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El problema no es Trump

Sino la desesperación de los estadounidenses que están casi muriéndose de hambre y ahogados en deudas.

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Escrito en OPINIÓN el

Durante mucho tiempo y en varios artículos he mencionado que el problema no es Donald Trump. Por sí mismo, Trump por supuesto que es una manifestación clara de problemas para muchas personas, pero si nos adentramos un poco en las causas, ya hemos dicho que su efecto es Donald Trump, mas nunca su originador. El actual Presidente de Estados Unidos representa un fenómeno muy interesante: la lucha contra el sistema por parte de aquellos que sienten que han sido abandonados por el actual gobierno y por los actuales políticos y mandatarios. Este efecto lo podemos recordar en Argentina hace varios años, cuando la consigna era: “que se vayan todos”. No importa si eran banqueros, políticos, empresarios o líderes sociales. Lo que querían los más desprotegidos y vulnerables era un cambio radical, porque pensaban que eso les traería mejores oportunidades. Ellos creían que no tenían nada que perder.

No podemos culparlos del todo. Este fenómeno está fuertemente extendido en varios países. Veamos por ejemplo en el Reino Unido, la salida de la Unión Europea (Brexit) se dio precisamente por las mismas causas: un gran sector de la población pensó que era mejor cerrar sus fronteras, cambiar radicalmente lo que ellos pensaban que estaba haciéndoles daño y volver a los años pasados de gloria “cuando las cosas iban mejor”. En otros países es solamente el hartazgo al extremo que invade a todos y que pugna por un cambio, sin importar las consecuencias.

¿Qué porcentaje de aprobación general tiene Donald Trump en las encuestas? Alrededor de 33%. Es decir, aproximadamente solo 3 de cada 10 estadunidenses (de la población en general) aprueba la labor de Trump. Pero este porcentaje cambia radicalmente si se le pregunta a quienes votaron por él (casi 9 de cada 10 personas que votaron por él piensan que está haciendo un extraordinario trabajo). ¿Le importa a esas personas si hubo colusión con Rusia? ¿Le importa a ese grupo de gente que sus hijos hayan sostenido reuniones con los rusos o que su Procurador General se haya excusado de la investigación? No. En lo absoluto. Lo que les importa es lo mismo que les importaba en la campaña: deshacerse de los inmigrantes (especialmente los indocumentados), traer los viejos empleos que se fueron con la automatización de la industria, y devolverle a Estados Unidos la “grandiosidad” que se perdió en la época de – especialmente – Obama. ¿Por qué piensan así? Porque están desesperados. Porque no tienen empleo, y están casi muriéndose de hambre y ahogados en deudas. Cuando la gente está en esa posición, en realidad no tiene mucho más que perder.

Pensemos por ejemplo en las zonas más marginadas de nuestro país y donde se sufre de inseguridad y de violencia. Esas personas no tienen empleo, sufren las consecuencias de la inseguridad y están desesperadas. Supongamos que hay elecciones y les advierten: no voten por determinado candidato porque las cosas serán peores, pero aun así, su situación no se arregla de ninguna forma. Es lógico que piensen que la solución es “que se vayan todos”; ¿qué más tienen que perder de cualquier manera? Al final del día, para ellos el panorama no es nada alentador. Ahora bien, si todo esto lo extrapolamos a la situación en la que Trump llega a la Presidencia, podremos entender de mejor forma que el problema no es él. Tal y como dije y afirmé en mi último artículo, Trump es consecuencia y no causa. Lo que tenemos que pensar es lo siguiente: quizá la desesperación llevó a Trump a la Casa Blanca y quienes votaron por él no tenían esperanza alguna y por eso lo hicieron. Sin embargo estamos presenciando las consecuencias de haberlo hecho. ¿Qué lección podemos aprender para México, en la cual, si dejamos que la desesperación se convierta en la consejera electoral más preciada, quizá estaríamos lamentando nuestra suerte como muchos hacen al norte del Río Bravo? Hay mucho para pensar…

@fedeling