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El hombre al que deberían ahorcar dos veces

Un hombre que difícilmente es recordado con simpatía, despreciado por sus enemigos y por la gran mayoría de los miembros de su partido. | Iván Lópezgallo

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Escrito en OPINIÓN el

Dicen que “la historia la escriben los vencedores” y nada es más cierto, ya que la manipulación del pasado ha ayudado a consolidar desde imperios en la América prehispánica hasta regímenes como el que se instauró en nuestro país tras la Revolución Mexicana. Y precisamente ahora estamos viendo un manejo distinto de la historia de nuestro país, que va de la mano con la forma de pensar del nuevo gobierno.

Es por esto que los aciertos del gobierno de Porfirio Díaz fueron relegados y maximizados los aspectos negativos, algo similar a lo que le sucedió a Antonio López de Santa Anna tras la Revolución de Ayutla o a Maximiliano tras la victoria de la República en 1867… situación que sería muy diferente si ellos hubieran ganado.

Porque de no haber sido expulsado del poder Santa Anna, es muy probable que hoy se cantara en actos oficiales y eventos deportivos la estrofa del Himno Nacional Mexicano que dice así y que fue eliminada por los liberales:

Del guerrero inmortal de Zempoala

te defiende la espada terrible,

y sostiene su brazo invencible

tu sagrado pendón tricolor.

¡El será del feliz mexicano!

en la paz y en la guerra el caudillo,

porque él supo sus armas de brillo

circundar en los campos de honor.

¡Circundar en los campos de honor!

Y ya que estamos haciendo este ejercicio, podríamos pensar que si Miramón hubiera apresado al presidente Juárez en Zacatecas –ciudad de la que el benemérito escapó a caballo ante el sorpresivo ataque de las fuerzas imperialistas– y dado el triunfo a Maximiliano en la guerra entre republicanos e imperialistas que culminó en 1867, seguramente hoy festejaríamos los decretos a favor de los indios que expidió el Habsburgo junto a las Leyes de Reforma.

Finalmente, de acuerdo con este supuesto, de vencer Díaz a los revolucionarios de 1910 y gobernar hasta morir, hoy todo mundo hablaría de la industrialización de México durante su gobierno y no de la represión, los asesinatos y las terribles condiciones en que vivían las clases más pobres de nuestro país.

Pero el hubiera no existe y estos tres hombres fueron derrotados, por lo que junto a Agustín de Iturbide, Hernán Cortés, Victoriano Huerta, Juan Nepomuceno Almonte y algunos otros de menor importancia, hoy son los villanos favoritos de nuestra historia oficial; aunque algunas personas no piensan lo mismo, ya que hay un movimiento que busca repatriar de París los restos de Porfirio Díaz –saben que pueden hacerlo cuando deseen, pero quieren que sean recibidos con los honores que le corresponden al cuerpo de un presidente de México–. Además de que le siguen llevando flores a la tumba de Santa Anna y hay páginas en internet que aún lloran a Maximiliano y sueñan con el surgimiento de un nuevo Imperio azteca.

El indomable


Sin embargo, hay un hombre que difícilmente es recordado con simpatía y que incluso fue despreciado en vida tanto por sus enemigos como por la gran mayoría de los miembros de su partido, el reaccionario, el conservador.

Un hombre de quien Félix María Zuloaga, que fue su jefe, escribió: "Allí donde hay desolación y lágrimas, donde la barbarie se ha cebado en alguna víctima, por allí, sin duda, ha pasado”.

Sus partidarios le decían El indomable y respondía al piadoso nombre de Leonardo Teófilo Guadalupe Ignacio del Corazón de Jesús Márquez Araujo; aunque también fue llamado monstruodesalmadosabandijabrutobárbaroángel de la muerteLeopardo –jugando con su nombre– y Tigre de Tacubaya. Apodos, estos últimos, que según algunos de sus contemporáneos le quedaban muy bien debido a su sed de sangre.

Leonardo Márquez, como pasó a la historia, fue un niño enfermizo que al crecer se interesó en la milicia porque su padre era oficial. Impuntual, irresponsable, tranza y descuidado con las armas que estaban a su cargo –de acuerdo con lo que escribe su biógrafa Verónica González Laporte–, peleó valientemente contra la invasión norteamericana y durante la Guerra de Reforma se puso a las órdenes del conservador Miguel Miramón, escribiendo una siniestra historia en la que destacan los siguientes acontecimientos:

· El 11 de abril de 1859 derrotó a los liberales de Santos Degollado en Tacubaya y no se conformó con obedecer las órdenes de Miramón y fusilar a los jefes y oficiales enemigos que habían caído en sus manos, sino que mató también a los médicos y enfermeros que atendían a los heridos… y hasta algunas personas que nada tenían que ver en la lucha y tuvieron la mala suerte de pasar por ahí. En total más de 50 personas cuyos cuerpos quedaron desnudos y amontonados unos sobre otros, pues sus verdugos no tuvieron la decencia ni de cavar una tumba. Entre los muertos estaban el escritor y poeta Juan Díaz Covarrubias –autor de las novelas El diablo en México y Gil Gómez, el insurgente–, el general retirado Marcial Lazcano –quien al ver que lo injuriaban algunos de los soldados que habían sido sus subalternos le dijo: “hay cobardía y bajeza en insultar a un muerto”–, Manuel Mateos –periodista y estudiante de Derecho– y los hijos de un italiano que se asomaron a ver qué es lo que estaba pasando.

