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Estados Des Unidos

Trump está lidiando no sólo con la crisis de salud nacional, también con la división entre los estadounidenses. l Alicia Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

Las noticias sobre Estados Unidos cambiaron radicalmente en dos semanas y también las expectativas de que Donald Trump pudiese reelegirse para un nuevo mandato al frente de la Casa Blanca. 

Debido al trágico impacto que la pandemia de covid-19 ha tenido sobre la vida de los estadounidenses y que hasta ahora, según la Johns Hopkins University, ha cobrado la vida de 110,514 personas y contagiado a otras 1,942,363; así como, de acuerdo con el Departamento de Trabajo, más de 21 millones de personas han quedado en las filas del desempleo, los titulares de los principales diarios en ese país, y en el mundo, estaban acaparados por notas sobre la controvertida atención del presidente Donald Trump a los problemas que hasta hace dos semanas parecían los más apremiantes de Estados Unidos. 

No obstante, el brutal asesinato del afroamericano George Floyd por parte de la policía de Minneapolis detonó una nueva crisis que poco a poco se le salió de las manos al presidente y transformó al país en un polvorín de manifestaciones en contra de la brutalidad policiaca hacia la población afroamericana. Ahora, Donald Trump está lidiando no sólo con la crisis de salud nacional, también con la división entre los estadounidenses y el riesgo de múltiples manifestaciones que, como efecto dominó, aparecen a lo largo y ancho del país, y que amenazan la estabilidad y la propagación del covid. 

La demanda de un liderazgo promotor de consensos en el país no podría ser mayor ante esta situación, pero hasta hace unos días Donald Trump parecía más interesado en adoptar tácticas de mano dura que lejos de unir tenían el efecto contrario. La petición de Trump de que los gobernadores usaran la fuerza contra los manifestantes para apaciguarlos se materializó el 1 de junio con el uso de gases lacrimógenos contra los manifestantes que protestaban frente a la Casa Blanca, la decisión de desplegar a la Guardia Nacional en al menos 23 estados y el toque de queda en 40 ciudades, entre ellas Nueva York; acciones que bien podrían haber sido utilizadas por líderes autoritarios que el presidente Trump suele admirar. 

Si bien las protestas raciales tienen una larga historia en Estados Unidos, la pandemia contribuyó a que la sociedad estadounidense cobrara más conciencia sobre las profundas desigualdades entre grupos étnicos, entre las que destacan una mayor tasa de desempleo y mortalidad por covid entre los afroamericanos. 

Pero el presidente Trump parece estar más preocupado por su imagen pública habida cuenta de la cercanía de las elecciones presidenciales. Fue justo su intención de procurarse una imagen pública de líder firme y seguro lo que llevó a Trump a tomar el riesgo calculado de asumir una actitud más beligerante y retadora frente a los manifestantes. Quizá en el imaginario del presidente prevalecía la idea de que, si las manifestaciones continuaban escalando su violencia, más estadounidenses apoyarían sus tácticas de mano dura, en el supuesto que los estadounidenses no son partidarios de la inestabilidad. 

Sin embargo, su preocupación por poner orden a cualquier costo y no transmitir una imagen de debilidad al tenerse que alinear con las fuerzas progresistas que tradicionalmente abanderan la agenda de los afroamericanos, lo ubicó en el sector más violento del espectro político, sobre todo porque la mayoría de las protestas han sido pacíficas e incluso, miembros de la policía antidisturbios se ha arrodillado junto a los manifestantes como muestra de solidaridad. 

No obstante, esto ya le está cobrando factura a tan cuidada imagen y popularidad. Durante la primera semana de manifestaciones en el país, Joe Biden estaba a cinco puntos por arriba de Trump en las encuestas nacionales, y para el lunes 8 de junio Biden ya sumaba ocho puntos por encima de Donald Trump.

En estos momentos, todo sugiere que los factores que marcarán las elecciones de noviembre próximo serán los efectos de la pandemia en vidas humanas y en la economía, la violencia contra los afroamericanos y el abuso del poder en Estados Unidos, lo cual se presenta como un escenario muy negativo contra el presidente Trump. Es factible que estos elementos lleven a la población afroamericana a las urnas para despedirse definitivamente del partido de Lincoln, especialmente si, como todo parece indicar, Biden elige como compañera de fórmula entre las afroamericanas Val Demings y Kamala Harris.

Asimismo, las encuestas muestran que la pandemia ha detonado un mayor interés entre los jóvenes sobre los temas políticos, que han sido duramente perjudicados por el desempleo y el cierre de universidades. Nada de esto representan buenas noticias para el presidente Trump, más enfrascado en luchas contra aliados en Estados Unidos y en el extranjero, golpeando instituciones como la Organización Mundial de la Salud en las que su país y el resto del mundo hoy más que nunca necesita invertir.

Sin embargo, aún faltan cinco meses para la elección y, conociendo la gran capacidad de Trump para dar golpes espectaculares, seguramente ya tiene planeadas acciones que le devuelvan el reflector para rescatar su imagen y volver a la contienda.