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Emmanuel Carballo, el ogro

Son días aciagos para México, caray. De pronto como que el mal de ojo nos cayó encima; la mala suerte; el mal fario; la bilis negra: todo junto. Mueren quienes fueron la conciencia creativa y crítica de este país durante la segunda parte del siglo XX y principios de éste…

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Escrito en OPINIÓN el

… Y no hay a la vista quién se encargue de cuidar la casa, los espejos, las vitrinas, los postigos, las ventanas, los pasillos, las ideas, el pensamiento y  la gloria de lo que México ha sido…

No habían transcurrido más de tres días, luego de que el jueves 17 de abril muriera Gabriel García Márquez cuando ocurre otra muerte insospechada el domingo 20 del mismo mes de abril: la de Emmanuel Carballo, el crítico literario temible, pero respetado, editor como pocos y hombre de letras que lo había leído todo: o casi todo… y que hacía referencias y que dictaba sentencias: vida o muerte de escritores… Todo en él era leer y criticar… para construir.

Alguna vez contestó la vieja e histérica pregunta-lugar común del que si tuviera que irse a una isla desierta, qué libro llevaría consigo: no dudó ni un minuto: “Las amistades peligrosas”, de Pierre Choderlos de Laclos, publicada por primera vez en 1782. Es una historia de intrigas, de traiciones, de engaños e ingenuidad: la vida misma, con cierta frecuencia.

El sabía que mucho de lo que se escribió en México durante la segunda mitad del siglo XX había pasado por sus manos, sus ojos y su entendimiento. Carlos  Fuentes, Juan García Ponce, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Octavio Paz, José Agustín, Salvador Elizondo, Sergio Pitol…

Aun en días recientes era el crítico severo de antaño. En una entrevista muy reciente, publicada por la agencia de noticias y análisis Al Momento, rompía lanzas con la literatura mexicana contemporánea, la que no le merecía ningún respeto –decía-.

“Soy una figura molesta, pero necesaria. Mi papel se presta más a la censura que al elogio. Y es natural, el crítico es el aguafiestas, el villano de la película del Oeste, el resentido, el amargado, el ogro y la bruja de los cuentos de niños, el viejo sucio que viola a la chica indefensa, el maniático, el doctor Jekyll y mister Hyde; en pocas palabras, el que exige a los demás que se arriesguen mientras él mira a los toros desde la barrera…”. Todo eso era él. Y él lo asumía.

Todo en su obra crítica y editorial está cifrado. Más de medio siglo de literatura mexicana, de creación, de ensayo, de narrativa, de crónica, de periodismo fueron sujetos de su disección las más de las veces cruel, pero también certera…

Cuando hacía elogios eran verdaderos. Y quien los recibía, autores consumados o noveles, sabían que el valor de esa opinión tenía peso específico en su estado de ánimo y en su consagración como escritor de fuste.

Cometió errores. También. Por supuesto. ¿Por qué no? En alguna ocasión dictaminó en contra de obras que fueron éxito literario y encumbramiento editorial. Pero las más de las veces, él sabía descubrir a quién tenía piernas de jinete para cabalgar en el mundo de las letras sin caerse del caballo. También acertó en muchísimas ocasiones. Autores que aun están lo saben, lo dicen, lo guardan como recuerdo de origen… Y nunca, o casi nunca, dijeron “gracias”…

A Emmanuel Carballo no le importó ese “gracias”, que sí el triunfo de la calidad literaria y de la creación artística frente a los vaivenes y los egos ilustrados de algunos, quienes se visten de pipa y guante para caminar por la vida como escritores: conocía el ademán de aquellos que miran de arriba hacia abajo… aun los no leídos o los que asumen su grandeza en sus limitaciones. Emmanuel Carballo sabía de egos ilustrados y los toleraba, pero no se rendía a ellos.    

Hijo de un inmigrante gallego, nació en Guadalajara, Jalisco, el 2 de julio de 1929, cuando el país terminaba una guerra, la Cristera; cuando el país comenzaba a construir su ‘dictadura perfecta’ con el nacimiento del PNR antecedente del ahora PRI… Cuando José Vasconcelos quería ser presidente de México y cuando se aproximaban tiempos mejores para el país con la llegada del cardenismo (Lázaro Cárdenas) cuando él tenía cinco años…

Estudió derecho en la Universidad de Guadalajara, pero no los concluyó. De plano se dedicó a la lectura y a la crítica literaria y a la creación de publicaciones de tono cultural. Así construyó su vida. Era un hombre de gran estatura, con voz potente, sin miramientos en sus dichos; con asertos verbales temibles… Y, al mismo tiempo, era un ‘mejor amigo’.

En fin, qué paradojas de la vida, muere luego de que se van de México hacia el paraíso de los escritores Federico Campbell, José Emilio Pacheco, Gabriel García Márquez y ahora quien seguía de cerca sus pasos… hasta en esto. Así que estamos de tristezas en el país mexicano.

A nuestros agobios ya cotidianos, a la violencia que se vuelve criminal y que nos parece asunto de realismo mágico, se suma ahora la pesadumbre por quienes ‘irán, y no volverán’. ¿Qué sigue? ¿El silencio? ¿Quién está ahí para relatarnos lo que somos y lo que hacemos? ¿Quién nos mira con ojos de furia para decirnos con cariño que nos quiere mucho? ¿Cuándo terminó la generación de los hombres de firmeza y sin compromisos más allá que su propia obra y el criterio del público?...

Poco a poco parece que nos vamos quedando solos… como en el principio. Queda un consuelo: el de los jóvenes. Está en las universidades de México. Está en las fábricas. En los talleres. En el campo mexicano. Está entre esos jóvenes y muchachas que saben lo que quieren ser y que nos miran con arrojo y sin miedo a sí mismos. Eso es.

Todavía hay tiempo para hacer los honores a Carballo, no con multitudes, sí con consideración y respeto por su obra. 

@joelhsantiago