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El presidente, visto desde fuera

Al final de cuentas el beneficio de la duda le fue otorgado al presidente Peña Nieto y a su administración.

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Escrito en OPINIÓN el

La publicación de este artículo coincide precisamente con el Segundo Informe de Gobierno y el segundo aniversario de la toma de posesión del presidente Enrique Peña Nieto. Mi objetivo, al escribir esto, es tratar de narrar más o menos cómo es que el primer mandatario es visto desde Washington, y un poco desde el exterior.

 

Para ello, me gustaría establecer que cuando yo llegué a vivir a la ciudad de Washington, en el Distrito de Columbia en los Estados Unidos, el presidente Peña tenía solamente un mes de haber comenzado su mandato y de haber tomado posesión del cargo. En ese sentido, creo que he podido seguir bastante bien el pulso de cómo es vista su presidencia desde estos rumbos. En primer lugar, quiero decir lo que resulta obvio para todos: El mandato del presidente Peña Nieto es seguido con interés (más en Estados Unidos) y los puntos más favorables, más álgidos, o aquellos puntos de inflexión, son exactamente los mismos que los que podemos leer desde nuestro propio país.

 

Quizá lo anterior se debe en buena medida a que la opinión pública nacional se nutre de la que publican y dictan los medios internacionales, y las crisis –en cierta medida– también están alimentadas de todo aquello que se dice fuera de las fronteras de México. Quizá por eso la lectura no sea tan disparatada, ni tan diferente. Pero a pesar de ello, hay cosas y diferencias sutiles que valdría la pena comentar. Vamos por partes.

 

En primer lugar, el mandato del Ejecutivo Federal es visto desde fuera en dos grandes etapas: Antes y después de Iguala. Sin lugar a dudas, el mayor parteaguas y la crisis más importante del Presidente ha tenido lugar derivada de los acontecimientos sucedidos en Guerrero. Pero veamos lo sucedido en la primera etapa (que aunque duró muchos meses, no ha sido suficiente aún para equilibrar la balanza de manera neutral). Si bien es cierto que el presidente Peña fue visto como un reformista, la prensa global lo consignó de esa manera y alabó sus acciones. Destacaban su juventud, su capacidad para construir acuerdos y la solidez institucional y el ánimo conciliador con que llegó a la Presidencia de México.

 

Ahora bien, no todo fue el beneficio de la duda, pues existían algunos resquicios de incertidumbre en dos materias: la primera, si el presidente realmente representaba al “nuevo PRI” y no al mismo PRI de siempre que gobernó México durante 70 años, y en segundo lugar, si la estrategia de combate al crimen organizado de manera frontal (como lo había hecho Calderón) seguiría en este sexenio. La falta de una respuesta clara (sobre todo al segundo cuestionamiento) generó cierto escepticismo entre algunas autoridades de este lado del Río Bravo, mismas que no dudaron en hacerlo del conocimiento público, del Congreso, etc.

 

Pero no hubo nada que demostrara lo contrario. Al final de cuentas el beneficio de la duda le fue otorgado al presidente Peña Nieto y a su administración, y aunque escasos, los encuentros entre autoridades binacionales no parecían tener demasiado problema. Quizá la suspicacia fue quedando en mera cuestión anecdótica, hasta que sucedió Iguala, los normalistas y la terrible situación de violencia en el país. A eso había que añadirle el escándalo de la “Casa Blanca” (no la de Washington, sino la otra), tema que mermaba directamente la credibilidad del Presidente y la de su familia.

 

¿Por qué la reacción de la prensa internacional fue tan feroz en contra del Presidente, de su administración, y en última instancia, de nosotros como país? Creo que la hipótesis es muy sencilla. En primer lugar, la crisis de violencia, crimen e inseguridad mostrada con el caso de Iguala, tocó una fibra sensible: la duda de las autoridades sobre el tipo de combate que la nueva administración daría al crimen organizado. La situación en Guerrero hizo sospechar a varias autoridades en los Estados Unidos que el combate a los grupos delictivos no había continuado por la misma vía y con la misma intensidad. Es decir, la sospecha se volvió realidad para ellos. Y en segundo lugar, el escándalo de la “Casa Blanca” de las lomas, tocaba la segunda fibra sensible: el estilo de gobernar del viejo PRI. Como quien dice, (y para decirlo de manera coloquial, como haríamos en México) “se juntaron el hambre con las ganas de comer”. Por tal razón, la crisis ha sido tan honda y ha pegado tan duro en la esfera internacional. Quizá es una explicación demasiado sencilla, pero me parece que tiene visos de realidad. No estoy juzgando si las cosas son así, pero estoy diciendo que así se leen desde afuera.

 

Hoy por hoy la opinión pública internacional ve a México y al gobierno del presidente Peña con la óptica de aquello que se publica en los periódicos de mayor prestigio. Muchas de las cosas que se dicen están basadas en todo aquello que los líderes de opinión comentan. Y lo peor del caso es que pareciera ser que son volubles: del “Saving Mexico” a que México está en su peor momento.

 

Quizá en parte hayan virado 180 grados el rumbo, quizá se sintieron decepcionados, o quizá un poco ambas cosas. De cualquier modo habría que ver cuál es la apuesta que hará el Gobierno Federal de ahora en adelante. Se cumplen dos años que inició esta administración y me parece que es momento de cambiar el rumbo. Si se quiere reconstruir la imagen de México en el exterior, habría que pasar por atender estos puntos. El tiempo lo dirá y ya veremos cuando se cumplan 3 años en qué punto estamos.

 

@fedeling