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El miedo a atravesar el umbral hacia afuera

La agorafobia y “La mujer en la ventana”. | María Teresa Priego

Por
Escrito en OPINIÓN el

"El fóbico está encerrado afuera con su peligro íntimo".

–Paul-Laurent Assoun.

El personaje se llama Anna y es una psicóloga infantil que padece agorafobia. La más vaga posibilidad de abandonar ese espacio de seguridad que es su hogar, la coloca en una situación de pánico y sufrimiento intenso. Imposible atravesar el umbral. Vive sola. En penumbra. En una casa inmensa. Tiene un gato. Renta el sótano a un joven que se llama David a quien ve poco. Pasa los días mirando películas de los años 40. Toma pastillas antidepresivas. Bebe vino blanco. Desde esa semi-oscuridad que la arropa y la protege, mira por la ventana. Al principio nos parece entender que su esposo y su hija viven en otro lado. Esperan que sane. Ella sigue un tratamiento psicológico que le permitirá un día superar el terror a atravesar el umbral. Una de las sugerencias es intentar abrir la puerta y colocarse por lo menos por un tiempo breve del lado de afuera de la puerta, apoyada en un paraguas abierto como objeto de seguridad.

La agorafobia es un padecimiento doloroso que puede ser muy limitante para las personas que se ven obligadas, sin saber ni cómo, ni por qué, a lidiar con él. Amy Adams es extraordinaria en su papel. Vivimos su angustia, su desesperación, su deseo de luchar contra un horror que la atrapa y cuyos orígenes ignora. La calidad de la actuación nos ayuda a entender el sufrimiento de un daño que tendemos a negar socialmente. "No es posible que te de miedo salir, por qué no me dices que no tienes ganas", "Ay, sí, ¿no puedes llegar porque estás en pánico? Qué tontería". Quien no lo ha vivido, quien no ha sabido escuchar lo que la persona agorafóbica tiene por decir, la descalifica. Aumenta el daño. Aumenta el aislamiento. La persona agorafóbica se verá obligada a ir renunciando a su vida en el exterior, su sensación de horror se lo impone, y, además, cuando siente que no se da crédito a sus emociones y a sus palabras, comenzará a inventar pretextos, a ocultar su sufrimiento. A avergonzarse. Anna sólo se está protegiendo de ese exterior al que vive como una amenaza de fragmentación, de locura, de muerte.

El director de "La mujer en la ventana" es Joe Wright ("Orgullo y prejuicio", "El solista", "Hanna", "La hora más oscura"), se inspira en una novela de A.J. Finn y la película debió salir en cines en el 2020. No se pudo. Ahora está en Netflix. Extraña casualidad: llegó el obligado encierro de la pandemia. No éramos/somos agorafóbicos, el virus existe en la realidad. Al final de cuentas: también nos recluía. Podríamos decir que la historia, que algo debe a "Ventana indiscreta" de Hitchcock (a la cual dedica un guiño de ojo: es una de las películas que Anna mira en su pantalla), cuenta dos historias que se entrecruzan: las condiciones de angustia y dolor que la agorafobia produce y en algún momento, cuando la memoria de Anna le permite volver al evento traumático: la realidad de la tragedia que detonó la fobia. Y, por otro lado, un thriller con un asesinato en medio. Varios, al final. 

La película podría ser la vida cotidiana de una mujer con un dolor inmenso que ocupa todo su cuerpo. Aislada, tomando pastillas antidepresivas y bebiendo vino blanco. Y sería una gran película. Acá es donde Hitchcock reclama su parte: esa mujer mira mucho por la ventana. Es testiga del asesinato de otra mujer. La fotografía de Bruno Delbonnel es exquisita. La película nos lleva en un torbellino entre la "locura" que se atribuye a Anna cuando intenta denunciar el crimen a la policía, la cámara que sube, baja, gira. Cámara parlante. Cámara "loca". ¿Cuáles son las alucinaciones de Anna y cuál es la realidad?  ¿qué sucede en el apartamento del otro lado de la calle y qué se imagina? ¿quién miente aprovechando la fragilidad de Anna y las etiquetas con las que tiene que cargar: toma medicamentos, bebe alcohol. "Ha perdido el juicio". Anna misma comienza a dudar de lo que vio. ¿Estará loca como le dicen? 

Del movimiento interior que significa el dolor de Anna, sus pánicos, sus memorias, pasamos a la agitación exterior cuando los otros personajes irrumpen. Sí, hay más de un crimen. Pero lo que importa es que Anna se ve obligada a defenderse en la realidad, a luchar por su vida. La memoria de la tragedia emerge y en ese luchar por su vida entiende que sí, tiene derecho a perdonarse, sí, tiene derecho a estar viva. Sí, ella elige estar viva. Aprender a vivir de otra manera, con la inmensidad de su pérdida. Entonces, toma a su gato en sus brazos, lo acomoda en su jaulita. Y atraviesan el umbral hacia afuera.