· El 3 de junio de 1861 fusiló a Melchor Ocampo, uno de los políticos liberales más importantes de México, amigo cercano del presidente Benito Juárez y quien nunca empuñó las armas contra los reaccionarios. Hay que decir que Márquez negó siempre haber ordenado matarlo, aunque los hechos parecen desmentir sus afirmaciones.

· 20 días después de asesinar a Ocampo fusiló al general más joven del ejército juarista: Leandro Valle. Poco antes sus tropas habían asesinado a Santos Degollado, El héroe de las derrotas, ex seminarista que se convirtió en uno de los caudillos liberales más carismáticos de la Guerra de Reforma.

¡Viva el Imperio!


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Derrotados los conservadores había que buscar nuevas banderas, por lo que desde que los invasores franceses avanzaron sobre Puebla, Leopardo Márquez trabajó con ellos. Y luego se postró ante Maximiliano y juró dar la vida por el emperador. Sin embargo, cuando su monarca fue cercado por las tropas republicanas que comandaba Mariano Escobedo, Márquez le pidió permiso de ir a la Ciudad de México para buscar refuerzos. El emperador se lo autorizó… y jamás volvió a verlo.

Cayó Querétaro y Maximiliano fue apresado, juzgado y fusilado junto a sus generales Miguel Miramón y Tomás Mejía en el Cerro de las Campanas. Curiosamente, años atrás este último había hecho prisionero a Mariano Escobedo y Márquez le ordenó matarlo, pero Mejía no estuvo de acuerdo y le perdonó la vida, por lo que de acuerdo con Esperanza Toral en su libro Desde el banquillo de los acusados. General Tomás MejíaLeopardo le dijo enojado:

–Usted no fusiló a Escobedo, mañana él sí lo fusilará a usted.

 Y al final se cumplió la profecía.

Lo que no se cumplió fue que Márquez pagara por sus crímenes, ya que abandonó el país disfrazado y regresó años después, con autorización de Porfirio Díaz.

Sin embargo, las protestas en su contra, algunas agresiones –se cuenta que el escritor Juan Antonio Mateos le dio una golpiza por haber asesinado a su hermano Manuel en Tacubaya– y la presión de la prensa provocaron que saliera de México definitivamente y muriera en Cuba en julio de 1813, a los 93 años de edad y con todas las comodidades que tenía a su alcance. 

46 años antes, el escritor y periodista Roberto A. Esteva escribió una frase que retrata de pies a cabeza al Tigre de Tacubaya:

Márquez ha sido doblemente traidor. Traidor a su patria y traidor a la causa imperialista. Si tuviera dos vidas, debería ser ahorcado dos veces: una por los republicanos, otra por los que reconocieron al archiduque como Emperador”.

 Si quieren acercarse a este polémico personaje, les recomiendo el libro Leonardo Márquez, “El tigre de Tacubaya”, escrito por Verónica González Laporte y publicado por Editorial Las Ánimas (en esta obra, la autora menciona que Leopardo nunca se casó y que siempre tuvo cerca de un oficial al que trataba con especial afecto y llamaba Celesito, dejando entrever una posible homosexualidad).

Otra obra que pueden consultar es La prensa como arena política. El polémico retorno de Leonardo Márquez a México, de Arturo R. Ríos y publicado por el Instituto Mora; además de El Tigre de Tacubaya: un villano químicamente puro, texto de Bertha Hernández publicado en la página digital del diario Crónica.

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@IvanLopezGallo@institutomora  | @OpinionLSR | @lasillarota

Iván Lópezgallo estudió Historia en la UNAM. Licenciado en Administración de Empresas, Licenciado en Periodismo, Maestro en Narrativa y producción Digital y candidato a Doctor en Administración. Premio Nacional de Locución (2010), Premio México de Periodismo (2010 y 2017) y Mención Honorífica en el Certamen Nacional de Periodismo (2009), todos en Reportaje por Televisión. Es autor del libro El camino de un guerrero. Vida y legado de Isaías Dueñas (Editorial Porrúa, 2019) y escribe para revistas y portales digitales.