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El futuro de la democracia

El futuro de la democracia está determinado por todo un sistema de controles, de pesos y contrapesos. | Susana Pedroza*

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Escrito en OPINIÓN el

Hace dos años que, en las elecciones federales de julio de 2018, resultara elegido Andrés Manuel López Obrador como presidente de los Estados Unidos Mexicanos, así como un gran número de diputados y senadores (mujeres y hombres) al Congreso de la Unión provenientes del partido político Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA). 

El nuevo estilo de gobernar ha venido a romper formatos, costumbres, tradiciones, reglas no escritas de carácter político, protocolos y demás actos que han generado, en algunos casos, duda o desconfianza por las decisiones tomadas, declaraciones o posiciones asumidas por el presidente.

Declaraciones como aquella en el sentido que “gobernar no tiene mucha ciencia”, detonan en el acto el fundamentalismo de políticos y no políticos acostumbrados a ver en la figura presidencial un personaje modelo o, mejor dicho, al modelo ficticio de mexicano que quieren presentar ante el exterior, quizá un “sabio” o “intelectual” cualquiera -de esos que gustan de presumirse egresados de determinadas Universidades-, cuya formación es de tal grado que es un verdadero milagro o privilegio, popularmente como se dice, “bajarlos del tabique”.

Con independencia de posturas ideológicas o políticas, incluso intelectuales, como mexicana he asumido con prudencia y objetividad una idea de la democracia. Una que va más allá de un limitado entendimiento como: procesos y procedimientos electorales, elecciones, votaciones y resultados. 

La democracia posee no un significado unívoco, por el contrario, se trata de un término polisémico inspirado en éxitos y fracasos, en los retos del día a día, nunca libres de complicaciones ni exentos de vicisitudes o de malos ratos, por el contrario, siempre insertos en experiencias, en diferencias de pensamientos, de concepciones, de significados, de simbolismos, de ideas, de apreciaciones, etcétera, pero todo esto hacia un mismo punto enfocado hacia un único objetivo como lo es vivir en una sociedad de oportunidades para todas y todos, con armonía y paz.

La democracia la vivimos día a día, sustentada en las libertades de las personas y en el respeto a los derechos humanos como pilar del llamado Estado Constitucional, Democrático y de Derecho.

Expresiones de inconformidad por las políticas adoptadas por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y por las mayorías morenistas en el Congreso de la Unión son prueba fiel de que vivimos en una democracia que nos reconoce y concede las libertades para expresarnos, ahí es en donde se localiza el presente y el futuro de nuestra democracia, en el ejercicio de nuestras libertades y derechos.

La exigencia misma de resultados a una administración que inició hace 18 meses es válida y necesaria, pero también debe ser objetiva y consciente. Cumplir compromisos de campaña es responsabilidad de los políticos y administradores, de la misma manera que es responsabilidad de las y los ciudadanos no sólo manifestar nuestras inconformidades o desacuerdos, sino proponer con apertura a los cambios y no con la necedad o cerrazón para volver a esquemas tradicionales que ya fueron probados y que han cobrado altos costos para la sociedad. 

La sociedad se desarrolla a grandes pasos, de la misma manera las necesidades crecen exponencialmente, todo ello requiere de la prudencia, tolerancia y respeto a nuestras diferencias de pensamientos, a nuestras instituciones democráticas, así como a las autoridades y representantes populares elegidos bajo un sistema político electoral establecido en nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

La democracia tampoco es la panacea a los problemas sociales, económicos y políticos de nuestras sociedades, no se trata tampoco de una concepción que se declare o se decrete para solo disfrutar de sus beneficios, sino que en mi opinión se trata de una fórmula política, un método para alcanzar la felicidad individual y colectiva. 

En un Estado Constitucional como el nuestro, la democracia se percibe con la existencia de contrapesos políticos -dígase entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial-, no puede limitarse a la idea de contrapuestos -que es distinto-. Antes bien, son elementos complementarios entre sí, toda vez que mientras al titular del Ejecutivo; por ejemplo, corresponde administrar e intervenir de manera incisiva en la economía del Estado mexicano, para que esa labor se realice de manera legítima, efectiva y más conveniente, lo cual requiere del acompañamiento de desarrollos normativos, producto de la labor de las y los legisladores. 

El futuro de la democracia está determinado por todo un sistema de controles, de pesos y contrapesos, de mecanismos institucionales, legales y reglamentarios que garanticen la participación ciudadana. Uno muy importante, el Instituto Nacional Electoral, el bastión de la democracia como se le ha llamado, juega un papel de gran trascendencia; sin embargo, todos somos corresponsables del ejercicio del poder y, por ende, de nuestro futuro democrático, de ahí la importancia siempre del voto libre y secreto en las elecciones locales o federales de 2021.

**Dra. Susana Thalía Pedroza de la Llave

Investigadora titular “B” del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM; coordinadora general de la División de Estudios de Posgrado y del CIJUREP de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, e investigadora nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).