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El sueño del maestro

En el ocaso de su gran carrera, Benjamín Galindo jugó con los Tuzos y levantó el primer título del conjunto hidalguense, en el Invierno 99 | Omar Pérez Díaz

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Escrito en HIDALGO el

Benjamín Galindo se encuentra en el sueño más profundo de su vida. Uno de los mejores jugadores en la historia del futbol mexicano lleva siete días sedado en una cama del Hospital Country 2000, en Guadalajara, Jalisco.

El Maestro se recupera de un derrame cerebral. Ha mostrado síntomas alentadores pero nadie sabe, a ciencia cierta, que daño sufrió a nivel neuronal, ahí donde se guardan los recuerdos más preciados.

Pidamos al cielo que no se borren de su mente aquellos polvorientos llanos de Tierra Blanca, Zacatecas, donde aprendió a patear la pelota con una habilidad fuera de serie que lo transportaron rápidamente de la Segunda División, a una selección amateur y debutar con el Tampico, con apenas 19 años de edad.

Que recuerde a ese chavo delgado y moreno que lucía un rasgo distinto a todos: tenía la capacidad de pegarle a la pelota con los dos perfiles: derecho y zurdo. La misma fuerza y la misma precisión. Pocos en el planeta futbol pueden presumir semejante virtud.

Dormido puede revivir la emoción que le dio ser contratado por el Guadalajara en 1982. Llegó y se erigió en ídolo. Ahí le apodaron El Maestro. Impartía cátedra desde la media cancha, cada tarde, ejemplificando cómo se debe tratar a la pelota. Un 10 de los que dirigen la orquesta completa.

Fue campeón con las Chivas en 1987 metiéndose en el corazón de medio México.

En 1994 emigró al Santos Laguna, en 1997 a Cruz Azul y en 1999 a Pachuca. También levantó la copa en esos tres equipos.

Nunca se le vio a Galindo fuera de lugar. No hablaba de más, era un líder callado que ordenaba con el balón a sus pies. En 1993 lució con México en la Copa América de Ecuador y en la gran final dejó una pincelada para la eternidad.

Frente a Sergio Goycochea, portero de Argentina al que elogiaban por ser “ataja-penales”, El Maestro ejecutó desde los once pasos sin perfilarse; es decir, avanzó en línea recta antes de patear, eligiendo en la última fracción de segundo la dirección del balón. Goycochea se quedó estático. Hipnotizado por la ejecución.

Veinte años duró su brillante carrera. Un legado que debe contemplar con orgullo en este letargo. Con el 10 en sus espaldas. El verdadero Maestro del futbol mexicano. Despierta pronto, Benjamín, aún hay mucho qué enseñar.

REMATE

Pachuca fue el último club de Galindo. Llegó en el Invierno 99’ y muchos se burlaron de él cuando puso en su contrato que cobraría 100 mil pesos de prima si los Tuzos, que apenas habían evitado el descenso, eran campeones. El Maestro jugó 14 partidos e hizo tres goles; vio la Liguilla en la banca pero acabó celebrando el primer título blanquiazul… y cobrando ese inimaginable premio.