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Extorsión

Durante mi gestión en Yucatán con mucho esfuerzo, inversión y sobre todo voluntad de todos los actores sociales, logramos blindar a nuestra entidad. | Ivonne Ortega

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Escrito en OPINIÓN el

En nuestro país la violencia delictiva se presenta de diferentes maneras; algunas de ellas explotan la sensibilidad y buena fe de la gente y obligan a autoridades y sociedad a establecer acciones firmes y tajantes para que no ocasionen más daño a nuestras comunidades.

Una de las formas más crueles del delito es la extorsión, con variantes que tienen en común la elección de víctimas especialmente vulnerables para obligarles a dar dinero, bienes e incluso actos sexuales bajo la amenaza de hacer daño a un ser querido o de exponer información personal.

Recientemente leí la columna de la periodista Denisse Dresser, que expuso la extorsión de que fue objeto su mamá, a quien con engaños obligaron a entregar su vehículo y dinero, todo vía telefónica.

Suena a veces increíble, pero hay bandas especializadas en ese tipo de acciones perversas, muchas de ellas operan al interior de penales donde una y otra vez han sido exhibidas sin que la incidencia de este delito disminuya de forma significativa.

Durante mi gestión de gobierno en Yucatán el esfuerzo mayor se dio en la construcción, junto a la sociedad, de un Estado Seguro, frente a la amenaza de violencia por la llamada guerra al narco, que tuvo y sigue teniendo repercusiones en grandes regiones del país.

Con mucho esfuerzo, inversión y sobre todo voluntad de todos los actores sociales, logramos blindar a nuestra entidad y se establecieron instituciones y sistemas de acción que prevalecen, para bien de la sociedad yucateca.

Uno de los delitos que más combatimos fue precisamente la extorsión. En el ejercicio de gobierno fui testigo y partícipe de la lucha de todos los días contra delincuentes que hacían llamadas telefónicas amenazantes y perversamente engañosas para dañar a ciudadanos o familias enteras en su patrimonio.

Recuerdo especialmente el caso de una madre de familia a quien los extorsionadores obligaron a encerrarse en su casa, sin contactar a nadie; con el engaño de que tenían “secuestrada” a su hija, proporcionó información bancaria.

En esa ocasión, la propia hija descubrió la mentira y la extorsión, y acudió a la policía estatal, pero cuando los elementos de seguridad llegaron a la vivienda donde estaba “autoencerrada” la señora, ésta en principio no quería abrir porque creía que los criminales la vigilaban. Finalmente, se identificó el número de los extorsionadores: llamaban desde un penal en otro Estado.

La extorsión es un delito cruel perpetrado por gente sin escrúpulos que engaña y lesiona la intimidad de las familias. Ante este tipo de conductas, es necesario fortalecer el trabajo conjunto gobierno-sociedad en campañas permanentes de información y concientización, sobre todo hacia los sectores más vulnerables: adultos mayores, mujeres y menores de edad, y hacia la sociedad en general, para no caer en las garras de la delincuencia.

Las acciones de seguridad en los penales, de donde a menudo salen las llamadas de extorsión, toca completamente al gobierno, y debe ser recurrente la revisión y aplicación de protocolos para evitar ese y otros delitos.