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¡Era un caballero!

Por Gustavo Ferrari.

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Escrito en OPINIÓN el

Nunca conocí a Ernesto Guevara Lynch de la Serna. Es más durante muchos años no supe quién era. La primera mención que tuve de él fue en la ciudad de México, en octubre de 1967, con 13 años de edad, cuando un voceador, en plena avenida Insurgentes Sur gritaba cuan todo el aire que podían expulsar sus pulmones: ¡¡¡Murió el Che Guevara!!!

 

A pesar de ser un compatriota su nombre era prácticamente desconocido en la Argentina cotidiana. Los Guevara Lynch pertenecían a una de esas familias con apellido de linaje, aristócratas, que se codeaban diariamente con el abolengo más alto de la sociedad argentina, si bien su situación económica no era muy florida. Luego con el tiempo me enteré que ese personaje místico de la revolución era conocido simplemente, entre el círculo social que rodeaba a su familia como “Ernestito”, el hijo de Celia y de Ernesto. Sus aventuras revoltosas eran parte de esos temas que no entraban en los diálogos de las mesas familiares.

 

Sin embargo, sí conocí años más tarde, en Cuba, mientras me desempeñaba como diplomático de mi país, a don Ernesto Guevara padre, arquitecto de profesión o de espíritu. Era la época de la dictadura militar en la Argentina y otro hijo del matrimonio, Juan Martín, hermano menor de Ernestito, había sido arrestado y encarcelado por manifestaciones políticas públicas. Don Ernesto, que radicaba en la isla y era tratado con especial preferencia como el padre del guerrillero heroico sacrificado en Bolivia, visitaba todas las semanas la embajada para llevar una carta petitoria en favor de la libertad de su hijo. Siendo frecuentes sus visitas, iniciamos un diálogo permanente que se fue convirtiendo en una estrecha amistad. Yo sabía que todos los miércoles me visitaría y una botella de whisky era la testigo de nuestras charlas y charlas en una pequeña salita de la embajada.

 

Aún guardo en mi memoria con especial recuerdo aquellas tertulias en donde empecé a conocer, en otra faceta, a Ernesto Guevara Lynch de la Serna, conocido como el “Che”. De la boca de su propio padre, que años después se atrevería a escribir “Mi hijo el Che” y “Aquí va un Soldado de América”, descubrí algunos pasajes bastante inéditos de la vida del revolucionario, algunas de ellas bastante curiosas, otras por demás contradictorias.

 

Recuerdo con especial sorpresa el relato de su casamiento con Hilda Gadea, la primera esposa del Che, (su luna de miel fue en Yucatán, según versa la foto adjunta), de origen peruano, quien lo introduce en los círculos políticos izquierdistas y con quien procreó a Hildita (Hilda Beatriz, que se suicidó trágicamente en 1995). Cuando don Ernesto hablaba de Hilda lo hacía en una forma ligera, casi indiferente, marcando a veces, un tanto despectivamente, su origen étnico y lo poco agraciado de su figura.

 

Curiosamente don Ernesto se había casado con Celia cuando ella ya tenía 3 meses de embarazo de Ernestito

 

Cuando una vez le hice el comentario -¿por qué si Hilda no tenía ese porte ideal para su hijo, se había casado con ella?-, bruscamente me contestó: “¡Ernesto era un caballero, se tenía que casar porque ella estaba embarazada! Inmediatamente mi comentario fue: -¿no me diga don Ernesto que Ud. me está hablando que el líder revolucionario de los pueblos, el ‘icono de la juventud mundial’, ese mito que traspasa las fronteras de la inmortalidad, tuvo que casarse porque había dejado a una muchacha embarazada?  -Era un caballero, fue la lacónica respuesta.

 

Meses más tarde, con igual sorpresa asistí al bautismo de un nuevo hijo de don Ernesto, que se había casado en segundas nupcias con una joven argentina a la que casi le duplicaba la edad. En plena ceremonia religiosa en la catedral de La Habana y de la mano del obispo de esa ciudad, mi mente quería fotografiar y tratar de comprender, ese momento, en donde un hermano del Che Guevara, filósofo y cultor de una ideología donde la religión y el catolicismo no eran la prioridad para el nuevo hombre, recibía el sacramento bautismal.

 

Finalizada mi misión en La Habana, continué durante años y hasta su muerte cultivando vía epistolar la amistad con don Ernesto padre. Guardo sus cartas con especial recuerdo así como algunos borradores y pasajes de sus posteriores libros sobre su hijo, que me los enviaba para intercambiar opiniones e historias. En una de esas cartas me comunicaba su intención de asistir a mi boda, así como del inicio de su delicado estado de salud.

 

Los padres, Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna. En brazos Ernestito.

 

La historia de Ernesto “Che” Guevara Lynch de la Serna, está escrita en millones de documentos, libros y relatos a través del mundo en todos los idiomas posibles. Su foto adorna las principales tribunas del progresismo y del post modernismo y ya se ha convertido en un icono mediático, marketinero que invade playeras, llaveros, ceniceros, caretas, calcos y hasta bebidas (en Bolivia hay un ron cola llamado Che). Se han contado muchas historias acerca de su mítica figura y personalidad. Un presidente argentino fue depuesto por las fuerzas armadas por haber permitido su entrada en secreto durante 3 horas al país (luego de la cumbre de Punta del Este en el Uruguay). La versión oficial fue conspiración, la real fue que “Ernestito” quería darle el último beso de despedida a su tía Beatriz, quién yacía moribunda y él la consideraba como su madre.

 

¿Cuál es el punto de equilibrio entre el guerrillero, el revolucionario, el mito y el ser humano de carne y hueso?, ese que sedujo a multitudes, que enamoraba a las chicas de la alta sociedad, que disfrutaba jugar ese exclusivo deporte que es el rugby, que tomaba ron con los campesinos, que se bañaba con los leprosos, que disparaba y mataba con cizaña al enemigo, que nunca dejó el mate y la bombilla como sentimiento a su argentinidad y que al mismo tiempo guardó en su introversión un sinnúmeros de sentimientos como aquel que nunca trascendió realmente que fue el contenido de su carta de despedida de Cuba.

 

Para sus partidarios simboliza la lucha contra las injusticias sociales o de rebeldía y espíritu incorruptible. Otros no tan fanáticos lo señalan como un soñador, aventurero y hasta lo acusan de una mala gestión como Ministro de Industria y Presidente del Banco Central de Cuba cuando le tocó ejercer esos cargos. A años de su muerte, en un nuevo aniversario, no voy a polemizar con nadie, simplemente quise compartir algunas etapas de su personalidad que no siempre son muy conocidas y comentadas.

 

@gferrariw

@OpinionLSR

 

*Gustavo Ferrari WolfensonDoctor en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Consultor de las Naciones en temas de fortalecimiento institucional para gobiernos. Profesor de Gobernabilidad y Ejercicio del Poder del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard  y del ITAM. Residente buena parte del tiempo en el estado de Quintana Roo.