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¿Fe en el porvenir?

El buen líder debe mostrarse optimista ante el futuro, sobre todo en tiempos difíciles. | José Antonio Sosa Plata

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Escrito en OPINIÓN el

El fin de año es una de las mejores oportunidades que tienen los gobernantes para conectar emocionalmente con la población. La sensibilidad de la gente está a flor de piel, pero más en las circunstancias excepcionales que ha provocado la pandemia durante los dos últimos años. La afectación es mayor para quienes han perdido a un ser querido, enfermado o sufrido algún impacto importante en su calidad de vida.

Los mensajes navideños y de Año Nuevo de los jefes de Estado se han vuelto indispensables en la mayoría de las democracias. Desde el surgimiento de la televisión son esperados y altamente valorados en países como Reino Unido, Francia y Estados Unidos. En México se han convertido en una costumbre desde el sexenio de Miguel de la Madrid, aunque los estilos y contenidos han variado mucho desde que inició la alternancia.

Para el año que recién inicia, el presidente Andrés Manuel López Obrador dio dos mensajes llenos de optimismo. El primero, acompañado por su esposa, la Dra. Beatriz Gutiérrez Müller. El video fue grabado en los jardines de Palacio Nacional el 31 de diciembre. El segundo lo dio durante su primera conferencia de prensa del año. En ambos, los adjetivos fueron abundantes y los compromisos escasos. Es lo que parece lógico cuando mantiene altos sus niveles de popularidad y confianza ciudadana.

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Los líderes y lideresas tienen que ser optimistas. Es cierto. Pero cuando predomina la visión positiva en el futuro sin el sustento necesario, la eficacia política y comunicacional resulta seriamente afectada por los hechos. Dicho de otra forma, el discurso termina por convertirse en demagogia. O peor aún, en engaño. Por eso, lo más recomendable es buscar en la argumentación un equilibrio entre lo que se desea y lo que en realidad se puede lograr. El mensaje de Año Nuevo del papa Francisco es un buen ejemplo en el manejo de los contrastes y los temas de interés internacional. 

Los mensajes de Año Nuevo más confiables son los que combinan buenos deseos con metas realistas, viables y factibles. No prometen sueños inalcanzables. Tampoco ofrecen lo imposible. Y sin llegar a ser pesimistas, sí consideran las dificultades y retos de los escenarios en los que están inmersos. Solo así se pueden obtener apoyos más sólidos, duraderos y que abonen a la credibilidad ciudadana de quienes tienen la alta responsabilidad de dirigir una nación. 

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En los procesos de gestión de crisis el manejo de emociones por parte de los líderes es imprescindible. ¿De qué otra forma puede ser cuando se pone en máximo riesgo la vida, la salud, el trabajo, la subsistencia de las familias, la integridad o el cumplimiento de un objetivo, entre otras prioridades que tenemos como sociedad? El discurso racional y el apego a la verdad son imprescindibles. Está demostrado. Pero de poco sirven si no mueven nuestras fibras más sensibles.

Las emociones y sentimientos pueden inmovilizarnos, como sucede con el miedo. Sin embargo, el optimismo alienta la esperanza y facilita las acciones para no darse por vencido en el marco de una situación crítica y seguir adelante. Por lo tanto, es más sencillo hacer frente a la adversidad si el líder sabe cómo controlar sus emociones y, al mismo tiempo, provocarlas en quienes lo ven a través de los medios de comunicación y redes sociales.

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Una sociedad en la que predomina el pesimismo no podría progresar. Si algo afecta profundamente el estado de ánimo de una nación es la guerra, son las crisis recurrentes y también las grandes catástrofes o desastres naturales. Al hacer una revisión de aquellas naciones que convirtieron el drama en una oportunidad de resurgimiento y fortalecimiento, sus líderes fueron factor determinante. Activaron las emociones correctas.

En la actualidad, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, o el de Francia, Emmanuel Macron, no han tenido la habilidad del presidente López Obrador para alcanzar altos niveles de popularidad y aprobación. Por eso, en sus mensajes de Año Nuevo elevaron la dosis de optimismo que necesitan sus sociedades, poniendo en el centro de atención su visión y su misión para hacer frente a la variante Ómicron del covid-19. 

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En contraste, la nueva variante no es considerada como preocupante en nuestro país. Las prioridades de nuestro gobierno están en las grandes obras de infraestructura que se están construyendo, los resultados excelentes que espera en la consulta de revocación de mandato y ganar la mayoría de las posiciones en las elecciones que se realizarán este año en 6 estados de la República. 

Los temas cuya solución es casi imposible para el corto y mediano plazos tendrán que esperar para otro momento. La pobreza, inseguridad, corrupción, estancamiento económico, inequidad y violencia de género no se resolverán en este sexenio, no obstante la llamada cuarta transformación que está en marcha. El diagnóstico de los especialistas y las proyecciones que hacen para los próximos tres años ponen al gobierno frente a una misión imposible.

Si bien es cierto que el presidente Andrés Manuel López Obrador cambió el paradigma de la comunicación política, entendido como un proceso que funciona mejor cuando se sustenta con hechos, también lo es que la comunicación persuasiva en la que está centrada su estrategia nos debe llevar a reflexionar sobre los siguientes puntos:

1. ¿Contará el presidente López Obrador con los recursos y apoyos que hacen falta para concretar sus buenos deseos? 

2. ¿Podrá su gobierno confirmar con hechos y resultados concretos su optimismo y buenas intenciones en los grandes temas nacionales de difícil solución? 

3. ¿Por cuánto tiempo se mantendrá el apoyo que hoy le da la mayoría de la gente, considerando las enormes dificultades que ha tenido para cumplir con los compromisos más grandes asumidos en 2018?

La capacidad del presidente para producir ideas y representaciones positivas en la mayor parte de los receptores es real y efectiva. Lo que no se sabe con certeza es si las adversidades y riesgos a los que estamos expuestos terminarán por imponerse, como ha sucedido varias veces en el pasado. Sobre esta base, lo más recomendable en 2022 es revisar la estrategia de comunicación. Los equilibrios argumentales, un mayor apego a la verdad y la moderación del optimismo le darán al presidente —sin duda— aún mejores resultados.

Recomendación editorial: Julián Kanarek. Trascender el reactivo. Concentración discursiva, indignación y respuesta en la democracia contemporánea. Uruguay: Penguin Random House, Debate, 2021.