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Feminizar la narrativa

Cómo se va a contar, desde dónde será narrada y, sobre todo, quién construirá la narrativa post covid-19 . | Fernanda Salazar

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Escrito en OPINIÓN el

En su famoso libro sobre la creación del patriarcado, Gerda Lerner señala la importancia de que las mujeres escriban sobre la historia de las mujeres. Y es que si la Historia es el estudio e interpretación de hechos o acontecimientos del pasado, a estas alturas resulta obvio que la ausencia de mujeres en esta disciplina termina reduciendo o eliminando las formas e impactos de su participación en los acontecimientos de nuestro mundo y nuestras comunidades. 

Pienso esto a propósito del momento que vivimos, que marcará la historia de quienes somos testigos de esta pandemia: cómo se va a contar, desde dónde será narrada y, sobre todo, quién construirá la narrativa post covid-19 que explicará las decisiones que se tomen e impactarán nuestras vidas y los sistemas en los que vivimos. 

Cuando Angela Merkel se dirigió a las personas en Alemania a propósito de esta crisis, sabía que su mensaje llegaría mucho más allá de las fronteras de aquél país. Asumo que la mujer más poderosa del mundo, midió bien el contenido de su mensaje. Sin embargo, me cuesta creer que que la devastación de la segunda guerra mundial pueda ser comparable con la pandemia del covid-19 (como lo menciona en su discurso). ¿Por qué usar esa referencia? La interpreto como la advertencia sobre un parteaguas de dimensión global y civilizatoria: el riesgo de que todo lo construido tanto filosófica como institucionalmente en occidente, que está cruzado por el reconocimiento, defensa y protección de los derechos humanos y cierto grado de regulación global, se desmorone. Un sistema cuyas imperfecciones y promesas incumplidas se han convertido en su propia debilidad pero cuyas fortalezas y valor ético han transformado en muchos sentidos positivos las sociedades en las que vivimos (incluso a pesar del sistema económico). 

Si esto es así, ¿qué impacto tendrá para las mujeres? 

En un texto maravilloso, Cristina Rivera Garza afirma que nada podría ser peor que regresar al sistema en el que estábamos (hablando sobre la destrucción de las vidas y los cuerpos en el sistema capitalista neoliberal) y aunque entiendo su argumento, mi pesimismo apunta a que puede ser mucho peor: su recrudecimiento. Esto incluiría regresar a mano de obra aún más barata dada la profundidad de la recesión/depresión con efectos aún más empobrecedores para las mujeres, niñas y niños y la flexibilización de las normas laborales para reducir aún más la protección laboral con el pretexto de reactivar la economía. Otro elemento puede ser el regreso de una buena parte de las mujeres del sector productivo al espacio de lo privado por la falta de empleo y porque la disparidad salarial haría que fuera más rentable para el hombre ser el que trabaja (si hablamos de familias heteroparentales) o la sobre explotación de aquellas en hogares monoparentales u homoparentales, con toda la intensificación de las violencias y limitación de derechos que esto puede implicar.  

Tendremos también la destrucción o desmantelamiento de las regulaciones ambientales para poder regresar a la producción con el efecto que eso tiene sobre el manejo y acceso a recursos naturales. Otro ejemplo asociado a esto es la acelerada desregulación que se vive en el sector de salud en todos los países para desarrollar vacunas rápidamente y lograr una patente, con el impacto que ello puede tener en las poblaciones más vulnerables sobre las cuales se puede experimentar. 

Lo anterior, podría ir acompañado del debilitamiento de las instituciones globales que, si bien llevan años perdiendo legitimidad por su falta de instrumentos legales y representatividad para “gobernar la globalización”, su desaparición pondría en riesgo la única forma en la que miles de personas y comunidades hoy pueden aspirar a recibir justicia del Estado (como sucede a través de los sistemas internacionales de derechos humanos). Recordemos que el experimento de Trump de retirar apoyo a la OMS no es el primero en su mandato que apunta hacia el desmantelamiento de estos organismos globales y que sus cuestionamientos han sido secundados por presidentes en todo el mundo (incluyendo América Latina). 

Todo esto, lo sabemos claramente, tendrá impactos mucho más profundos para las mujeres y diferenciados en función de las distintas circunstancias de las mujeres. Pero mientras el mundo se da cuenta de que el trabajo doméstico sí es un trabajo y, en el mejor de los casos, de las injusticias del sistema y la debilidad del Estado ¿quién está escribiendo esta historia para que cuando regresemos a nadie se le olvide y entonces podamos discutir todo esto en nuevos términos? 

Mucho me temo que las mujeres siguen siendo minoría cuando se relate esta historia. Hagamos, juntas, algo al respecto.