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El poder mediático somete al poder político

Cuando la corrupción es un problema en todo el mundo, la impunidad es de México.

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Escrito en OPINIÓN el

Han sido múltiples las muestras que evidencian que el poder mediático tiene sometido al poder político, en una perversa y extraña relación.

 

En la elección federal de 2006 el escándalo millonario de los más de 250 mil spots electorales en radio y televisión, con todo y la firma del convenio entre el IFE y Televisa; la renuncia de la entonces secretaria ejecutiva del IFE y después presidenta  del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, María del Carmen Alanis Figueroa.

 

Durante la reforma electoral de 2007 los diversos comunicados de prensa del duopolio, entiéndase Televisa y TV Azteca, señalaban, respecto que “no les interesaba el dinero” y que sus cuestionamientos los hacían por “los valores y la democracia del país”.

 

En 2010 la sospecha de que la SCT se encontraba en escrutinio público, por haberle negado la oportunidad a Grupo Salinas, de participar en la licitación de la red de fibra oscura de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), en la que Televisa, Telefónica Movistar y Megacable, ganaron el concurso como único postor, así como la sospechosa licitación 21 dirigida por Juan Molinar Horcasitas, culpable social de la muerte de 49 bebés en la guardería ABC de Hermosillo en Sonora, y quien sospechosamente favoreció a la televisora del Ajusco.

 

Hace un par de años se supo de la devolución de impuestos que el SAT hizo a grupo Televisa, por más de 3,000 mdp así como la recomendación de Naciones Unidas para no donar a Teletón, que por supuesto no es de la importancia de dicho grupo.

 

Más recientemente se ciernen las sospechas por utilizar energía eléctrica, como principal insumo de ambas televisoras para transmitir sus sensacionales producciones en todo el país, como los conducidos por Laura Bozzo o Rocío Sánchez Azuara, sin erogar un centavo.

 

Ahora, la conductora de un programa matutino Andrea Legarreta, sale para informar que la paridad peso–dólar no es culpa del gobierno mexicano, sino que se trata de fenómenos del exterior. Un desafortunado comentario de una persona que sólo demostró su ignorancia y se prestó a un infomercial.

 

Tan desafortunado como lo es también, que unos cuantos o nadie de la clase política, salga a repudiar los abusos y relaciones sospechosas de las televisoras, bajo la amenaza de ser censurados o vetados por el poder mediático.

 

Por supuesto, el poder mediático ocupando posiciones de poder político, como en la Procuraduría General de la República, algunos escaños o curules en el Congreso, con el beneplácito, o complicidad, del poder político en el que pareciera que uno se instituye para beneficio del otro. En el que uno corrompe y otro tolera; uno pide y otro da.

 

Esta se trata de una forma de corrupción, como una especia de simbiosis, una forma de vida en el que uno depende del otro, por ello, cuando la corrupción es un problema en todo el mundo, la impunidad es de México.

 

Por ello la crítica en redes sociales arrecia cuando el crimen organizado corrompe con facilidad al poder político, como por ejemplo, el caso de la diputada sinaloense Lucero Guadalupe Sánchez (PAN) y su extraña relación con Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, o José Luis Abarca (PRD), presidente municipal de Iguala en Guerrero, o como la senadora Iris Vianey Mendoza, señalada de introducir a la sede del Senado a un presunto integrante de los Caballeros Templarios y quien inocentemente pidió licencia por un mes a su cargo y presuntamente para someterse a investigación, cuando la PGR no extiende certificados de buena conducta política, o bien, cuando España detiene al ex líder del PRI, Humberto Moreira, por lavado de dinero y en México no se le toca ni con el pétalo de una declaración.

 

Por estas y más razones es que los sistemas anticorrupción y de transparencia son falibles, cuando el poder corruptor de uno, seduce o somete al otro, o se autoprotege dejando que el canto de las sirenas hagan su trabajo.

 

Por eso, tanto uno como el otro, ¿tienen el valor o les vale?