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Fotos, “detentes” y escapularios

Vínculos de autoridades gubernamentales con la delincuencia organizada generan impunidad y no evitan la violencia generada por ésta. | Adolfo Gómez Vives

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Escrito en OPINIÓN el

Dos imágenes difundidas por los medios, prueban nexos comunicativos entre la delincuencia organizada y las autoridades gubernamentales. En el primer caso, se trata del video en el que se aprecia al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, saludar a la madre del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera y, en el segundo, la fotografía dada a conocer por el periodista Rivelino Rueda en El Sol de México, en la que se observa al gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, posar junto a tres sujetos identificados como integrantes de la delincuencia organizada.

El video perfila el cinismo de Andrés Manuel, pues lo utiliza con la intención de reforzar su discurso de “abrazos y no balazos”. Sin embargo, su mensaje se traduce en claras señales de complicidad, cuando reconoce que fue él quien ordenó la liberación de Ovidio Guzmán López, en aquel desastroso operativo, que más bien pareció una puesta en escena para justificar las dificultades de su detención y posterior extradición a Estados Unidos.

Por su parte, la fotografía de Cuauhtémoc Blanco —no obtenida para su difusión a los medios— sólo puede referirse a un contexto de negociaciones de impunidad, promovido por el exfutbolista.

Ambas imágenes cobran especial relevancia en un momento en el que la violencia producida por la delincuencia organizada vuelve a ocupar los principales espacios en los medios.

Allí están, como ejemplos, el asesinato de diez personas en Zacatecas, cuyos cadáveres fueron abandonados frente al Palacio de Gobierno. O los restos de nueve personas, encontrados en la carretera Cosoleacaque-La Tinaja, en el estado de Veracruz, junto a un mensaje con amenazas vertidas contra el secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos.

Sin estrategias de contención contra la delincuencia organizada y la violencia producida por ésta, el gobierno de López Obrador vuelve a sacar de la vieja chistera los cuestionamientos contra el expresidente Felipe Calderón, como método para desviar la atención de sus responsabilidades y posicionar ante la opinión pública la idea de que sus fracasos son responsabilidad de otros.

López Obrador no fue capaz de denunciar a Calderón Hinojosa, ni a ningún otro expresidente ante las autoridades ministeriales; sin embargo, su mayor esfuerzo comunicativo se centra en posicionarlo como el villano favorito; retórica que se va desgastando frente a la contundencia de los hechos violentos, para los que no le sirven los “detentes” ni los escapularios.