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El Estado de Precariedad

Lo precario es una condición en la que se encuentran las personas o las sociedades, es una dimensión de vulnerabilidad. | José Roldán Xopa

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Escrito en OPINIÓN el

En el sugerente libro “Estado de inseguridad. Gobernar la precariedad” (Traficantes de sueños, 2016), Isabell Lorey, profesora de la Universidad de Kassel, reflexiona sobre la precarización como un concepto para entender la economía y la política. Lo precario se compone de inseguridad y vulnerabilidad, de incertidumbre y amenaza.

Lo precario es pues un hecho, una condición en la que se encuentran las personas o las sociedades, es una dimensión de vulnerabilidad. Tal condición no es solamente una situación de carencia o de escasez de recursos, puede ser también creada por el modo de entender las relaciones sociales, la función o papel del Estado y, consecuentemente, las relaciones de poder, de dominación o de hegemonía.

Así, el Estado Social es una forma de concebir a la organización política como forma de protección y de establecimiento de mínimos para hacer posibles planes de vida (acceso a salud, educación, servicios públicos). La idea del Estado como forma de protección y de seguridad es anterior al Estado Social: ya la idea de Estado de Derecho considera a la seguridad jurídica como uno de los valores que coloca a la certidumbre como uno de los fines del Estado y también como una de las razones de su legitimidad.

El neoliberalismo en palabras de Lorey, ha propiciado la precariedad. La retracción del Estado y lo público, la privatización, el individualismo, son algunos de los signos que estructuran el entendimiento del Estado y sus funciones consistentes con la concepción del ser humano: la autonomía y libertad de elección como presupuestos, el repudio a los paternalismos, el entendimiento del mercado y su alergia a las regulaciones. El neoliberalismo es así también una forma de dominación cuyo signo es el descobijo, es la precariedad como intención o como resultado, potenciada por la existencia de ganadores y perdedores.

La precariedad es también, entonces, una forma de gubernamentalidad. Esto es, se constituye un gobierno en la inseguridad.

No obstante, la precariedad es un virus contagioso, dice Lorey.

La precariedad no muere con el neoliberalismo, sólo se adapta.

La escasez, la incertidumbre, la vulnerabilidad, la inseguridad, adoptan nuevas formas, sea en el terreno de la política, de la economía o de los derechos sociales.

En el terreno de la política el trato de los ciudadanos en el plano de igualdad ante la ley, requiere de cierta neutralidad, objetividad e imparcialidad. El poder público debe tratar y aplicar la ley independientemente de simpatías políticas, ideologías. En cambio, el entendimiento del gobierno (que no sólo de la política) como el ejercicio del poder público a partir de la distinción entre amigos y enemigos, la discrecionalidad en el ejercicio de la autoridad es una forma de administración de la precariedad. La certidumbre no reside en la ley y en la racionalidad, sino en el capricho y la animosidad.

En la economía, la certidumbre en los mercados (que el neoliberalismo no es sinónimo de economía de mercado) reside en el terreno parejo, en la neutralidad del Estado ante agentes que compiten, en órganos reguladores que preponderantemente deciden técnicamente. La precariedad se acomoda en escenarios de captura de los reguladores, de otorgamiento de contratos de gobierno mediante asignaciones directas. La precariedad es una forma de establecer controles, administrando directamente relaciones en las que hay expectativas de reciprocidad.

En el terreno de lo social, la generación de clientelas es un virus contagioso que lo mismo cruza el corporativismo, el neoliberalismo y las formas políticas que buscan superarlo. Si los apoyos no están a la vez asociados a la formación de capacidades de decisión en los beneficiados, sino nuevas formas de persistencia de la dependencia, la precariedad es una forma de dominio. Contagioso que es el virus de la precariedad.