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El río de la muerte

El río sagrado es despedido a cada noche con la ceremonia de fuego del Ganga, la gente se baña y sumerge en rito de purificación.

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Escrito en OPINIÓN el

 

La muerte con todos sus elementos físicos es un acontecimiento tan natural y evidente como el nacimiento. Pero al mismo tiempo la muerte es vital. Como en muchas cosas, la muerte es un reflejo de la vida y gracias a ella, como antónimo de la existencia, somos.

 

La muerte es un acto liberatorio y absolutorio de la vida. En la obra de teatro “El Cartero del Rey” de Rabindranath Tagore, el niño Amal, quien tiene una enfermedad terminal, desea más que cualquier otra cosa recibir una carta del Rey. Se preocupa ante la posibilidad que los carteros no lo localicen. Con en el paso del tiempo, casi como último deseo, él mismo quiere ser cartero y recorrer el mundo. La muerte le llega unas horas antes de que llegue el Rey en persona a visitarlo (el monarca convertido en emisario). La muerte liberó al niño Amal no sólo de su cuerpo, sino que en ella, encontró su causa al salir de su espacio reducido; sólo con la muerte encontró la realización de sus ideales.

 

Cada sociedad tiene sus tradiciones y formas en que observan a la muerte. En algunos casos es una simple suspensión de la vida física o culmen definitivo del ser; para otras creencias es una puerta que se atraviesa para dar paso a otra existencia y el espíritu transmigra en sucesión de seres. Y en ello, las devociones guardan muy diversos ritos y métodos de despedir el cuerpo de la persona muerta. Es en Varanasi, India, en donde la muerte y la trascendencia postrera ronda en cada esquina.

 

Varanasi, junto con Damasco, son los sitios habitados de manera ininterrumpida más antiguos en el planeta. Se dice que Kashi (nombre sagrado de Varanasi o Benarés), es un lugar que concentra una energía extraordinaria, como Machu Picchu, Giza o Tepoztlán. Esta ciudad se encuentra en la ribera del río sagrado para el hinduismo, el Ganges. Para efectos aclaratorios, hay que agregar que en la creencia hindú (que no india), se cree que si las cenizas del cadáver son arrojadas al río sagrado, se consigue la liberación del ciclo de muerte y renacimiento. A esto le llaman moksha. Estas creencias (y tal vez evidencias) hacen que la gente acuda a Varanasi a morir, para estar cerca del río que ofrece, cual indulgencia plenaria, la liberación inmediata.

 

En las calles se observan personas moribundas, con estertores en la respiración. Gente mutilada que se dispone a dejar la vida en pos de un futuro cierto y conocido. Se han dispuesto hospicios y casas de huéspedes para dar alojo temporal a las personas que ven la muerte como próxima parada. En ello, las vacas sagradas, perros y burros callejeros deambulan las calles en catatonia constante.

 

El río sagrado es despedido a cada noche con la ceremonia de fuego del Ganga, la gente se baña y sumerge en rito de purificación. En una extensión de dos o tres kilómetros sobre la ribera del Ganges, se alzan las escalinatas dedicadas a distintas devociones del hinduismo. Cada una de ellas, existe para dar trámite a la muerte y sus brahmanes las rondan en espera del familiar de algún muerto para dar inicio con los ritos terminales.

 

Hacia el final de las escalinatas se encuentra el crematorio. Es ahí donde el cuerpo enfrenta su destino final. Las 24 horas del día son cremados cadáveres y sus familiares, sólo hombres, esperan alrededor de tres horas a que se extingan los cuerpos. Unas 20 o 30 cremaciones suceden al mismo tiempo y el humo se levanta al cielo como en oración.

 

Una vez que alguien muere, en el plazo de 24 horas debe ser llevado a la orilla del Ganges. Un familiar debe negociar con el Dom Raja (rey de los incineradores y posición hereditaria), el precio por el fuego sagrado e inacabable. Se cree que esa llama nunca se ha extinguido. Una vez hecho eso, adquirida la madera, compradas las túnicas naranja y amarillo y contratado al brahmán y Dom (incinerador ordinario que trabaja para el Dom Raja), se lleva al cuerpo para ser sumergido en las aguas del río y purificado. Se le deja escurrir por media hora.

 

El rito es conducido por el brahmán y quien lleva el luto: en caso de un padre, sería el hijo mayor; de la madre, el hijo menor; de la esposa, es el esposo. En suma, es el varón más próximo al difunto. El doliente debe rasurarse la cabeza, dejando sólo un mechón de pelo en la coronilla y debe vestir con un taparrabos y una túnica blanca. Colocado ya el cuerpo sobre la madera, el deudo da tres vueltas a la pira y enciende el fuego.

 

Todos observan. Familiares, amigos, desconocidos y ajenos miran como el fuego comienza a derretir los cuerpos, en liberación corpórea. Pasadas unas tres horas, el cuerpo es cenizas, excepto por el omóplato que no se quema con el calor de la madera.

 

Es el principal doliente, quien lleva y lanza ese hueso al río. Toma una jícara de barro, la llena de agua y regresa a la pirar sin mirarla; dándole la espalda, arroja la vasija con agua en las brasas y ceniza de su otrora ser querido y se retira sin mirar atrás. Es el acto definitivo de clausura.

 

Mientras esto sucede al mismo tiempo en 20 o 30 piras funerarias, los niños corren, las vacas observan, los perros olfatean, las familias observan y tal vez recuerdan. Las cenizas son arrojadas, todas, al final de la jornada al Ganges. Hay hombres jóvenes, cuya profesión es estar en la orilla, para buscar restos de oro en algún diente o alguna joya que haya quedado atrapada en el fuego. Todos estos restos preciados, pertenecen al rey de los sepultureros ígneos.

 

La muerte es común y el cuerpo pierde relevancia después de su última exhalación. Morir en Varanasi, con todo y el dolor del despido, es sagrado y libera al espíritu. Los vivos que quedan se retiran. El cuerpo que un día antes respiraba, ahora reposa en cenizas en el Ganges y su espíritu libre de la rueda de encarnaciones, descansa en paz.

 

Así es la muerte, efímera y total. Como el fuego en Varanasi, que nunca se ha extinguido.

 

@gstagle