Main logo

Esta noche tan larga

Los últimos meses de la vida de Stefan Zweig

Por
Escrito en OPINIÓN el


Stefan Zweig se suicidó junto a su esposa Charlotte (Lotte) Altmann, en su casa de Persépolis en Brasil, su tierra elegida de exilio, el 22 de febrero de 1942. Hacia esa mañana viajamos a través de la película: “Adiós a Europa” de la directora alemana María Schrader. Las escenas finales: escuchamos voces que hablan en protugués. El ama de llaves y amiga de los Zweig llora en el umbral de una habitación. Al interior alguien mueve la puerta del armario cubierta por un espejo, y es, sobre la superficie del espejo que vemos a los dos cuerpo sin vida sobre la cama, ella en su camisón de dormir, él de saco y corbata. Gabriela Mistral está allí, (la poeta chilena vivía en ese momento en Persépolis), Zweig dejó una carta de despedida en alemán. Su amigo, también exiliado judío alemán, la lee en voz alta. Días antes conversaron, Zweig le expresó su profundo pesimismo con respecto al futuro de Europa y a la avanzada imparable del Tercer Reich. Zweig tenía 61 años. Lotte 36.

Unos días antes Zweig había anunciado a su casera que tenían un cambio de planes y no seguirían rentándo su casa. Quemó papeles. Regaló a su perrito Fox Terrier. Donó libros. Había escrito una larga carta a su primera esposa Friderike Von Wintermintz con quien compartió 20 años de su vida, les comparto fragmentos:

 “Querida Friderike, En Ossining me viste mejor y más calmado, pero mi depresión ha empeorado, me siento tan mal que ya no puedo concentrarme en mi trabajo. A ello se suma la triste certeza – la única que tenemos – de que esta guerra ha de durar todavía años y de que pasará mucho tiempo antes de poder regresar a nuestra casa. Ciertamente me ha gustado estar en Petrópolis pero echo de menos los libros, que me son indispensables para mi trabajo… Y finalmente está la guerra, esta guerra que nunca termina, que todavía no ha alcanzado su peor momento. Soy demasiado débil para aguantar todo esto, y la pobre Lotte no lo ha tenido fácil conmigo, sobre todo porque su salud ha empeorado también…  Estoy seguro de que alguna vez vivirás mejores tiempos y comprenderás por qué mi pesimismo me ha impedido aguantar más. Te escribo estás líneas en mis últimas horas. No te puedes imaginar cuán aliviado me siento desde que tomé esta decisión…Ten coraje, ahora sabes que estoy tranquilo y feliz.

Con mi amor y amistad, Stefan”.

Zweig nació en 1881 en una familia muy acomodada de judíos vieneses no religiosos, se doctoró en filosofía en 1905. Fue amigo de las mentes más privilegiadas de su época, entre ellos Joseph Roth, y Sigmund Freud, de esta relación nos queda una larga correspondencia. Europa estallaba y Zweig creí en una Europa unida y sin fronteras. Un escritor pacifista que tuvo que huir de Austria después de que su casa fue “inspeccionada”. Le quedó claro que la subida de Hitler al poder abría los tiempos “a la brutalidad” y  la “barbarie”. A las persecuciones antisemitas. Se quemaron libros suyos, se prohibió editar su obra. Comenzó entonce el largo viaje hacia el exilio. En 1935, su esposa se enteró de su relación amorosa con Lotte, su entonce secretaria. Se separaron y es con Lotte con quien Zweig llega a Londres, a Bath, después a Nueva York, y finalmente a Persépolis.

Regreso a la película: comienza con la primera visita de Zweig a Brasil, de paso en su viaje hacia el Congreso de Escritores del Pen Club Internacional en Argentina. Ese congreso en el que se le solicitó que se declarara de manera abierta y clara contra la Alemania de Hitler. Se negó a hacerlo. “Nunca hablaría mal de un país. No hablaría mal de Alemania… El artista que cree en la justicia nunca puede fascinar a las masas ni darles eslóganes. El intelectual debe permanecer cerca de sus libros. Ningún intelectual ha estado preparado para lo que requiere el liderazgo popular". Pero también declaró que: “Un acto de resistencia” cuando no se está en una situación de riesgo, era para él, sobre todo, una manera de promocionarse. Habría que pensar que hablar “mal de Alemanía” tenía que incluir “hablar mal de Austria”, al final de cuentas, las calles de la capital se llenaron de vieneses agitando banderas y celebrando la llegada de los nazis al momento de la “anexión”. “Viena degradada a la condición de una provincia alemana”, escribió.

En 1940 Zweig y Lotte residieron en Nueva York, y fue allí en donde escribió “El mundo de ayer”. El escritor (más que famoso y respetado), recibía constantemente cartas de amigos y conocidos que intentaban huir de Europa y solicitaban su intervención para que se les otorgara una visa. No había manera de atender a todas esas solicitudes, y la angustia, la impotencia y la culpa lo atormentaban. En 1941 se trasladaron a Persépolis. La película es una reconstrucción a partir de diarios, cartas, periódicos y un margen de fantasía que lleva a la directora María Schrader a recrear la vida cotidiana de Zweig y su relación con la dulce y silenciosa Lotte, de una manera fragmentaria, a partir de momentos aislados, en seis tiempos.

Las biografías de Zweig son magníficas: Erasmo de Rotterdam, Fouché, María Antonieta, Balzac, María Estuardo. Obras como “El amor de Erika Ewald”, “La confusión de los sentimientos”, “Momentos estelares de la humanidad”, “La piedad peligrosa”, “Carta de una desconocida”, “24 horas en la vida de una mujer”, más allá de la calidad de la película (que en lo personal aprecié), me entusiasma que a través de ella se abra para los lectores jóvenes, un horizonte de curiosidad hacia su obra. Zweig fue un gran escritor. Pero, ¿quién era Lotte? Esa mujer tan dejada de lado, de la que resulta tan difícil obtener información. Huérfana judío-polaca, esposa y secretaria del escritor, enferma de asma.  En  las cartas reunidas en “Stefan and Lotte Zweig’s South American Letters”, publicadas en 2010 con la autorización de su sobrina Eva Alberman, aclara que: “Partir es la mejor solución para ella y para su marido”.

Les recomiendo mucho la película, pero sobre todo, la obra de Zweig. En redes se encuentra con facilidad la carta que la premio Nobel chilena Gabriela Mistral, escribió a Eduardo Mallea en donde narra la escena final, esa mañana en la que entró a la casa de sus amigos que yacían enlazados en su cama.

Contenido de la carta de despedida de Stefan Zweig:

“Cada día aprendí a amar más este país y en ninguna otra parte hubiera preferido reconstruir mi vida ahora que el mundo de mi propia lengua está perdido y Europa, mi hogar espiritual, se destruye a sí misma”.

“Pero, pasados los sesenta años, son necesarias fuerzas excepcionales para comenzar de nuevo. Y las mías están agotadas después de tantos años de peregrinar como un apátrida. Así, en buena hora y obrando con rigor, consideré lo mejor concluir una vida en la que el trabajo intelectual fue la más pura alegría, y la libertad personal el más preciado bien sobre la tierra”.

“Saludo a todos mis amigos. Que se les permita ver la aurora de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes”. @Marteresapriego