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El mundo según Saramago

En ese oasis portugués, donde nació hace 100 años, José tomaba el fresco de las noches calurosas de verano bajo una higuera, la favorita de su abuelo. | Leonardo Bastida

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Escrito en OPINIÓN el

“Por más breve que sea la cuenta de tu vida, pequeña no será”: José Saramago

Un niño pastor, en las praderas de los alrededores de pequeños poblados portugueses lejanos a las ciudades más famosas del país ibérico como Lisboa, Oporto o Coimbra aprendió las lecciones más grandes de su vida por parte de Jerónimo, su abuelo, y de Josefa, su abuela, dos personas analfabetas, criadoras de cerdos, resistiendo a un mundo de cabeza envuelto en la finalización de la Primera Guerra Mundial, y preparándose para una segunda, y muy cerca de un país que entraba en guerra civil, España.

En ese oasis portugués, donde nació hace 100 años, José tomaba el fresco de las noches calurosas de verano bajo una higuera, la favorita de su abuelo, escuchándole narrar historias o atendía a las interpretaciones de los sueños que le compartía su abuela. Allí pasó momentos de su vida, que al paso del tiempo, se convertirían en pasajes de la obra literaria de este joven inquieto a quien la posibilidad de narrar la vida con creatividad, imaginación y elegancia lo llevaría a lugares muy lejanos a esa higuera de la campiña portuguesa.

En contraparte a esa tranquilidad campirana, su padre y su madre decidieron que era mejor vivir en la capital de la nación, cuna de navegantes, aquellos que dieron la vuelta al mundo. Asistente a la escuela pública, conoció a los clásicos de la literatura contenidos en los libros de texto gratuitos o disponibles en la biblioteca pública. No pudo culminar sus estudios técnicos ante la necesidad de tener que trabajar, primero como herrero, y después como administrativo en el Seguro Social.

Sin embargo, su curiosidad lo alentó a publicar una primera novela, “Tierra de pecado”, no traducida al español, en la que plantea cuestionamientos al dogma católico y la religiosidad. Y “Claraboya”, una historia ubicada en un edificio en la que viven seis humildes familias cuyos integrantes se envuelven en un enredo que trastocará sus vidas. Pero, está no fue publicada en aquel lejano 1953, pues José, empezando a metamorfearse en Saramago, recibió el veredicto de la editorial hasta 1989, viviendo un panorama muy distinto al de aquellos años en que esperaba oportunidades para dar a conocer su voz.

En una de sus reflexiones, el filósofo alemán Martin Heidegger enaltece el papel de la filosofía en la comprensión del mundo, pues considera que el poeta evoca lo sagrado. Después de un largo silencio de casi dos décadas, José decide volver al mundo editorial con poemarios y un texto de corte autobiográfico denominado “Manual de pintura y de caligrafía”, cuyo resultado fue que se percatará de sus propios límites y de la posibilidad de ahondar en ellos.

Después de ese ejercicio personal y de una abierta postura comunista, además de una constante participación en diferentes periódicos y publicaciones relevantes, surge “Levantado del suelo”, una novela ambientada en un entorno cercano al de su infancia, en el que, a través de la historia de tres generaciones de la familia Mau-Tempo muestra las condiciones de explotación y de pobreza a las que se enfrentan las personas, y a un sinfín de abusos por parte de los propietarios de las tierras y de la Iglesia.

Pero, antes de este suceso, el inquieto escritor estuvo muy activo políticamente, siendo partícipe en la Revolución de los Claveles, momento en que la sociedad portuguesa decide poner fin a la dictadura de Oliveira Salazar, tras alrededor de 50 años de gobierno en el que la nación portuguesa enfrentó serios problemas económicos. Por eso, su novela causó tanto revuelo al retratar ese período de tiempo y los periplos de quienes no deseaban estar sujetos a ese control político y social.

Una vez más, regresó al campo portugués, a esos lugares alejados de los grandes núcleos urbanos para ubicar su texto en una descripción de ese mundo medieval en el que a través de los ojos de algunos personajes peculiares se descifra ese particular espacio y tiempo, en el que, se retoma toda aquella sabiduría, muy práctica, poco presente en los libros, pero trascendental en la vida de las personas. Por eso es que se decide a escribir ese “Memorial del Convento”, más bien, una memoria de las voces que nunca habían sido escuchadas, pero que siempre han estado ahí, en la campiña.

