La volatilidad de las tendencias electorales sigue creciendo. El rumbo que tomó la agenda pública, a partir de la terrible tragedia ocurrida en la Línea 12 del Metro, se convirtió en punto de inflexión para las estrategias de partidos y candidatos rumbo al 6 de junio. El fuerte impacto que la noticia provocó en la población incrementó la zona de incertidumbre y volatilidad en los números que mostraban las encuestas hace un mes.
Los indecisos tendrán un rol determinante en muchas de las elecciones del 6 de junio. Sin embargo, no es fácil caracterizarlos. En las Elecciones 2021 hay indecisos de todo tipo. Unos que se muestran escépticos ante la gran cantidad de partidos y candidatos que tenemos. Otros, que no están seguros de si emitirán o no un voto de castigo. Algunos más que están desencantados de la política y de lo que sucede en sus vidas o en su entorno inmediato.
A los indecisos no les falta información. Por el contrario. La tienen en abundancia. El problema es que —como todos— la que reciben es confusa, muchas veces contradictoria y casi siempre caótica. Por si fuera poco, un gran número de noticias que consumen entran en contradicción con la realidad que los rodea. De ahí se desprende el bajo valor agregado que les dan porque no confían en lo que están recibiendo.
Por si no lo leíste: Encuestas no son exactas, pero sí dan una visión aproximada de la realidad.
En las elecciones más grandes de nuestra historia no estamos viendo una identidad partidista clara, efectiva y coherente. Una vez más se impuso el pragmatismo. Y con éste se acentuó el desdibujamiento de las ideologías, el sentido de pertenencia y la afinidad con las causas que más importan a la ciudadanía.
La oferta política hoy es muy similar entre unos partidos y otros. En consecuencia, se dificultan las decisiones del electorado para tomar las mejores decisiones posibles, ya que la mezcla partidista para derrotar a Morena parece absurda e inconsistente al unificar en una coalición a partidos que hasta hace pocos años eran adversarios incompatibles en muchos sentidos.
El mercado de la política se convirtió en un hipermercado de diversas opciones. Lo malo es que todas las ofertas se parecen. Por eso, los resultados obtenidos por los gobiernos y congresos en los últimos dos años y medio tendrán un peso significativo en los procesos de toma de decisiones de las y los electores. La percepción individual en el sentido de si las personas sienten que su vida es mejor, igual o peor o si el país avanza o retrocede también será muy importante. El humor social es muy diferente al que había hace tres años.
La indecisión también se explica por las campañas. Ni quién lo dude. La mayoría fueron de muy baja calidad. Las ocurrencias, improvisaciones y falta de creatividad acentuaron sus efectos negativos con la obligatoriedad de difundir spots todos los días, en todos los medios, a toda hora. A diez días de las elecciones, en las redes sociales aún sobresalen las conversaciones donde predomina el ruido, los conflictos estériles, las conversaciones manipuladas, la pobreza de argumentos y la guerra sucia.
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Por supuesto que hemos visto campañas buenas. Pero en ciertos escenarios, la propaganda no alcanza para ganar. Lo que ha sucedido en el país durante los últimos meses cobrará facturas. Con base en las encuestas recientes, quedó atrás el escenario altamente optimista para Morena y sus aliados. No son pocas las elecciones en donde el voto de los indecisos podría convertirse en el factor determinante.
Así las cosas, los indecisos resolverán el dilema principal que hoy enfrenta nuestro sistema de partidos, de consolidar o poner freno al proyecto de la denominada 4T. La decisión final que tomará la ciudadanía en las urnas dependerá de la capacidad que tuvieron el Presidente de la República y los partidos que lo respaldan para mantener las expectativas y esperanza que despertaron en las elecciones de 2018. En la misma jornada descubriremos la magnitud de las fobias, el enojo y el rencor social que existen hacia su gobierno.
El problema que hoy enfrentan las diversas fuerzas políticas en competencia está en las estrategias mal elaboradas; en la crisis de liderazgos que se ha acentuado durante las últimas décadas; en el modelo de legislación electoral que nos rige; en el incumplimiento de compromisos de campaña que se hicieron en elecciones anteriores; en la persistencia de los grandes problemas económicos, de salud e inseguridad que enfrenta el país; y en la inadecuada gestión de algunas de las crisis de más alto impacto que se han presentado en las últimas semanas.
Pero eso no es todo. Los indecisos cambian su intención de voto con relativa facilidad. No establecen un compromiso profundo o de lealtad con gobiernos, partidos o candidatos. Cambian de opinión rápidamente con los eventos coyunturales o que consideran extraordinarios. Sus reacciones suelen ser más emocionales que racionales. Y en el último momento pueden tomar la decisión de no acudir a las urnas. Por todo lo anterior, son el mayor reto en una campaña, pues representan a la audiencia con la que es más difícil comunicarse.
Cierto es que el voto es de naturaleza multifactorial. Pero también lo es que conocer a fondo a los diferentes grupos que conforman al electorado indeciso es una de las llaves más importantes para acceder y mantenerse en el poder. Por eso, antes de emitir cualquier mensaje, lo primero es conocer quiénes son, en dónde están y cuáles son sus necesidades, deseos, actitudes, opiniones y emociones. El uso de los medios tradicionales es importante, pero hoy lo es más la habilidad para dirigirse a ellos a través de los medios directos y las redes sociales.
En varios países, incluido el nuestro, está demostrado que sí es posible lograr buenos resultados con los indecisos, aún en las condiciones más críticas o adversas. La clave está en saberse comunicar mejor con ellos, sobre todo en aquellos momentos en que su participación es decisiva para modificar una tendencia días antes de la elección. ¿Quiénes tendrán esa capacidad durante los próximos días?
Recomendación editorial: Xavier Peytibi. Las campañas conectadas. Comunicación política en campaña electoral. Barcelona, España, Editorial UOC, 2019.