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El juego de mi abuelo

Testimonio de un niño violado. | Saskia Niño de Rivera Cover* y Mercedes Castañeda Gomez Mont*

Por
Escrito en OPINIÓN el

“Nunca voy a olvidar las palabras que mi mamá le dijo a la señorita que nos atendió en la oficina de gobierno: ‘Ayúdeme, mi hijo está mal de su cabeza, le está haciendo daño a las niñas y me lo van a correr de la primaria’.

"Ahora, a mis 17 años, lo entiendo. Pero a mis 9 años, me era imposible entender cómo les hacía daño a las niñas, si yo no replicaba más que el juego que mi abuelo hacía conmigo; un juego especial que yo me había ganado ‘por ser el nieto favorito’.

“Cuando yo era un niño, mi abuelo abusó sexualmente de mí y me violó. Fui uno de los cinco millones niños y niñas que hoy, mientras tu lees estas líneas, están sufriendo violencia sexual en México.

“No estoy seguro de cuándo empezó a hacerlo, pero creo que tenía cuatro años. Recuerdo el primer día que pasó, cuando yo ya estaba en el kínder. Era el día de la Independencia; las ventanas de mi salón estaban llenas de banderas de México. Recuerdo, como si fuera ayer, estar sentado viendo las banderas y cuestionándome por qué no me había gustado el juego que mi abuelo había jugado conmigo la noche anterior, sobre todo porque él me había dicho que era el mejor juego del mundo. Tampoco podía entender por qué tenía un nudo en la garganta o por qué mi abuelo se llevó mis calzones manchados de sangre a su casa, diciendo que eran un recuerdo de parte de su ‘niño especial’.

“No recuerdo mucho de mi infancia, solo que yo no era un niño feliz. Siempre tenía miedo, me vestía con ropa muy holgada, mi mamá decía que no me gustaba ver a nadie a los ojos y siempre estaba mirando al piso. No comía mucho, me llevaron algunas veces al doctor porque pasaba días sin comer porque me dolía la panza y nunca encontraban qué me pasaba. Cuando entré a la primaria todo mejoró un poco porque ya no estaba tanto tiempo en casa, pero no me gustaba la escuela, no tenía amigos, no me iba bien en las materias, no entendía mucho lo que decía la maestra y me regañaban porque me quedaba dormido en las clases.

“En casa las cosas no eran fáciles tampoco, ¿sabías que los abusos sexuales en este país pasan en su gran mayoría dentro del hogar? Seis de cada 10 casos se dan dentro de casa.

“Seguía sin entender por qué mi abuelo me hacia esas cosas que no me gustaban y que eran tan secretas. No lo entendía, pero aprendí a vivir con eso, y aprendí que era la manera en la que mi abuelo se relacionaba conmigo, por ser su ‘nieto especial’. Él era tan bueno con mi mamá y mis hermanos que yo no quería estropear la felicidad de los demás. Yo no tengo papá, bueno, si tengo, pero no lo conocí, y me abuelo me decía que para qué necesitaba un papá, si él me cuidaba y a su lado nada me iba a faltar nunca. Él tenía dinero porque rentaba unas bodegas en el Centro, y con eso nos ayudaba en nuestros gastos.

“Mi mamá trabajaba todo el día en una empresa de textiles. En la casa nos dividíamos los roles: mi hermana mayor ayudaba en la casa y yo ayudaba a cuidar a mis 3 hermanos chiquitos. Parte de cuidarlos era el trato con mi abuelo: ‘si tú no le dices a nadie de nuestro juego, prometo no hacerlo con tus hermanitos’. Su voz retumba en mi cabeza como si fuera ayer.

“En segundo de primaria entró a la escuela mi primera amiga, Alondra. Ella no me juzgaba por quién era yo, y decía que yo era chistoso. Se volvió mi mejor amiga y yo esperaba con ansias los recreos para poder estar con ella. Era una verdadera amistad para mí, hasta que un día decidí enseñarle el juego de mi abuelo. Le prometí que le gustaría y fuimos al baño, en donde me quite mi ropa interior y le pedí que se quitara la suya.

