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Entre la promoción del voto y el descrédito del proceso

La participación ciudadana forma parte de las dinámicas electorales pues sirve a los dirigentes políticos para mostrar su capacidad de generar consensos. | Fausta Gantús*

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Escrito en OPINIÓN el

1884: además de la campaña en apoyo a la candidatura de Porfirio Díaz cabe mencionar el desarrollo en paralelo de una intensa labor de promoción del voto ciudadano que se desplegó en los periódicos. En efecto, pese a las desilusiones políticas y la falta de confianza en el proceso y aún en las instituciones, expresada por una parte de la prensa, un importante número de impresos convocó reiteradamente a los votantes a ejercer su derecho de elegir a sus gobernantes, unos incitándolos a expresarse en contra del general, otros pidiendo el apoyo para obtener el triunfo, pero todos invitándolos a hacer uso del derecho a sufragar. 

En este contexto a favor del estímulo del voto se creó la Sociedad Propagadora del Sufragio Popular cuya finalidad era la de promover la participación ciudadana en los comicios. Para lograr su objetivo recurrió al apoyo de los miembros de la prensa a quienes los directivos de la Sociedad giraron invitaciones convocándolos a una reunión en la que les expusieron sus objetivos y fines y les pidieron que se sumaran a su causa, lo que puede explicar parte de la promoción que se hizo desde las páginas de diarios y semanarios. “El Tiempo” aseguraba que 18 periódicos acudieron al llamado y se manifestaron de acuerdo en participar. A ello hay que sumar la participación de periódicos oficiales en varios estados de la República. De esta forma se logró que las tareas desarrolladas por la Sociedad fueran comentadas por impresos de la capital.

“La Patria” refería lo que apuntaba “La Voz de Juárez”, sobre lo positivo de combatir el abstencionismo y destacaba lo “noble y elevado” del objeto de la Sociedad. Los trabajos de la Sociedad y su mancuerna con la prensa dieron resultados positivos. La promoción del voto fue amplia, si bien no todos los diarios la secundaron y algunos francamente lo combatieron o al menos lo desalentaron y otros fueron escépticos. Por ejemplo, un diario católico desacreditaría los esfuerzos señalando que lo único que se buscaba era combatir el vacío que predominaría en la elección. Otros, como “El Tiempo”, desaprobaban las actividades de la Sociedad. 

En paralelo, algunos liberales, a través de grupos como el representado por Vicente García Torres a través de “El Monitor Republicano”, consideraban que había antecedentes que desalentaban la confianza en las elecciones, pues quienes detentaban el poder lo habían obtenido no mediante el “voto público” sino gracias a la “audacia”, sin embargo, también convocan a la participación en el proceso electoral. Hacían un llamado a los ciudadanos destacando la importancia de la defensa del voto, que sólo se podía lograr mediante el ejercicio de acudir a las casillas que constituía la única alternativa para lograr el cambio de rumbo en el gobierno. Estaban igualmente en contra de la “censurable abstención electoral”, pues era el “sufragio popular” el que aseguraría que llegara a la presidencia un “gobernante apto, digno, honrado y justiciero”.

Por otro lado, al tiempo que se desarrollaba la campaña de promoción del voto, muchos periódicos se dieron a la tarea de desacreditar el proceso electoral, a negar cualquier sentido a la participación ciudadana y desalentar el ejercicio del sufragio, aduciendo la falta de libertad, la completa manipulación de los comicios, la perversión del sistema todo. Así una parte de la prensa abonaba en la idea de que el ejercicio electoral se caracterizaba por la falta de participación ciudadana y por la mal disimulada injerencia del gobierno para manipular e influir en los resultados. En efecto, a lo largo del siglo, pero especialmente de la segunda mitad, el discurso elaborado por buena parte de la prensa contribuyó a conformar un imaginario de desconfianza en torno a los procesos electorales. Según los impresos, los procesos estaban siempre determinados por la manipulación, la que, en esos términos, constituía una constante que definía la vida política del país bajo las administraciones de la República Restaurada y las emanadas de la Revolución de Tuxtepec. 

Por más que el gobierno respetara, o al menos dijera respetar, la aplicación de las formas constitucionales y legales, el periodismo insistía en el hecho de que el voto ciudadano sólo era un escudo que servía para legitimar la acción espuria, y que ello se reflejaba claramente en el abstencionismo reiteradamente denunciado desde las páginas de los periódicos, porque los acuerdos se tomaban en los salones y las entrevistas en pos de consolidar alianzas y partidos de poder. Esto es, la proyección de esa idea por una parte de la prensa constituía una forma de descalificar los procesos electorales y, con ellos, a quienes resultaban electos; lo que es necesario tener presente, es que estas acciones formaban parte de una estrategia política de las que los representantes de la prensa y sus órganos de difusión eran parte integral. Estudios recientes sobre las prácticas electorales durante el porfiriato muestran que había más participación en las elecciones de lo que la prensa opositora reconocía; estos estudios explican cómo el abstencionismo constituía, a veces, un voto a favor de los candidatos aceptados y que la ciudadanía salía a votar cuando no se lograba consenso amplio entorno a un postulante.

Como es posible observar, en el contexto electoral, para divulgar propuestas, promocionar campañas, estimular simpatías, generar adeptos, atraer votantes, la participación de la prensa resultaba imprescindible. Esto es, en las coyunturas electorales entre las estrategias diseñadas para ganar los comicios la difusión a través de la prensa resultaba fundamental. En lo referente a la Sociedad Propagadora y su alianza con la prensa está claro que la finalidad era lograr la participación ciudadana, porque la misma era considerada como una necesidad de las dinámicas electorales pues servía a los dirigentes políticos para mostrar su capacidad de generar consensos.

* Fausta Gantús

Escritora e historiadora. Profesora e Investigadora del Instituto Mora (CONACYT). Especialista en historia política, electoral, de la prensa y de las imágenes en Ciudad de México y en Campeche. Es autora de una importante obra publicada en México y el extranjero, entre las que destaca su libro “Caricatura y poder político. Crítica, censura y represión en la Ciudad de México, 1867-1888”. Ha coordinado varias obras sobre las elecciones en el México del siglo XIX (atarrayahistoria.com) y es co-autora de “La toma de las calles. Movilización social frente a la campaña presidencial. Ciudad de México, 1892. En 2020 publicó también el libro de creación literaria Herencia. Habitar la mirada/Miradas habitadas”.