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El sapito bufo

Debido a la extracción ilegal del “sapito” de su hábitat, el desierto de Sonora, su población ha disminuido de manera sustancial. | Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

Cuando aparece el bobok, significa que el agua está cerca. Cada año, las personas de los pueblos del noroeste de México, las naciones yaqui, mayo y Comcaac (seri) esperan que los sapos Incilius Alvarius salgan de la tierra, donde han permanecido por alrededor de 10 meses, en señal de que la temporada de lluvias está por llegar.

El sapo bufo, como se le conoce popularmente, ha sido venerado por estos pueblos a lo largo de varios siglos. Dentro de la cosmogonía yaqui, el sapo permitió que estas tierras no se secaran para siempre, pues por muchos años no había llovido, pero gracias a su destreza, a diferencia del gorrión y la golondrina, fue el único animal que logró comunicarse con el dios de la lluvia, Yuku, para hacer que lloviera torrencialmente y los valles de Sonora se colmaran de agua.

Recientemente, también conocido como “el sapito”, ha sido muy valorado comercialmente debido a que en sus glándulas se depositan N- dimetil 5 hidroxitriptamina (bufotenina) y 5- metoxi- N, N- dimetiltriptamina, sustancias psicodélicas utilizadas para rituales espirituales de los pueblos del desierto de Sonora, las orillas del mar de Cortés y la ribera del Río Colorado.

Sin embargo, desde hace tres años, aproximadamente, es posible encontrar en diferentes sitios de internet la oferta de gramos de bufotenina para consumo personal, con un precio de entre mil 800 y dos mil 500 por gramo, convirtiéndose en un negocio muy rentable, que ha provocado la extracción ilegal del “sapito” de su hábitat, el desierto de Sonora, de donde es endémica la especie y su población ha disminuido de manera sustancial.

Al respecto, la nación Comcaac ha externado su preocupación debido a que se sabe que cuando un sapo es capturado, padece estrés, y en muchos casos muere, además que las personas que los capturan, desconocen las formas correctas para extraer las sustancias, sin lastimar o matar al anfibio, mientras que para un integrante de esta nación, es primordial preservar la vida del espécimen, ya que es parte del entorno.

Asimismo, han roto su ciclo reproductivo, pues existen criaderos clandestinos en otras partes de la República mexicana, donde les crían en jaulas, en ambientes ajenos al suyo.

Para los integrantes del pueblo seri, la situación viola los artículos 4, 30 y 73 de la Ley General para la Vida Silvestre, es decir, no se protege de daños o perturbaciones a los sapos, ni se evitan actos de crueldad en su contra y se les captura sin razón alguna, ya que el propósito de su aislamiento no es la reproducción, repoblación, reintroducción, traslocación o preliberación.

Sumado a que hay personas que dicen tener el conocimiento sobre el uso de las sustancias contenidas en el sapo, pero en realidad no es así, pues no cualquier persona tiene ese conocimiento.

Incluso, varios herederos del conocimiento ancestral de estas naciones, advierten que toda la publicidad alrededor de las sustancias del sapito, renombrada como “la molécula de Dios”, es falsa, pues los pueblos no consumen dichas sustancias sino sólo las utilizan en conjunto con otras hierbas para ser consumidas en las brasas, a fuego lento.

Además de que tampoco es medicina ni contiene muchas otras propiedades que falsamente se atribuyen. Incluso, advierten que la sustancia del sapito no es una droga y su consumo requiere de una preparación mental, física y espiritual, pues de lo contrario, puede ser muy perjudicial.