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El mal ejemplo del presidente

El presidente debería ser el primero en poner el ejemplo por su investidura y ser un referente para muchísimas personas. | Agustín Castilla

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Escrito en OPINIÓN el

Por más que las autoridades sigan tratando de minimizar el efecto de la cuarta ola en nuestro país y nos digan que Ómicron provoca un cuadro muy parecido a un catarro o que con tés, paracetamol y Vaporub es suficiente para atender a menores de edad, conforme pasan los días el panorama se torna cada vez más preocupante. Tan sólo el martes se registró el peor repunte de toda la pandemia con más de 33 mil 600 contagios aún y cuando se están aplicando pocas pruebas por lo que el número real debe ser mucho mayor. 

Si bien es cierto que las vacunas están mostrando su efectividad para proteger a la población de hospitalización y muerte, esto no excluye la posibilidad de que se presenten casos graves en personas vacunadas, sobre todo en quienes presentan comorbilidades, además de que un porcentaje importante en nuestro país no cuenta con esquemas completos y alrededor de 46 millones de personas no tienen siquiera la primera dosis y por tanto se encuentran en una situación de mucho mayor riesgo. 

Hay que tomar en cuenta que esta variante tiene un nivel de contagiosidad similar o superior al sarampión, que hasta ahora ha sido el más alto en la historia de la humanidad,  -se estima que en las próximas semanas podría enfermarse la mitad de la población-, y a mayor número de contagios se incrementará en forma significativa el número de hospitalizaciones como está ocurriendo en Europa o Estados Unidos donde se están rebasando todos los picos previos a pesar de contar con una amplia cobertura de vacunación. De hecho, en la Ciudad de México ya se nota un ascenso importante en la ocupación hospitalaria pues el 1 de enero se encontraba en un 14.4% y diez días después creció hasta 39%. De acuerdo con información de la Red IRAG, 19 de 56 hospitales ya se encuentran al tope de su capacidad.

Resulta muy cuestionable que las autoridades insistan en que quienes tienen síntomas o tuvieron contacto con alguna persona contagiada deben asumir que pueden tener covid por lo que no es necesario que se hagan pruebas. Hay razón en que ante la mínima duda no se debe esperar a tener la prueba para aislarse y evitar que se propague el virus, pero la falta de diagnóstico puede llevar a que no se atiendan debidamente, o si disminuyen los síntomas consideren que sólo se trataba de una gripa y retomen sus actividades sin saber si todavía pueden ser contagiosas, aunado a que sin pruebas no es posible conocer lo que realmente está ocurriendo para tomar las medidas necesarias, quizá con la intención de esconder el brutal incremento en el número de contagios lo cual es sumamente delicado e irresponsable. 

En este contexto, el lunes se informó que el presidente López Obrador dio positivo por segunda ocasión, afortunadamente hasta el momento con síntomas leves, esperemos que así siga y se recupere pronto. Sin embargo, fue público que días antes estuvo en contacto con una persona contagiada, lo que ameritaba aislarse de inmediato como lo recomienda su mismo gobierno, y hacerse una prueba para determinar la atención requerida de ser el caso. Al parecer inició con síntomas desde el fin de semana y aún así se reunió con miembros de su gabinete -podemos suponer que sin usar cubrebocas como es costumbre-, luego asistió a la conferencia mañanera ya con síntomas evidentes que desestimó, y habló por casi dos horas exponiendo a las personas que estaban en el salón como colaboradores -quienes tampoco se aislaron y en algunos casos no se hicieron la prueba-, y representantes de los medios de comunicación. Es decir, todo lo que no se debe hacer, siendo que el presidente debería ser el primero en poner el ejemplo por su investidura y ser un referente para muchísimas personas. ¡Qué mal!