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Electromovilidad

En el Senado se presentó una iniciativa para fomentar la “movilidad eléctrica”, que reformaría algunas leyes fiscales. | Roberto Remes

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Escrito en OPINIÓN el

El crecimiento del uso y dependencia del automóvil ha estado basado en los combustibles fósiles. Sea por la ruta de la gasolina o el diesel, la mayoría de las ciudades del mundo es altamente dependiente de motores de combustión interna. Escasas son las variantes a este modelo: autobuses a gas, hidrógeno, híbridos o eléctricos. Los combustibles biológicos se han visto como posibles alternativas, pero en general su penetración es limitada y tampoco tan deseable, porque pueden encarecer el cultivo de alimentos, al competir por la misma tierra.

En el caso de México, las ciudades se mueven mediante autobuses que utilizan diesel, así como microbuses y vagonetas que emplean gasolina. En Ciudad de México ha habido algunos esfuerzos en distinta dirección: los trolebuses, por un lado, y los autobuses RTP que han probado opciones a gas. En la línea 4 de Metrobús circulan autobuses híbridos y hay algunos ejemplos de autobuses eléctricos.

En cuanto automóviles la flota es casi totalmente basada en vehículos a gasolina. Pocos diesel, pocos híbridos y aún menos eléctricos. De la carga, ni se diga, las flotas de logística están basadas en diesel y gasolina, y algunos servicios de baja escala con vehículos eléctricos.

Recién, en el Senado de la República se presentó una iniciativa para fomentar la “movilidad eléctrica”. Es un proyecto de decreto que reformaría algunas leyes fiscales, como la del Impuesto sobre la Renta y la del Impuesto al Valor Agregado, así como la Ley de Caminos, Puentes y Autotransporte Federal y la Ley General del Cambio Climático, con la finalidad de incentivar el cambio de vehículos de combustión interna a vehículos de combustión externa, es decir, eléctricos.

En términos generales, lo que se puede apreciar de las reformas, es el énfasis en dar ventajas a los vehículos eléctricos con respecto a sus equivalentes basados en gasolina o diesel.

Desde la introducción del Toyota Prius al mercado mexicano, hace algunos años, el avance en las alternativas a los motores de gasolina ha sido mínimo. Ya casi todas las marcas tienen al menos un vehículo híbrido y empezamos a ver las primeras opciones en vehículos eléctricos. Sin embargo, hasta el momento el mercado no puede comparar entre opciones del mismo nicho. Es decir, la oferta de vehículos híbridos o eléctricos es tan pequeña que todavía no ayuda a reducir las emisiones locales, sólo es, hasta el momento, marketing.

En 2017 se vendieron 8,979 vehículos híbridos y 264 eléctricos en todo el país, según la iniciativa presentada por la Senadora Indira Kempis y otros legisladores. En comparación, Noruega ya está vendiendo 38% de vehículos eléctricos.

Desde la perspectiva más crítica de los vehículos eléctricos está un argumento con el que coincido: el auto sigue siendo auto aunque se vista de eléctrico. Terminará contaminando en un lugar remoto, terminará haciendo un molido muy fino de sus llantas y terminará aportando riesgos a las calles. Es decir, aún siendo eléctricos, los vehículos pueden contaminar y matar. Sin embargo, los eléctricos generan emisiones lejos de las grandes ciudades, y en forma más eficiente, lo que termina reduciendo las emisiones de impacto global.

Al revisar la iniciativa me saltan dos elementos que resultan positivos. El primero, que los estímulos fiscales están principalmente basados en la deducibilidad de los dos principales impuestos del país: sobre la Renta y al Valor Agregado, lo que tiende a centrar el beneficio fiscal en quienes ya suelen comprar coches: personas morales, o personas físicas con actividad empresarial. Es decir, no es un incentivo a tener coche, sino a que en vez de optar por un vehículo de combustión interna, se opte por uno eléctrico. Esta estrategia puede detonar cambios en el mercado de los automóviles si representa un cambio tan importante no sólo en la demanda, sino en la oferta: que las agencias en vez de tener un solo modelo híbrido o eléctrico empiecen a ofertar la gama completa en sus alternativas eléctricas.

El otro elemento que salta a la vista es que en la mayoría de las ocasiones la iniciativa se refiere a “vehículos” y no a “automóviles”, lo que notoriamente representa la mayor oportunidad. Hoy las grandes flotas (pan, refrescos y botanas) están basadas en vehículos a diesel y gasolina. Si estas empresas reemplazaran sus vehículos por equivalentes eléctricos habrá una reducción importante de contaminantes criterio, es decir, locales.

Si la iniciativa es aprobada, contribuirá a cambios importantes en el mercado de vehículos, y en algunos años podríamos pensar en reducir los beneficios fiscales que se plantean. Hoy, por el contrario, me parece buena idea incentivar que las compras previstas de vehículos se lleve a cabo mediante tecnologías más sustentables.

Un mecanismo idóneo estará también en incentivos locales (estatales y municipales) hacia el reemplazo de vehículos a diesel o gasolina por eléctricos, así como un mecanismo que nos ayude a detectar, a tiempo, cuándo los incentivos fiscales deben reducirse o desaparecer para estos vehículos eléctricos. En este momento, me parece que puede contribuir a disminuir las emisiones provenientes de fuentes móviles, tanto locales como globales.