Los personajes intrigantes también son el foco de atención de un José que cada vez es más leído y esperado en las librerías. Por eso, decide narrarle a un poeta que inquietó su alma y su persona mientras era un cerrajero adolescente todo aquello que ocurrió en el mundo durante el año de su muerte. Dicho personaje era Ricardo Reis, uno de los tantos personajes creados por Fernando Pessoa, que, en 1936, año posterior al fallecimiento del célebre autor, desciende de un barco en el puerto lisboeta para saber qué ha ocurrido durante su ausencia. En “El año de la muerte de Ricardo Reis”, mediante la figura de Reis, Saramago asume que una persona que ha contemplado al mundo representa sabiduría, un viejo adagio marinero.

Utopía es una isla, de acuerdo con Tomás Moro, donde las realidades pueden ser mejores. La isla en la que decide explorar nuestro inquieto autor portugués es la península ibérica, despedida del talud europeo, navegando a la deriva, en “La balsa de piedra”, hacia el Sur del globo terrestre, un grupo de mujeres y hombres y un perro van recorriendo el territorio ibérico, descubriéndole, ubicando aquello que le ha hecho único, cuestionando esas visiones predominantes de dominio y buscando nuevas realidades, más equilibradas.

Cuando aún no se hablaba tan abiertamente del derecho a la memoria, a escuchar esas voces olvidadas y a contemplar otras posibilidades sobre las formas en que ocurrieron los hechos históricos, a través de la figura del corrector de estilo Raimundo Silva, quien decide cambiar el curso de la narrativa histórica del momento en que se cerca la capital portuguesa para expulsar a los moros. Así, “Historia del cerco de Lisboa” versa sobre un pasado hipotético en el que no se lleva a cabo la expulsión, y los devenires toman otro rumbo. Una invitación a repensar los hechos históricos y cuestionarlos.

¿La verdad es absoluta? ¿Todo lo que nos han dicho es verdadero? ¿La Biblia contiene la verdad? ¿Qué ocurriría si Jesús nos diera su propia versión de los hechos? Son algunas de las preguntas desprendidas de una obra destinada a la polémica, “El Evangelio según Jesucristo”, de la que el mismo Saramago, ya dedicado de tiempo completo a la escritura y con un gran respaldo sobre sus hombros, se atrevería a decir que es un cuestionamiento al cristianismo en sí, pues, en la trama, Jesús cuestiona el papel asignado a su figura, y el que tomó José, su papá, cuando nació Jesús y era buscado por las autoridades romanas, provocando un elevado número de muertes de recién nacidos. ¿Acaso un dios misericordioso permitiría tal derramamiento de sangre?

A casi 30 años de haberse publicado una novela, de corte pandémico, en la que la aparente protagonista es la “ceguera blanca”, esa enfermedad que impide que unas personas vean a las otras y a su alrededor. Es válido cuestionarnos si como personas y como sociedades, en verdad, tenemos las posibilidades de mirarnos los unos con los otros y de dignificarnos como seres humanos. De lo contrario seguimos dando tumbos como personas, caminando por el mundo “a ciegas”, no respetando a los semejantes, por múltiples cuestiones, pero resaltando, la de cuestionar la manera de ser de las otras personas. 

La historia más simple del mundo, diría el oriundo de ese rincón llamado Azinhaga, es probablemente la más trascendente, la de una persona que busca a otra persona, sólo teniendo como referencia su nombre, simplifica una de las acciones más importantes que puede tener un ser humano, estar en cordialidad con otro ser humano. “Todos los nombres” condensa esa complejidad de sintetizar tantos nombres e historias como si fueran uno sólo.

En medio de su propio evangelio, José Saramago recibe el premio Nobel de Literatura en 1998, resaltando que lo único que hizo a lo largo de su vida fue compartir esa visión sencilla de su mundo con las demás personas, lo más valioso que ha hecho con su vida, afirmaría él mismo, durante su discurso pronunciado en tierras suecas al recibir el galardón.

Retomar el mito de la caverna platónica, para salir de la oscuridad hacia la luz; establecer un vínculo entre dos personas que se dan cuenta que son prácticamente idénticas pero vive en puntos geográficos distantes. Una revuelta en contra del sistema electoral; el satírico viaje emprendido por un elefante de lejanas tierras asiáticas para congratular a los integrantes de una corte europea, o una serie de cuadernos autobiográficos, redactados desde Lanzarote, último lugar del mundo donde José Saramago se sentó bajo un árbol a recordar las infinitas historias relatadas por su abuelo.