Main logo

El juego que todos jugamos

Nuestro sistema electoral ha caído en el peor de los desdoros.

Por
Escrito en OPINIÓN el

Los condicionamientos terminan por imponerse incluso sobre la más despiadada realidad. Los mexicanos entramos de lleno al juego que todos jugamos. Poco importa que las condiciones sean cada vez menos propicias, que el juego no entusiasme ni a la más alienada de sus porras, que los equipos, directivos y árbitros gocen del mayor de los desprestigios y desprecios, y que el país se nos escurra entre las manos. Basta el canto de una encuesta para que México se pierda en las procelosas aguas del futurismo.

 

Cuál no será nuestro extravío, que la Real Academia de la Lengua Española lista entre las voces de “futurismo”, la utilizada en México y que califica de “electoralismo”, entendido como “consideración de razones puramente electorales en la política de un partido”. Y ya lo dijo Nietzsche, quien se dedica a cazar monstruos termina siendo uno; así, el futurismo, habiendo sido primigeniamente priista, devino viral en nuestro sistema de partidos y adictivo a nuestra desastrada democracia. Futurismo en México es entronizar lo electorero por sobre cualquier otra consideración en la vida nacional. Alienación en metástasis y epidemia.

 

¿Quién es el mejor posicionado, qué tanto varió con relación al mes pasado, quién subió, quién bajo? ¿Cuánto le afectó el tropezón, cuánto lo fortaleció la guerra sucia contra su contrincante? ¿Y qué si medimos con independientes? ¿Quién es el dueño del arcano de las encuestas; quién en el moda; en quién anida la verdad, en quién la clarividencia, en cuál la revelación?

 

Del México hegemónico se quejaban de campañas de casi un año. Aunque Andrés Manuel cumple casi trece años ininterrumpidos de campaña.” Eso, no lo tiene ni Obama”. Y con AMLO, un rosario de destapados lucen sus flaquezas, vergüenzas y ambiciones como si en ello nos fuera la vida.

 

Nuestro sistema electoral, tras un gasto inconmensurable y digno de mejores causas, ha caído en el peor de los desdoros; los excesos y autismos de nuestros partidos los tienen a un paso del patíbulo; la política y los políticos encarnan el desprestigio y el rencor ciudadanos; el estado no es visto como salvador, ni benefactor, sino como la mismísima esencia del mal.

 

Los problemas se acumulan en exponencial y explosiva gravedad, pero a nadie importa, todos estamos montados en el 18.

 

La economía ya no es motor de desarrollo, ni factor de distribución, ni de justicia social, ni de convivencia, ni de supervivencia. Corre desbocada al holocausto. La humanidad no habrá de desaparecer del globo terráqueo por algún fenómeno cósmico o guerra planetaria, sucumbe por mezquindad.

 

México y los mexicanos debiéramos dedicar días y noches sin descanso a dilucidar qué hicimos mal y qué debemos de hacer para salir lo antes posible de este circuito demencial y suicida.

 

Pero nadie se pregunta por un México mejor, nadie piensa en un país distinto, nadie sueña con una sociedad sana, cuerda y justa.

 

¿Para qué?, me dirán, si jugamos al 18 y las encuestas están a todo lo que dan.

 

Estamos conscientes que nada de lo que hacemos y tenemos funciona ya para resolver nuestra realidad, pero preferimos hacernos tontos en las cabalas del futurismo.

 

Estar sobre el 18 es dar la espalda al hoy y aquí. Negar la realidad. Huir. Como nuestros Presidentes, que cuando la realidad les resulta insoportable viajan al extranjero a salvar al mundo o al interior a resolver, magnánimo y providencial, problemas de individuos aislados, todo para no enfrentar asuntos nacionales de su incumbencia y exclusiva responsabilidad; nosotros, los ciudadanos, en lugar de ejercer nuestra ciudadanía, preferimos fugarnos al futurismo, buscando en el éter al próximo salvador, vislumbrando en las sombras la señal del mañana, oteando en el futuro la felicidad negada, resolviendo en apuestas la ciudadanía que nos obstinamos en no vivir. El hoy y aquí ya no fue; quizás mañana, es cuestión de atinarle al bueno.

 

No obstante, una y otra vez la realidad nos dice que no hay salvación que surja del mañana, ni solución que no responsa al esfuerzo compartido y al más inflexible de los realismos.

 

Sigamos pues en el juego que todos jugamos, más suicida que la ruleta rusa y más mortífero que Ébola. ¿Hasta cuándo?

 

@LUISFARIASM

@OpinionLSR