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El rechazo a la crítica derivó en respuestas equivocadas y tardías

En el ONC reiteramos nuestra disposición para brindar la experiencia recogida en el proyecto Por un México Seguro. | Francisco Rivas

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Escrito en OPINIÓN el

Con base en datos oficiales del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la administración del presidente Enrique Peña Nieto concluyó como la más violenta de la historia reciente de México.

Hace seis años, al iniciar su gestión, el presidente Peña recibió un país con el comportamiento sostenido del homicidio doloso y otros delitos comunes a la baja, además, la violencia e incidencia delictiva se encontraban concentradas principalmente en aproximadamente 10 entidades.

Desde un principio parecía que el interés del presidente Peña estaba en las reformas estructurales y no en la seguridad. Los descensos marcados en los delitos permitieron implementar una política de comunicación dirigida a eliminar el tema de los medios de comunicación.

La estrategia de este gobierno se centró entonces en un cambio en los personajes que habrían de llevar la comunicación en seguridad y en la retórica; una centralización del control de la seguridad (evidente en la transformación de la SSP en CNS, en la relación con la Embajada de EU y con los gobiernos locales); un aparente plan de prevención social de la violencia y la delincuencia.

Podemos afirmar que los errores de esta administración llevaron a que México rompiera por segundo año consecutivo el récord con la tasa más alta de homicidio doloso desde 1997, pueden englobarse en cuatro rubros: a) Un entramado institucional disfuncional. b) Un ejercicio de centralización que descargó en la federación toda la responsabilidad. c) Acciones sin estrategia, dirigidos a lo visible y no a las causas e d) Incapacidad de admitir errores y cambios de ruta lentos.

Particularmente este último es el que lleva al desastre que entregó el presidente Peña, toda vez que un nuevo problema surgió, funcionarios de la administración salieron en su momento a rechazar la crítica y minimizar los eventos, este fue el caso del secuestro, la extorsión, el homicidio, el robo de hidrocarburo, entre otros.

Recordemos que en 2013 al tiempo que los homicidios bajaban de manera sostenida, los secuestros y la extorsión se dispararon, fue cuando desde el Observatorio Nacional Ciudadano -la primera organización civil en señalar dicha crisis- advertimos la escalada del delito, sin embargo, el entonces secretario de Gobernación insistió en que el aumento era marginal, incluso dijo que no sabíamos contar.

Finalmente tuvo que cerrar 2013 como el año con la mayor tasa histórica de estos dos delitos para que hasta febrero 2014 se optase por un cambio de estrategia y se tomasen las recomendaciones de la sociedad civil, conformando la CONASE.

Este ejemplo sucedió idéntico en 2015 para el homicidio doloso y el robo de hidrocarburo; en 2016 para la regionalización; en 2017 en materia de extinción de dominio, combate a los recursos de los delincuentes y al tráfico de armas; en 2018 para el narcomenudeo.

Nos quedó claro que el análisis de datos fue confundido como una crítica y lejos de optar por acciones diferentes, el gobierno del expresidente Peña se mantuvo en su postura con los lastimosos resultados que entregó.

Es preciso reconocer finalmente que la estrategia de combate al secuestro fue exitosa; que en la pasada administración se mejoraron los sistemas de concertación de recursos para la seguridad; que se impulsó una nueva ley y acciones para encontrar a las personas desaparecidas para dar identidad a aquellas personas encontradas sin vida.

No obstante, es una realidad que la falta de una estrategia real llevó a que los proyectos icónicos del expresidente Peña terminaran descafeinados, la CNS, la Gendarmería y la Subsecretaría de Prevención; que su de falta capacidad para aceptar y entender la crítica llevó a respuestas equivocadas y tardías y que la centralización de la seguridad llevó a que el primer responsable de todas las fallas haya sido el gobierno federal que él encabezó.

Aprender de los errores

El gobierno entrante debería precisamente aprender de esta experiencia:

1.    Entender que el comportamiento a la baja del delito no garantiza que se sostengan las mejoras en seguridad; 

2.    Aun cuando la violencia parezca contenida en ciertas regiones, puede llegar a abarcar todo el país, incluso entidades que eran tranquilas pueden llegar a convertirse en violentas.

3.    Es fundamental abrirse y escuchar la crítica, ésta enriquece estrategias y permite reaccionar con rapidez a los problemas que vive la sociedad;

4.    Se requiere una estrategia, un plan con indicadores de desempeño y resultado, transparente, que rinda cuentas a la sociedad, construido con expertos. Las políticas de seguridad no son un tema de popularidad u opinión, la ausencia de estos elementos no garantiza que acciones indicadas den frutos;

5.    Se debe construir en y con lo local las acciones de prevención y reacción. La centralización es un error que ha costado centenares de miles de vidas.

El presidente Andrés Manuel López Obrador, recibe el país con esta grave crisis de violencia e inseguridad, por ello, en el ONC le reiteramos nuestra disposición para brindarle la experiencia recogida en el proyecto Por un México Seguro, donde analizamos las propuestas de campaña de los candidatos a la presidencia y a las nueve gubernaturas, así como el análisis que realizamos de los resultados de los foros de Paz y de su Plan Nacional de Paz y Seguridad para que no cometa lo mismos errores del ex presidente Peña, que se anquilosaba en sus decisiones y decidió no escuchar a la sociedad civil ni a las víctimas ante los errores que lo llevaron a entregar al país en la peor crisis de violencia de su historia.

La seguridad y paz que todos necesitamos

@frarivasCoL | @OpinionLSR | @lasillarota