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¿Entretenimiento político?

En la televisión, hubo durante décadas un divorcio entre política y entretenimiento.

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Escrito en OPINIÓN el

 

La noticia pasó casi desapercibida en nuestro país. En España, algunos personajes políticos experimentan modelos basados en el entretenimiento televisivo, para ganar la confianza y el voto de los electores.

 

El fenómeno es muy interesante.

 

La fórmula consiste en que el personaje aparece en programas cómicos o de revista exitosos, en horario triple A, lo mismo para reforzar sus atributos de imagen o debatir sobre temas de interés nacional, pero en formatos más atractivos y audaces.

 

Los líderes de partidos pequeños dieron el primer paso.

 

Luego incursionó el PSOE, tras la elección de su nuevo dirigente, Pedro Sánchez, quien apareció en algunos programas (Sálvame y El hormiguero) rompiendo el paradigma al que estaban habituados en su país.

 

El interés ha crecido y parece marcar una tendencia.

 

En México este tipo de experiencias no son nuevas, pero tampoco han sido abundantes. Antes del 2000, se hicieron algunos experimentos en donde se criticaban, parodiaban o caricaturizaban a los políticos.

 

La historia empezó en el teatro y el cine.

 

Jesús Martínez "Palillo" fue pionero y pagó altos costos por sus osadías. Para los parámetros de crítica actuales, sus sketches darían ternura y a nadie preocuparían. En la Época de Oro del cine mexicano, personajes como Cantinflas y Resortes hicieron algunos intentos.

 

Ni uno solo trascendió por su suavidad y sutileza.

 

En la televisión, hubo durante décadas un divorcio entre política y entretenimiento. En la década de los setenta, Manuel "el Loco" Valdés, fue castigado por hacer un chiste que hoy ni a los niños les da risa: "¿Quién fue el primer presidente bombero de México? ¡Bomberito Juárez!".

 

Chucho Salinas y Héctor Lechuga fueron más audaces.

 

Primero con Cotorreando la noticia, en televisión, y después con Café de grillo, en Radio Fórmula. Sin embargo, los medios solo les otorgaban espacios marginales, hasta que terminaron perdiéndose sin que sus programas o la película México 2000 lograran un verdadero impacto o trascendencia social.

 

Las generaciones de hoy no los conocen.

 

La crítica subiría de tono hasta la llegada de Héctor Suárez, a finales de los ochenta, quien se atrevió a más, pero sin hacer referencia directa a los personajes o símbolos de poder. En esos años, todavía era una regla no escrita para los medios el que no se podía criticar a la Virgen de Guadalupe, al Ejército o al Presidente de la República.

 

Eran figuras intocables.

 

Con la transición y la alternancia vinieron los verdaderos cambios. Durante el gobierno de Ernesto Zedillo, Hechos de Peluche se convirtió en el punto de inflexión. Las marionetas de Carlos Salinas de Gortari y Diego Fernández de Cevallos, más las de los periodistas ficticios Pepe Luche y Johny Mentero, entre muchas otras, captaron la atención y subieron los ratings de TV Azteca.

 

Con el éxito, el entretenimiento político tendría un mejor futuro.

 

El paso más ambicioso se dio en el marco de las elecciones del dos mil. Casi todos los candidatos presidenciales cruzaron la línea para aparecer con mayor frecuencia en programas dirigidos a jóvenes y mujeres, ya sea bailando o dando recetas de cocina.

 

Cuauhtémoc Cárdenas fue el único que no participó.

 

La nueva fórmula se abrió en forma inusitada cuando Adal Ramones, en su programa Otro rollo, rompió el mito y, además de "desacartonar" a los candidatos, logró su autorización para que quien llegara a ser Presidente autorizara que se pudiera parodiar su imagen.

 

Con el triunfo de Vicente Fox, la política en TV ya no sería la misma.

 

Él mismo, como Presidente, participó en programas como el que tenía Eugenio Derbez y no hubo obstáculos de ningún tipo para que La parodia o El privilegio de mandar rompieran con todos los límites del siglo pasado.

 

A la llegada de Felipe Calderón se puso un freno.

 

El cuidado de la imagen presidencial y el contexto grave que provocó el tema de la inseguridad redujeron en forma sustantiva los programas de televisión y radio, obras de teatro películas que hacían de la política un producto rentable y entretenido.

 

Hoy en México la oferta sigue siendo limitada.

 

¿Qué pasaría con la imagen del Presidente si la crítica o caricaturización de su imagen no estuviera contenida en el marco de las redes sociales? ¿Estaría dispuesto el Gobierno de la República a permitir el modelo de entretenimiento político que impulsaron las principales televisoras durante casi una década?

 

En España, el fenómeno es novedoso y funciona.

 

El secretario general del Partido Socialista debatió jugando al basquetbol o probar con una almohada, echado sobre el suelo, "actividades muy alejadas de los clásicos mítines políticos", según cuentan las crónicas de los diarios.

 

En la misma línea, también están probando con las redes sociales.

 

En nuestro país, no se ve en el horizonte la posibilidad de regresar a los formatos que se probaron en el marco de la alternancia en la Presidencia de la República. Los pasos más atrevidos, creativos y de crítica aguda están evolucionando en las #RedesSociales y en algunos medios sociales. ¿Cómo influirán en las próximas elecciones?

 

Con gusto lo veremos y comentaremos.

 

 

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