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En tiempos de crisis

Apostemos a la fortaleza de las instituciones y de la sociedad, y hagamos cada quien lo que nos toca pensando también en los demás. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Aunque la pandemia del coronavirus ha concentrado toda la atención -y las preocupaciones- en la última quincena por sus probables consecuencias en términos de salud y económicos, las crisis en nuestro país durante la administración del presidente López Obrador no son nuevas y probablemente compliquen el panorama. 

Apenas estamos por entrar a zona de turbulencia, y si bien hay algunos factores que quizá nos ayuden a sortear la pandemia de mejor manera como la experiencia de otros países, el clima cálido -que no está comprobado- o la menor movilidad respecto a Europa por la extensión territorial y el número de viajes, lo cierto es que no estamos en un buen momento. 

Hay que considerar que previo a la llegada del coronavirus ya atravesábamos por una crisis de violencia e inseguridad con un alto número de homicidios dolosos y feminicidios, nulo crecimiento económico principalmente por la falta de inversión derivada de las decisiones gubernamentales así como la precarización de nuestro sistema público de salud que ha sufrido disminuciones presupuestales, subejercicios e improvisación en la sustitución del seguro popular por el Insabi. Las protestas por desabasto de medicamentos, falta de insumos y las condiciones en que labora el personal médico han sido recurrentes desde hace meses y tienden a incrementarse. 

En este contexto, la actuación del gobierno de López Obrador poco ha contribuido a atenuar la preocupación y desconfianza de la población, ya que la narrativa que el presidente ha intentado construir desde el púlpito de las mañaneras va en sentido contrario a las cifras, pronósticos y recomendaciones emitidas por organismos internacionales, especialistas y por los mismos responsables del sector salud. 

Mientras que la sociedad se anticipó al gobierno adoptando en lo posible medidas de distancia y aislamiento, y el subsecretario de salud López-Gatell ha realizado un esfuerzo importante por informar, prever escenarios, etc., pareciera que el presidente subestimó la gravedad de la situación y de ahí la ligereza con la que se ha comportado. Sólo así se explica que haya decidido continuar con sus giras y eventos masivos abrazando y besando a los asistentes, muestre estampitas religiosas como forma de protección e incluso que todavía este domingo subiera un video invitando a la gente a seguir haciendo su vida normal, a salir con sus familias y a ir a los restaurantes o fondas, lo que le ha valido la crítica de la prensa internacional ante lo que se ha calificado en el mejor de los casos como una gran irresponsabilidad. 

El presidente debería ser consecuente con las medidas adoptadas por su propio gobierno y predicar con el ejemplo por un asunto de elemental sentido de responsabilidad, y por ser un referente para muchísimas personas que replican su mensaje. No es de extrañar que el gobernador de Puebla haya dicho que los pobres son inmunes al coronavirus, o que a estas alturas haya quien afirme que se trata de un invento para obtener beneficios económicos. 

En plena fase 2 de la pandemia, son tres las interrogantes que permean en el animo social: 1) la confiabilidad de las cifras a pesar de que se han realizado un número muy limitado de pruebas, 2) si las decisiones gubernamentales han sido las adecuadas y se han tomado con la debida oportunidad para romper con la cadena de contagio o vamos tarde, y 3) si realmente, como lo ha afirmado López Obrador, nuestro sistema de salud cuenta con la capacidad para atender a los pacientes de coronavirus siendo que en países con mucho mayor solidez y recursos se han colapsado. En medio de la crisis y la incertidumbre, únicamente el tiempo despejará estas preocupaciones, por lo pronto apostemos a la fortaleza de las instituciones y de la sociedad, y hagamos cada quien lo que nos toca pensando también en los demás.