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Fe, esperanza y caridad

Esperanza y caridad nutren esa actitud de fe

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Escrito en OPINIÓN el

En la teología católica se llaman virtudes teologales a las prácticas arraigadas por repetición que son impuestos por el ser supremo en la mente de las personas. Convencionalmente estos hábitos son tres: la fe, la esperanza y la caridad. Y aparentemente podríamos echar mano de estas virtudes para intentar una explicación a ese fenómeno de desfase entre el respaldo al Ejecutivo federal en funciones y el reconocimiento de resultados en su gestión presente en nuestra sociedad, un poco más que en otros momentos y mucho más que en otros países.

El problema de la aprobación

Llevamos tres años con niveles de aprobación presidencial medidos mediante encuestas por muestreo a nivel nacional relativamente elevados, aunque en el imaginario social suele creerse que son particularmente altos. Bueno: no lo son tanto, al menos no en términos históricos. La aprobación a la labor del actual presidente ha sido similar a la de al menos dos de sus tres últimos antecesores y ha sufrido altibajos con un ritmo semejante a lo observado tradicionalmente, movimientos producto tanto de eventos relacionados con su trabajo interno como con avatares derivados de sucesos a escala mundial. Y ha sido también común en diversos gobiernos durante el presente siglo que exista un desfase entre los niveles de aprobación general y el respaldo a acciones específicas, programas y resultados por ámbito de la gestión de la administración pública federal. Esto ha llevado a que de manera reiterada se ponga atención a lo difuso de las razones del respaldo al gobernante, para lo que se busca una explicación no sólo en causas de tipo racional, sino en motivos irracionales, si nos atenemos a definiciones convencionales.

Los motivos de la aprobación

Un novedoso intento para encontrar una explicación de este desfase entre respaldo genérico y resultados observadores de la gestión presidencial fundamentada en evidencia, fue la realizada por GEA-ISA en su reciente encuesta nacional de fines de noviembre de este año. Los resultados de un par de preguntas cerradas orientadas a que las personas dieran cuenta de las causas de su aprobación o desaprobación de la labor presidencial muestra que el motivo expreso de la actitud positiva general hacia su gestión se funda más que nada en las intenciones que se le atribuyen al gobernante y que expresan o se relacionan con la esperanza que estuvo detrás del sufragio hacia este personaje y que se ha sostenido como promesa etérea de cambio. El otro elemento que pareciera explicar el respaldo presidencial es el otorgamiento de beneficios sociales, la caridad propia de la política benefactora que no repara en impulsar capacidades sino en atender necesidades de algunos segmentos de la población. Esperanza y caridad nutren esa actitud de fe hacia el líder, más mágica o religiosa que racional y democrática, como ya apuntara acertadamente Jorge G. Castañeda. Luego, si del lado de la desaprobación se encontrarían causas relacionadas con los resultados de su labor, motivaciones que podrían calificarse como racionales al ser producto de la observación y evaluación de lo hecho, los motivos del respaldo serían teológicos, producto de atribuir virtudes a la persona que gobierna, al líder vuelto héroe, aunque sus actos no sustenten las creencias. En ese sentido el dirigente político en campaña permanente ha logrado el objetivo central de quienes cuestionan los escasos resultados en términos de condiciones de vida del modelo llamado neoliberal y alimentan la asignación de atributos excepcionales a un líder cuya propuesta populista justifica un desmantelamiento sistemático de las instituciones democráticas.