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Enroque peligroso

Aunque está plagada de desconfianza, hay que reconocer que la jugada de Trump al reemplazar a Sessions por Whitaker estuvo bien dirigida. | Alicia Fuentes

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Escrito en OPINIÓN el

A menos de un día de que los demócratas obtuvieran el control de la Cámara de Representantes y los republicanos reafirmaran la mayoría en el Senado de Estados Unidos, Donald Trump empezó a tomar decisiones que generan suspicacia sobre su presunto vínculo con la interferencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016.

Desde hace meses se rumoraba que Trump tenía la intención de remover del Departamento de Justicia al Fiscal General Jeff Sessions y a su adjunto, Rod Rosenstein, ya que consideraba una traición que no lo protegieran de la investigación sobre la interferencia rusa que lleva a cabo el Fiscal Especial Robert Mueller. Siguiendo los consejos de los abogados del propio Departamento de Justicia, Sessions se desvinculó de la investigación rusa y permitió que Rosentein la supervisara y accedió que llevara su propio curso pese a los implacables esfuerzos del presidente para desacreditarla.

El hecho de que los demócratas se apoderaran de la Cámara de Representantes significaría una seria amenaza para Donald Trump por lo que no sorprende el despido de Sessions y su reemplazo por Matthew Whitaker como Fiscal General Interino. Sin embargo, uno de los recelos más grandes que han surgido con la designación de Whitaker para ocupar el cargo más importante en materia de procuración de justicia de Estados Unidos son sus antecedentes de partidismo político. Justo antes de trabajar con Sessions en el Departamento de Justicia, Whitaker expresó abiertamente su oposición a la investigación rusa y sus críticas fueron desde que la investigación de Mueller era una amenaza para las finanzas de Trump y sus asociados, hasta la idea de reducir tanto el presupuesto de la investigación para disminuir la capacidad de Mueller de hacer su trabajo.

El enroque realizado por Donald Trump en el Departamento de Justicia y el nombramiento de un hombre como Whitaker hacen suponer que Trump está convencido de que, a diferencia de Sessions, Whitaker servirá a los intereses personales del presidente antes que a los intereses de la justicia en Estados Unidos; y que muy probablemente el nuevo Fiscal General influirá para dar un rumbo distinto a la investigación sobre la trama rusa, ya que el propio Trump ha pedido a Whitaker supervisar directamente la investigación de Mueller.

Al igual que Sessions, Whitaker debe mantenerse al margen de la investigación de Mueller, de lo contrario podría incurrir en contrariedades éticas y en posibles conflictos de interés, pero si se lo propone puede interferir. Por ejemplo, en principio Mueller debe notificar al Fiscal General de los hechos más importantes de la investigación, incluso el Fiscal General puede solicitar a Mueller una explicación sobre cualquier paso que pretenda dar y concluir que éste no debe realizarse, acciones que Jeff Sessions evitó por recomendación previa de los funcionarios de Justicia. En este sentido, Whitaker no sólo debe consultar a los funcionarios de ética del Departamento de Justicia sobre su papel en el curso de la investigación sobre la trama rusa, sino que también debe comprometerse a no divulgar confidencialidades de la investigación a nadie en la Casa Blanca, al menos no sin el consentimiento de Mueller.

Afortunadamente y muy a pesar de Trump, será complicado para Whitaker como Fiscal General interino influir en la investigación sobre la interferencia rusa, ya que Mueller ha sido lo bastante astuto como separar su investigación y distribuirla entre distintas entidades de procuración de justicia de Estados Unidos: el caso del ex abogado personal de Trump, Michael Cohen, está a cargo del Tribunal del Distrito Sur de Nueva York; el del ex jefe de campaña de Trump, Paul Manafort, lo lleva el Tribunal de Distrito Este de Virginia; y los casos de las rusas María Butina y Elena Khusyaynova están en manos de diversos procuradores estadounidenses en conjunto con la División de Seguridad Nacional del Departamento de Justicia. Si Whitaker fuera al extremo y despidiera a Mueller, acción que ha pasado por la cabeza de Donald Trump, el hecho de que todos los casos sobre la trama rusa estén esparcidos en distintos tribunales de Estados Unidos imposibilita detener la investigación y deshacerse de pruebas para excluir a Trump.

Jugada bien pensada

Aunque está plagada de desconfianza, hay que reconocer que la jugada de Trump al reemplazar a Sessions por Whitaker estuvo bien dirigida. Si bien formalmente Sessions presentó su renuncia, ésta fue a petición de Trump, lo que debería entenderse como un despido; sin embargo, en términos legales la “renuncia” de Sessions le dio oportunidad a Trump de designar a un fiscal interino sin pasar por la confirmación del Senado y esto le concede un período de 210 días para maniobrar frente a un Congreso que asumirá el cargo en enero de 2019 y que, al menos en lo que se refiere a la Cámara de Representantes está dispuesto a responsabilizar a Trump de lo que tenga que ser responsable.

Pero no sólo los demócratas en el Congreso están dispuestos a responsabilizar al presidente, muchos republicanos han reconocido públicamente la importancia de preservar la independencia del Departamento de Justica y de permitir que la investigación sobre la trama rusa continúe. Transcurridos los casi siete meses del interinato de Matthew Whitaker que marcan la ley, si Trump propusiera a éste o a otro de sus hombres de confianza como Fiscal General con el propósito principal de protegerse, es posible que presenciemos que una parte de la mayoría republicana disidente en el Senado trabaje de la mano con los demócratas para dejarle claro a Trump que Estados Unidos quiere a un Fiscal General comprometido con el estado de derecho y no con la figura del presidente.

A la luz de un Congreso amenazante, la rápida acción de Trump de reemplazar al Fiscal General no deja duda alguna de que la investigación sobre la interferencia rusa toca sus intereses personales. Sin duda, a partir de ahora cualquier intento de limitar la actividad de Mueller traerá serias consecuencias para el presidente. El peor escenario es que si Trump continúa haciendo travesuras con el Departamento de Justicia que busquen beneficiarlo personalmente, podría no sólo ver mermada su capacidad para interferir en la investigación rusa, sino también abrirse a sí mismo la puerta de salida de la Casa Blanca.

Camino minado a las elecciones

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