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Este país de mujeres “imprudentes”

Y feminicidas “bien parecidos”

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Escrito en OPINIÓN el

Y clérigos misóginos tan dispuestos a hacerles el juego al poder en turno. No digamos que el feminicidio es una emergencia nacional, que sucede en cualquier esquina, a cualquier hora. Que incluye abuso sexual y tortura. Que la Alerta de Género es indispensable. No digamos nada que pueda crear una consciencia precisa de lo que está sucediendo. Por evidente que sea. Inventemos una realidad alternativa que confirme ese clásico de la misoginia:

Si fue violada, si fue asesinada, es porque se lo buscó

¿Cómo más podría suceder? En México los feminicidios suceden, por “la imprudencia” de las mujeres. Lo dijo el señor Juan Sandoval Íniguez, con nombramiento de Obispo Emérito de Guadalajara. Lo dijo sin pestañear, sin que le temblara la mano. Tan seguro de sus dichos y en pleno uso de sus facultades y su compasión cristiana: 

Con cualquiera se suben (al carro), por eso las matan

Amén. Así de irresponsable. Así de infame.

Siete feminicidios al día se pueden evitar: no se suban al carro de nadie. No se suban al pesero. No caminen por la calle. No vayan a la escuela. No entren o salgan del trabajo. No estén una tarde solas en sus casas. No vivan en calles poco iluminadas. Tampoco salgan una mañana soleada a comprar el pan. No sean niñas. No sean adolescentes. No sean mujeres. No estén vivas.

Esa es la peor imprudencia. Si están vivas las matan.

Personas del sexo femenino en México: ¿Qué parte es la que no han entendido? En realidad, el señor Sandoval Íñiguez fue un poco más específico:

Con cualquiera que sale por ahí bien vestido, se comprometen, se enganchan

De las niñas adolescentes y mujeres asesinadas nos informa que son unas “imprudentes”, y de sus palabras deducimos que además son unas codiciosas que caen rapidito si les ponen enfrente un Grand Marquis. Asesinadas por ceder ante el relumbrón. Algo así. Hicieron un “experimento” en Ciudad Juárez, explicó. ¿Ven? Las conclusiones del señor Sandoval Íñiguez son casi científicas.

“Allá en Ciudad Juárez se hizo un experimento y se lo digo porque allá estuve seis años, lo sé, cuando las "muertas de Juárez" las mataban y enterraban, metieron a un policía joven, bien parecido vestido de civil, en un Grand Marquis y lo mandaron por las calles a conquistar muchachas y las invitaba, las subía al carro y las llevaba a la presidencia municipal, cuando ya tenía allá cerca 40 muchachas, les decían: ¿ya ven? con cualquiera se suben, por eso las matan”.

De las víctimas de feminicidio ya entendimos que son unas “imprudentes”. ¿Y los asesinos? Pues supondríamos, según la información de primera mano del señor Sandovan Íñiguez, que son “bien parecidos” y van en carros de lujo. No hay nada más que decir. Todos guapos y en carrotes. O sea, son hombres que caminan por allí llenos de paz espiritual hasta que se tropiezan con una “imprudente”, ¿y qué les queda sino asesinarla? ¿Qué más podrían hacer? Digo, es de una lógica aplastante.

Dice haber estado seis años en Ciudad Juárez este señor y no escuchó nada. ¿Cómo pudo lograrlo? ¿Nunca tuvo entrevistas con los familiares de las niñas, adolescentes y mujeres asesinadas? ¿Nunca tuvo la mínima “curiosidad” de acudir a una ceremonia por las víctimas de feminicidio y detenerse unos minutos a escuchar? ¿Nunca vio una foto, dos fotos, cien fotos con los nombres y apellidos de las asesinadas? ¿Nunca acompañó a los deudos? ¿Nunca escuchó sus realidades? ¿Nunca sintió que lo que estaba sucediendo quizá tenía algo que ver con él como sacerdote? Como ser humano. Caray, es muy probable que casi todas las víctimas de feminicidio hayan sido católicas. No tendría por qué importar la religión de una mujer asesinada, pero ¿ni siquiera por eso experimentó unos minutos de empatía? ¿Nunca leyó “Huesos en el desierto” de Sergio González Rodríguez? ¿Nunca ha visto “Señorita extraviada” de Lourdes Portillo?

¿Nunca ha llorado, nunca se ha sentido desesperado y devastado por la indignación y el dolor leyendo/escuchando que una adolescente desapareció a la salida de la maquila y no regresó jamás? Que su cuerpo destrozado fue arrojado, después de vivir una pesadilla, a mitad del desierto. ¿Nunca escuchó hablar de los cuerpos deshechados en Lomas de Poleo? Al parecer, no. Porque no es lo mismo Lomas de Poleo en Ciudad Juárez, que las Lomas de Chapultepec en la Ciudad de México. ¿Verdad que no, señor Sandoval Íñiguez con cargo de Obispo Emérito? ¿Verdad que allí donde están el dinero y el poder y “los bien parecidos” en carrotes, allí sí que su compasión cristina llegaría volando? ¿Verdad que allí sí escucharía?

No es un asunto de la indispensable justicia. ¡Claro que no! Ni de la verdad. Ni del derecho de las niñas, adolescentes y mujeres a una vida libre de violencia. A la vida. Se trata de mantener la línea de las autoridades en turno: “Aquí no pasa nada.  Bueno, no mucho”.  Y si sucede, “las culpables son ellas”. 

¿En el siglo XXI las femineidades, los cuerpos femeninos siguen siendo “carne” lujuriosa, “carne” del diablo? Pobres asesinos. Visto así. Nada que decir de ellos. Nada. Nada que defender de los derechos de las víctimas. Ni de la impunidad en la que los asesinatos suceden. Nada que investigar. ¿Para qué alguien escucharía a sus familias? El señor Sandoval Íñiguez, no sólo se exhibió como un ser humano incapaz de la más elemental empatía, sino como un ciudadano para quien ni la ley, ni los derechos más elementales de las mujeres existen. Un ciego. Un sordo. Está dicho desde el poder de su investidura: en este país no hay nada que cambiar, sino la ligereza codiciosa de sus mujeres.

Amén, señor Arzobispo Emérito de Guadalajara. Amén. Ni una Menos. Nos Queremos Vivas.

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