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El Proceso

El pasado 3 de junio se conmemoraron 90 años de la muerte Franz Kafka.

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Escrito en OPINIÓN el

Pocos autores como él, han hecho de su nombre una idea; como Platón (platónico) o el Marqués de Sade (sádico). El concepto kafkiano trascendió a su autor y su mención no se refiere únicamente a su obra, sino que implica un término en sí mismo. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, lo define como: “dicho de una situación absurda o angustiante”.

En su libro “El Proceso”, Kafka narra la historia de Joseph K. un funcionario bancario que una mañana cualquiera es arrestado y es conducido por los laberintos imposibles de los procesos judiciales. Se ve inmerso en una red de autoridades a quienes desconoce y nunca puede ver, ignora la identidad de su acusador y tampoco conoce sobre qué se le acusa.

Es una historia angustiosa y fascinante, que relata con pasmosa realidad los vericuetos de las oficinas de impartición de justicia y lo impotente que es el ciudadano común ante la irracionalidad institucional y la injusticia. Además es una historia de psicología social en tanto que la acusación anónima, termina generando un sentido de culpabilidad en Joseph K. El Estado arrasador es causa y consecuencia de la culpabilidad desconocida.

El Estado es quién puede y debe acusar y, a los ciudadanos, nos corresponde asumir la culpabilidad real, mental e imaginaria de la imputación. No hay estado de derecho ni legalidad que valgan, es simplemente el estado caprichoso quien te acusa. Joseph K., vive aterrado bajo arresto domiciliario hasta que es ejecutado por la autoridad. El culpable, que vivió interrogatorios interminables, termina cumpliendo su condena. Hay quienes sostienen que la angustia le viene a Joseph K., justamente por ser culpable. Lo que se desconoce, es si el Estado lo sabe o no y, sobre todo, cuál es el delito que cometió.

El Proceso de Kafka viene a cuento, por otra penosa conmemoración, con la cual circunstancial e ingratamente coincide. El 5 de junio se cumplieron cinco años de la tragedia de la Guardería ABC, en donde murieron 49 niños y 76 resultaron heridos.

Es un caso escalofriante y aterrador por las víctimas y su número; por las circunstancias negligentes en que ocurrió la tragedia y, sobre todo, por el involucramiento de instituciones del Estado en su responsabilidad. Pero tal vez lo más grave de este caso, es el proceso kafkiano que han recorrido los familiares de los niños fallecidos.

Una de las funciones esenciales del Estado y una de sus razones de ser, es el monopolio de la fuerza pública que va invariablemente acompañada de la procuración e impartición de justicia. La seguridad y certeza jurídica consisten en saber, con un alto grado de predictibilidad que, quien comete un acto ilícito será responsable y es, precisamente el Estado, quien tiene los instrumentos legales para hacer cumplir esa responsabilidad y, en su caso, garantizar el resarcimiento de los daños ocasionados.

Es evidente que el dolor, el sufrimiento y la muerte de un hijo no se pueden reparar, lo que debe suceder es que los responsables de esas muertes, paguen por su culpa y negligencia. A la fecha, la Suprema Corte de Justicia de la Nación investigó el caso y determinó ciertas responsabilidades. Sin embargo, no es una determinación vinculante y era a tal grado ineficaz la función investigadora de la Corte que ya fue eliminada de la Constitución.

Sólo algunos funcionarios fueron cesados de sus empleos y al día de hoy no hay ningún responsable directo que esté pagando por la muerte de esos niños. No se trata de encontrar un culpable sin más. Sino de desentrañar la culpabilidad real de los responsables y develar una red de corrupción que ocasionó la tragedia.

Es increíble y kafkiano, al grado de absurdo, que en una sociedad no se pueda llevar ante la justicia a los culpables de la muerte de 45 niños. Es angustiante pensar que nuestras instituciones de justicia son incapaces de encontrar y procesar a los responsables por un delito que daña a toda la sociedad.

La tragedia de la Guardería ABC, cuyo aniversario debería de ser motivo de reflexión colectiva, habría de servir, además, para pensar sobre las causas que ocasionaron las muertes: corrupción y negligencia. Si queremos respetarnos como sociedad y como ente colectivo, debemos de exigir que nuestras instituciones primarias y elementales funciones. Es decir, que sirvan.

No deberíamos de tolerar que un caso como el de la Guardería ABC, se convierta en un capítulo más del México trágico y kafkiano. Las muertes ya son de suyo, causa de tristeza y dolor, no permitamos que la impartición de justicia sea un reflejo de El Proceso de Kafka.

@gstagle