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El viejo pacto

Cuando se descubre la corrupción viene la protección y el ocultamiento mutuo.

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Escrito en OPINIÓN el

Tal como lo dijo el secretario de Defensa en octubre pasado, uno de los principales problemas de la seguridad nacional lo constituye la corrupción, entendida de manera genérica como la obtención de un beneficio de manera ilegal.

 

Pero para que exista la corrupción es necesario que exista impunidad, así llamada a la ausencia de castigo.

 

Por eso es que la corrupción y la impunidad son aliadas del sistema político mexicano, en el que para que exista corrupción es necesario que exista voluntad, discrecionalidad y una falla en el sistema de transparencia o acceso a la información, principalmente, que conduzca a la materialización de conductas ilícitas y su tácito perdón. Aquí también yace la subestima que normalmente el político tiene del ciudadano, que se convierte en cinismo.

 

Normalmente los sujetos de corrupción e impunidad son las élites del campo político y económico, quienes encuentran intereses afines en corromperse a sí mismo a sus pares, para obtener una ganancia de manera ilícita. Después, cuando son descubiertos vienen la protección y ocultamiento mutuo, en un viejo pacto de impunidad.

 

El Índice de Impunidad presentado por la Universidad de las Américas arrojó que la impunidad en México es “muy alta” y nuestro país presentó uno de los peores desempeños. Señala el estudio que la impunidad es multidimensional.

 

Esta misma multidimensionalidad es una de las caracteristicas de la seguridad nacional, es decir, que la seguridad nacional abarca los campos político, económico, social y de seguridad del poder, en los tres órdenes de gobierno y en los tres niveles de autoridad. Es, por tanto, un problema que se tiene que ver de manera horizontal, vertical y transversal, en un sentido o en otro.

 

Pero el viejo pacto de impunidad al que están sujetos las élites del poder está llegando a su término y la subestima está siendo substituida por la crítica en redes sociales o en medios de comunicación a personajes corruptos.

 

No se trata de ejercer un derecho a la denostación al político corrupto, al empresario deshonesto o al comunicador de poca credibilidad, sino de señalar con dedo flamígero, toda conducta indebida sea de quien sea, para que la clase política deje, de una vez por todas, de simular que combate a la corrupción.

 

Recientemente el semanario inglés, The Economist señalaba que para restablecer el estado de derecho, el presidente Enrique Peña Nieto tiene que capturar no sólo a criminales, sino capturar y castigar a politicos relacionados con actos de corrupción.

 

El ejemplo del ex presidente del PRI, Humberto Moreira, y la amplia voluntad del gobierno federal para rescatarlo de su cautiverio en España; la falta de justicia por actos de corrupción de Arturo Escobar y Vega, Carlos Romero Deschamps, las narcocamionetas de Televisa en Nicaragua; o bien, la impunidad en las mochadas en el presupuesto y la cualidad de hereditarias en los cargos de elección popular, son retos que tiene el estado mexicano, no sólo el presidente de la República, vistos desde la multidimensionalidad de la seguridad nacional arriba citada.

 

Por eso el sistema anticorrupción ha permanecido pasivo, entre una falta de voluntad y la ausencia cómplice de legislación secundaria que lo regule.

 

Mientras tanto y por el bien de este país, el viejo pacto está llegando a su etapa terminal y debe ponérsele un punto final.

 

@racevesj

@OpinionLSR