rey terminaría en la guillotina. Al darse cuenta que su partido perdería, decide votar por la muerte del Rey. Así se cambia de bando, dejando detrás a aquellos que clamaban por la vida de quien fuera Rey de los franceses.

Se le comisionó a Lyon, por órdenes de Robsepierre, en donde atormentó a la ciudad con miles de muertes bajo el metal brillante de la guillotina y destrozó iglesias y símbolos religiosos. Tal fue su conducta visceral, que llegó a ser Presidente del Club de los Jacobinos.

A su regreso de Lyon, se encontró con que Robespierre, el más brutal de los jacobinos, tenía el poder absoluto de Francia y con ello, quería que Fouché corriera la misma suerte que sus víctimas. Así es que el genio político de Fouché, urdió un golpe en contra de Robespierre en la Asamblea, que dio con éste último en la guillotina.

Muerto su archienemigo, Fouché se convirtió en miembro del Directorio, en donde se percató que el General Bonaparte, que venía de Egipto, tenía intenciones de hacerse del poder. Así que decidió apoyar al General en su golpe de Estado en el 18 Brumario y más aún, Napoleón lo hizo su Ministro de Policía.

Focuhé arregló que el Senado lograra rendir un tributo más a las hazañas de Napoleón, nombrándolo Emperador de los Franceses. Durante algún tiempo, Fouché fue el Ministro indispensable e incomodo del Emperador. Jugó en el palacio el arte de la intriga con su némesis, el diplomático Talleyrand.

En 1811 Napoleón, cansado de Focuhé, lo mandó de descanso, con un nuevo título, el de Duque de Otranto (quien fuera el más republicano y jacobino de todos, ahora es un duque, por concesión imperial). Pero cuando Napoleón fue derrotado y regresó en el periodo de los “100 días” lo nombró Ministro de Policía. En esos 100 días, Focuhé con sus intrigas, logró preparar la llegada de Luis XVIII como Rey de los franceses, dando la espalda a quien fue su jefe, como siempre lo hizo, a Napoleón Bonaparte.

El último error de Fouché, fue intrigar para el regreso del Rey Borbón, a cambio de un ministerio. No supo dejar el poder en el momento adecuado. Cumplida la palabra de Luis XVIII de hacerlo Ministro, la posición de Fouché, quien votó por la muerte de su hermano Luis XVI, fue insostenible y fue desterrado de Francia en donde sus días acabaron, siempre con el ansia de volver a los pasillos del poder.

La historia de la Revolución Francesa, de la Convención y del terror, del Directorio, del Consulado, del Imperio, de los 100 días y de la restauración borbónica, no escapan a Fouché. Más aún, el desarrollo de los acontecimientos, sería otro sin ese personaje obscuro y brillante.

Así es la historia labrada por hombres; uno de ellos, flemático, intrigoso y desleal urdió las telarañas de uno de los periodos más trascendentes de la historia de Francia y de la humanidad.

@gstagle