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Hoy sabemos que a “los pelones”, designación que utilizaba por radio quien envió a los muchachos a la muerte, los engañó haciéndoles creer que iban a “botear”.

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Escrito en OPINIÓN el

El Padre Solalinde fue el primero en decirlo: A los normalistas de Ayotzinapa los quemaron. Acudió a la Normal Rural Raúl Isidro Burgos a informárselos a los padres de los desaparecidos. Tras dos horas de airados reclamos, lo echaron entre gritos. Hoy sabemos que allí a algunos no sólo los mueve el dolor. A los padres los acompañan asesores, abogados y estrategas a los que más que conocer la verdad, les interesa construir un movimiento.

 

Solalinde fue el primero en decirlo; más no el primero en saberlo. Hoy conocemos que la incineración y disposición en el río de restos humanos es un modus operandi de Guerreros Unidos, que en el basurero de Cocula ardieron por días un número importante de cuerpos, presuntamente, de los desaparecidos y que el fuego fue avivado con gasolina y llantas. La humareda, por tanto, por más lejano que se halle el tiradero, tuvo que ser visualizada por muchos.

 

Es probable que en Cocula y en la propia Iguala se supiera desde entonces el destino fatal de los muchachos. Es también posible que en Ayotzinapa se conociera aún antes que alguien se lo comunicara a Solalinde. Por tanto, cuando éste pretendió montarse en ese macho, sin conocer la mano que mueve su rienda, lo echaron con cajas destempladas.

 

Así, algunos de los sabedores de la imposibilidad casi absoluta de encontrar e identificar los cuerpos calcinados y tirados al río, diseñaron la estrategia que, en lugar de demandar el esclarecimiento del caso y el castigo de los responsables, se sustenta en la proclama “los queremos vivos”, de suerte de derivar la culpa de quienes cometieron el crimen a quienes, saben, jamás podrán cumplir lo imposible.

 

No en balde, la estrategia ha puesto el acento en los, hoy, 42 desaparecidos, dejando cada vez más en el olvido a los 6 normalistas muertos el 26 de septiembre y al, ahora, recién identificado. La muerte no es útil a su causa, las desapariciones sí.

 

Y así, como batearon a Solalinde, han bateado al procurador, al secretario de Gobernación, al presidente de la República, a Innsbruck y a todo aquel o aquello que pretenda aclarar el crimen y lo seguirán haciendo.

 

Hoy sabemos que a “los pelones”, designación que utilizaba por radio quien envió a los muchachos a la muerte, los engañó haciéndoles creer que iban a “botear” -asignatura curricular de gran importancia académica en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos- a Chilpancingo, ordenando por radio a medio camino cambiar el rumbo hacia Iguala para boicotear el informe de la esposa de un Alcalde protegido por el crimen organizado. O sea, los dirigió al matadero.

 

De igual forma, sabemos que hay quienes, así como se rehúsan a que el caso sea esclarecido, repudian cuestionar y cuestionarse el papel que en todo esto han jugado y juegan quienes controlan la Normal de Ayotzinapa y, todo parece, el movimiento.

 

Fuera de los cálculos de la estrategia del movimiento, la Procuraduría logró identificar los restos de uno de los muchachos. De inmediato descalificaron el hallazgo alegando que aquéllos fueron plantados por la propia dependencia. Por fortuna existe filmación de la recuperación y de la línea de custodia de todo lo hallado. Peor aún, si fuese posible presentar con vida a los 43 muchachos, no faltaría quien denunciara su clonación por parte de Peña Nieto para conculcar el legítimo derecho de explotar políticamente la desaparición de los muchachos y el dolor de sus padres.

 

Bajo el paraguas “vivos los queremos”, se demanda por igual la renuncia del procurador que del presidente y la abrogación de las reformas estructurales; se desconoce al bueno pa’nada del gobernador en turno, se llama a las armas y se convoca a la revolución; se solicita la desaparición de poderes y la suspensión de elecciones en Guerrero; se desquicia la economía del Estado, se tortura a su población y se boicotean abiertamente instituciones, empresas y elecciones.

 

Se acude al Senado a regañar e insultar a los Senadores, a quienes les niegan la palabra, exigiéndoles respuestas perentorias a asuntos ajenos a su competencia. Otro imposible para convertir al reclamado en rehén. Ya encarrerados, recriminaron al Senado no haberlos buscado antes, como si fuese ésa una función legislativa.

 

El caso de Ayotzinapa está en la órbita de la procuración y administración de la justicia, no del Poder Legislativo; pero como el movimiento es contra todo poder constituido, ayer le tocó al Senado le bailaran un jarabe tapatío en la cabeza. Ya le llegará su turno a la Cámara de Diputados y a la Corte.

 

Del montaje en el Senado celebro, sin embargo, que alguien haya puesto en su lugar el fingimiento de la “Guasón” Sansores.

 

La clave de la estrategia la expresó uno de los padres en el Senado, no pueden permitir que las elecciones resten atención a su causa. Lo mismo pueden decir de las investigaciones, la navidad y cualquier otro tema de la vida nacional. No es que todos seamos Ayotzinapa, sino que todo tiene que girar en torno a Ayotzinapa. ¡Bueno, hasta el Nobel de la paz! Sin embargo, los artífices de la causa, sabedores que el impulso se les acaba, no repararán en recursos y oportunidades para sumar mártires frescos al movimiento.

 

Hoy nadie está a salvo; autoridades, instituciones, comercios, tránsito, personajes, ciudadanos. Contra todo y contra todos se enarbola una patente de corzo que ha hecho del dolor coartada insurreccional. Las primeras víctimas de los dueños del duelo de Ayotzinapa han sido la libertad a pensar algo que no sea su tema y bajo su óptica, y la expresar algo discorde a su discursiva. De la tolerancia mejor ni hablamos.

 

Lastima decirlo y sé bien que no va a gustar, pero en Ayotzinapa para algunos el activismo es antes que la paternidad.

 

@LUISFARIASM