“Al principio ella se rio y aceptó, pero después, cuando la comencé a tocar en su vagina me dijo que no le gustaba y se quería ir, y yo, no sé porque lo hice, le tape la boca y la volví a tocar. Cuando comenzó a llorar y a gritar la solté, y le pedí que no dijera nada, que si decía me iban a expulsar de la escuela y que mi mamá me iba a pegar. Alondra no dijo nada a nadie, no me acusó, pero dejo de jugar conmigo y de hablarme. Me sentí muy triste y enojado por lo que había hecho y la extrañaba todos los días.

“¿Por qué estaba mal lo que acababa de hacer si es lo mismo que me hacían en mi casa?

“En ese periodo escolar repetí ese supuesto ‘juego’ con tres compañeras de la primaria, hasta que una me acusó con la maestra, quien habló conmigo acompañada de la psicóloga de la escuela. Nunca pensé decirlo, pero en ese momento me sentí en confianza y les hablé de mi abuelo y de cómo él me había enseñado a hacer eso. La psicóloga de la escuela y la maestra le dijeron a mi mamá que yo tenía ya un serio problema y que necesitaba ir a terapia, pues no podía estar haciendo daño a las niñas. Me condicionaron la re-inscripción diciendo que si no iba a terapia me iban a tener que expulsar de la escuela. No entiendo por qué en ese momento mi mamá no fue con la policía. No sé si lo sabías, pero en México solo un caso de cada 10 es denunciado ante las autoridades.

“Al principio mi mamá no me creía, pensó que estaba inventando, que culpaba a mi abuelo para yo poder abusar de las niñas. Pensó que yo estaba dañado por querer lastimar a las niñas y que lo había visto en películas. Mi mamá no podía entender cómo su papá podría haberme hecho esto. Cuando se lo dije se enojó mucho conmigo.

“Una tarde, mientras yo estaba haciendo la tarea, ella se sentó a mi lado y lloró, lloró pidiéndome disculpas y diciéndome que ella me creía y que me iba a apoyar. Yo también lloré. Lloré como nunca, pedí perdón por no haber dicho nada, perdón por haber lastimado a unas niñas y perdón porque por mi culpa mi abuelo se iba a ir a la cárcel.

“Mi mamá y yo fuimos durante 2 años a terapias, donde aprendimos a sanar y a acomodar esto en nuestras vidas. En ese tiempo estuve visitando muchos abogados, juzgados y licenciados que me ayudaban a sentirme seguro.

“Después de que mi mamá le pidió a mi abuelo que no se acercara a nosotros no volví a saber nada de él. No sé si mi mamá sabe algo, pero nunca más volvió a hablar de él conmigo. Quitó las fotografías que había de él en nuestra casa. Creo que está en el reclusorio, la verdad no sé y me da miedo preguntar. Todavía escucho en mis sueños su voz y en momentos, incluso me llega su olor y me imagino a ese niño chiquito, con tanto miedo, lleno de dobles mensajes, con tantos engaños y con tantos sueños rotos y lo abrazo, lo abrazo, y le juro que lucharé todos los días para que encuentre esa felicidad que le arrebataron cuando él no era nada más que inocencia.

“Hoy me gustaría ayudar a más niños a que no vivan lo mismo que yo. Sé que existen organizaciones que están ayudando a niños y niñas a protegerlos. Organizaciones como Guardianes, Adivac, UNICEF, Reinserta, Early Institute y muchas otras. Pero también sé que no es suficiente. En México solo uno por ciento de los recursos destinados a la infancia se usa para prevenir y erradicar la violencia sexual en la infancia. Hoy mi país genera ya el 60 por ciento de la pornografía infantil en el mundo.

“Lo que mi abuelo hizo conmigo va a estar conmigo siempre. Nunca podré ser el mismo y las secuelas las tendré que trabajar a lo largo de toda mi vida. Creo que no es justo que esto nos pase cuando deberíamos estar jugando, aprendiendo y creciendo”.

*Saskia Niño de Rivera, presidenta y cofundadora de Reinserta, e integrante del Consejo Nacional de Seguridad Pública.

*Mercedes Castañeda Gómez Mont, directora general y cofundadora de Reinserta.